Gobierno de España

«Hablad mucho con los otros y menos entre vosotros»

Rajoy ha hecho llegar a sus ministros que no quiere «camarillas» ni luchas internas

Momento de la imagen oficial en la que los nuevos ministros posan con el Rey en Zarzuela tras haber jurado o prometido su cargo el pasado viernes
Momento de la imagen oficial en la que los nuevos ministros posan con el Rey en Zarzuela tras haber jurado o prometido su cargo el pasado vierneslarazon

Servidores públicos antes que amigos. Es la receta que ha seguido Mariano Rajoy para confeccionar su nuevo Gobierno que, en fuentes de Moncloa, califican como «un marianismo puro, sin fisuras». Ello demuestra la ausencia de quienes fueron sus estrechos amigos personales durante muchos años –Ana Pastor, Jorge Fernández Díaz o José Manuel García Margallo–, la presencia de unas buenas cabezas bien preparadas y el mantenimiento de una única vicepresidencia liderada por Soraya Sáenz de Santamaría. Se acabaron los grupitos tipo G-8, mermados luego al G-4, y extinguidos ya de la faz gubernamental. Al presidente le molestaban estas intrigas, durante tiempo encabezadas por el defenestrado José Manuel Soria y, después, por el saliente Margallo, que ha caído bajo el popular refrán «por la boca muere el pez». Le gusta que sus equipos le solucionen problemas en vez de crearlos. Y, como dice un colaborador cercano, con esta remodelación «Rajoy se ha sucedido a sí mismo».

En efecto, Mariano retiene el poder económico que ha sido crucial en su mandato. Refuerza a Soraya con un perfil aún más político en la delicada relación con las autonomías y realiza una obra de arte equilibrista con la entrada de María Dolores de Cospedal. Dos flamantes escuderas de Rajoy en todos estos años, eternas rivales condenadas a entenderse. Así lo escenificó con gran inteligencia Soraya Sáenz de Santamaría al asistir a la toma de posesión de «Mari Cospe», como la llaman en el PP, y cederle luego todo el protagonismo en la rendición de honores militares. Dos mujeres de armas tomar que siguen siendo la mano derecha del presidente, una en el gobierno y otra en el partido. Con sutileza, Rajoy habló largamente con ellas, sopesó y acordó muy bien sus destinos. Está por ver quién de las dos se salta primero el guión, aunque Cospedal ya lanzó una primera piedra al anunciar que continuará como secretaria general del partido, incluso después del próximo Congreso.

En el terreno político el análisis del gobierno es claro: marianismo al cien por cien. En el personal, a Rajoy ya no le quedan amigos en sentido estricto, como lo fueron Ana Pastor o Jorge Fernández. Fuentes de su entorno reconocen cuánto le ha costado prescindir del catalán en Interior, un hombre honesto que le ha acompañado en todos sus puestos y a quien, desde luego, no dejará aparcado. Caso distinto es el de Margallo, cuya locuacidad y salidas de tono incomodaban bastante en Moncloa. Tiempos nuevos para un nuevo estilo bajo relaciones claramente profesionales. Junto a esa invocación al diálogo y el pacto, el presidente ha dado un consejo a sus ministros: «Hablad mucho con los otros y poco entre vosotros». Todos ellos lo entienden como un mensaje que no admite dudas, fuerte dosis de diálogo con los adversarios y colectivos sociales, y menos cotilleos entre los de casa. «Mano tendida a la oposición y fuera camarillas internas», aseguran varios miembros del gobierno.

En este diseño pragmático y profesional, Rajoy ha mantenido a su «núcleo duro» con algunas claves. Refuerza a Soraya en la vicepresidencia, con el control del CNI y las autonomías. Algo muy importante, sobre todo en la relación con Cataluña. Ella ha sido la ministra que más ha viajado a tierras catalanas y mantenido fluido contacto con el «número dos» de la Generalitat, Oriol Junqueras, a quien recibió en Moncloa. Su figura es muy bien valorada en sectores políticos y empresariales de Cataluña, dónde confían en una nueva etapa alejada de la dura confrontación. Esta labor delicada exige ahora más discreción, por lo que acordó con el presidente dejar la portavocía del Gobierno. «Tendrá menos visibilidad y más poder para ordenar el lío autonómico», uno de los asuntos candentes y urgentes de esta Legislatura, según fuentes monclovitas. Su sucesor, Íñigo Méndez de Vigo, será una de las sorpresas, como anticipó en la primera rueda de prensa ante los medios. Hombre afable, culto y con gran ironía anglosajona, ofrece un perfil menos tecnocrático. Además, mantiene excelentes relaciones con los líderes socialistas europeos y es el hombre clave para ganarse el apoyo del PSOE en uno de los grandes pactos de Estado que desea Rajoy: la educación. Es una de las firmes apuestas del recién estrenado gobierno.

El presidente también ha sido hábil con el poder económico zanjando la tradicional rivalidad entre De Guindos y Montoro con la entrada de un tercero, Álvaro Nadal. Una decisión lógica ya que Nadal ha sido el «guardián en la sombra» de este área como Director de la Oficina Económica de Moncloa. El reparto de competencias salva la cara a Luis de Guindos y Cristóbal Montoro. Este último, la «bestia negra» de muchos, goza del afecto del presidente después de tanto tiempo en el partido, es el único que conoce al dedillo las cuentas del Estado con más de diez años al frente de la Hacienda pública y tiene, además, buena relación con la vicepresidenta. Esto ayuda mucho ante el nuevo modelo de financiación autonómica, otros de los grandes pactos legislativos junto con el de las pensiones. Aquí es básica la figura de Fátima Báñez, la única ministra de Empleo que repite en el cargo y a quien todos alaban en Ciudadanos por su talante, su seriedad y el conocimiento profundo de sus temas.

La otra pata económica, el ministerio de Fomento, no es baladí. Su nuevo titular, el ingeniero de Caminos Íñigo de la Serna, ha sido presidente de la Federación Española de Municipios y procede de familia bilbaína, con muchos amigos y relaciones en el País Vasco. Importante detalle de cara al PNV, otro de los socios que Rajoy desea para sacar adelante los Presupuestos. Como edil de Santander conoce bien a todos los alcaldes del Norte y es un firme defensor de la llamada «Y vasca» para llevar el AVE a la capital cántabra a través de Bilbao. Una reivindicación esencial para atraer al PNV en el Congreso. En cuanto a los ministros de Justicia, Rafael Catalá, y de Agricultura, Isabel García Tejerina, el presidente está contento con su labor y prestigio en sus respectivos sectores. Ofrecen un perfil práctico y profesional, lejos de cualquier intimidad o intriga personal. El ministro de Exteriores, Alfonso Destis, es un eminente diplomático al que Rajoy conoció en sus cumbres europeas en un plano puramente de trabajo.

Capítulo aparte son María Dolores de Cospedal, la nueva estrella del Gobierno, y su hombre de confianza, Juan Ignacio Zoido. La secretaria general del PP tiene la confianza y el afecto de Rajoy, aunque todos admiten su rivalidad con Soraya Sáenz de Santamaría. Un tema del que nunca han oído hablar a Rajoy y tampoco nadie ha osado nunca plantearle de frente, según su entorno. «Las ha puesto a prueba», bromean algunos en el PP sobre la presencia de ambas en el Consejo de Ministros. Curiosamente, la vicepresidenta tendrá ahora menos foco mediático, mientras que la ministra de Defensa «será carne de telediario», dicen en el Gobierno ante la lucidez de la cartera de las Fuerzas Armadas y su potencia informativa en actos institucionales con la Corona. En cuanto a Zoido, un juez sevillano muy querido en el partido, fue mano derecha de Javier Arenas hasta que su relación se enfrió y pasó a ser de entera confianza de Cospedal. Fuentes del PP opinan que ha sido la cuota exigida por Cospedal ante la imposibilidad de controlar el CNI. De hecho, así quedan bajo su órbita los Tres Ejércitos y las Fuerzas de Seguridad del Estado. Está por ver cómo juegan Soraya y la dama estelar de Defensa sus cartas de poder.

Mariano Rajoy ha sido el presidente de la democracia que menos cambios ha hecho en sus equipos. Lo que él denomina «ajustes» los ha practicado forzado por las circunstancias, como el caso de Ana Mato, Alberto Ruiz-Gallardón, Miguel Arias Cañete, Alfonso Alonso o José Ignacio Wert. Y ahora los más emblemáticos, Ana Pastor y Jorge Fernández, auténtica «pata negra del marianismo».

El resto del «núcleo duro» sigue a su lado entre los llamados «Sorayos», (Nadal, Montoro y Báñez,), y los que ahora llaman «El grupo-D», (Zoido, Dolors Montserrat, Catalá y Tejerina). Ya nada queda de aquel G-8 encabezado por García Margallo y José Manuel Soria, disminuidos luego tan sólo a cuatro (Margallo, De Guindos, Pastor y Fernández Díaz,) en vías de extinción. «Se acabaron las tonterías, aquí todos somos marianistas», zanja un colaborador cercano del presidente. Ninguno de los actuales ministros «está para tomar cervezas con el presidente, sino para trabajar», añade.

La próxima incógnita radica en el nombramiento de los segundos niveles, es decir, subsecretarios y secretarios de Estado, que conforman el tronco de la Administración y cuyo poder es también determinante. Muchos nombres han empezado a circular, pero no será hasta el Consejo de Ministros del próximo viernes cuando queden oficialmente designados.

En Moncloa aseguran que en esta nueva etapa solo hay un «Equipo-E», o sea, el de la eficacia con mayúsculas. Amigos, lo que se dice amigos de piel, a Mariano Rajoy ya no le quedan en el Gobierno, si bien es una persona muy afectuosa con todos sus colaboradores, a quien le cuesta una enormidad cualquier cambio. Y como dice uno de ellos, evocando aquella frase de Manuel Fraga, «la política no hace amigos, sólo extraños compañeros de cama».