El sumario

La heroína que plantó cara al asesino del sacristán de Algeciras

Una mujer echó a Yassine Kanjaa de la iglesia de San Isidro cuando el joven marroquí empezó a golpear una Biblia contra los bancos

Una mujer coloca una vela en el lugar en el que falleció el sacristán de la iglesia de La Palma, en Algeciras
Una mujer coloca una vela en el lugar en el que falleció el sacristán de la iglesia de La Palma, en AlgecirasDAVID ARJONAAgencia EFE

"¿Por qué crees en una escayola?", le reprochó el intruso señalando la imagen de la Virgen de la Esperanza. Inmaculada P., 54 años, acababa de abrir las puertas de la iglesia de San Isidro de Algeciras, como suele hacer todos los días sobre las seis y media de la tarde. Minutos antes, al abrir la reja del lampadario, le había llamado la atención "una sombra" que entraba en el templo "en dirección al altar", una persona "aparentemente árabe con una túnica negra" que, según explicó después a la Policía "tenía un aspecto de dejadez". Alto y delgado, de piel morena y barba, le llamó la atención su boca porque "le faltaba algún diente".

Era Yassine Kanjaa, el joven marroquí que apenas media hora después hirió al párroco del templo y a un español de origen marroquí al que tachó de converso y asesinó en plena calle a machetazos al sacristán de la iglesia de Nuestra Señora de la Palma, Diego Valencia.

La mujer, extrañada, se dirigió hacia él -según consta en las diligencias policiales incorporadas al sumario en el que se investiga el ataque del pasado 25 de enero como atentado yihadista- y le preguntó a dónde iba. El joven le empezó a hablar en árabe entremezclado con expresiones en castellano "de difícil entender". "¿Por qué crees en una escayola?".

De repente, el joven señaló la Biblia que se encontraba en el altar. "¿Este es tu libro?", le preguntó mientras comenzaba a golpear con furia la Biblia contra los respaldos de los bancos de la iglesia.

"¡El mundo se va a acabar!"

Inmaculada, lejos de arredrarse, le recriminó su actitud y le exigió respeto, un comportamiento que dejó "estupefacto" a Yassine, quien le mostró entonces su "misbaha" (rosario musulmán), como queriendo hacerle entender que era un hombre de fe. La mujer le agarró entonces del brazo y le dijo que se tenía que ir del templo, a lo que él respondió con un "aspaviento brusco". Ella insiste en que "se marche si no respeta las creencias de los demás", y ante su insistencia, Yassine opta por irse justo cuando, alertado por los gritos, acude el párroco.

El joven da su brazo a torcer y sale de la iglesia entre gritos de "¡el mundo se va a acabar!", frases en árabe e invocaciones a Alá. Ya a solas, le mujer y el párroco comentan el incidente como "una mera anécdota" y se centraron en los preparativos de la misa de siete.

Pero Yassine Kanjaa no había dicho su última palabra y ese incidente le hizo regresar a su casa a por un machete "con el objetivo claro y definido de ejecutar los hechos" investigados, según señala la Policía en el atestado.

Regresó al templo, según contó él mismo a los agentes, para "matar a todos los sacerdotes". La misa había ya comenzado e Inmaculada estaba tomándose un café en el despacho parroquial cuando escuchó "numerosos gritos y un gran alboroto". Tras dirigirse a la carrera a la capilla vio en el suelo al sacerdote "ensangrentado" rodeado de personas. Yassine le había golpeado en el cuello, según él mismo admitió, "sin tener ninguna misericordia" con la intención de "cortarle el cuello para acabar con su maldad".

Objetivo: cerrar las puertas de la iglesia

La mujer reconoció entonces al fondo del templo, en la puerta de la iglesia, al joven con el que había discutido media hora antes y comprobó horrorizada que llevaba "una katana en la mano". Su reacción fue instintiva. Salió corriendo hacia la puerta del templo "cerrándola bruscamente" y dejando fuera a un sorprendido Yassine, machete en mano.

Una vez atrancado el portón, Inmaculada se dirigió a la carrera hacia la otra puerta de la iglesia "cerrándola también y con la finalidad de que no pudiera entrar y atacar a más personas", evitando así que hiriera a más gente con el cuchillo. Inmediatamente después, junto a otros fieles que se habían refugiado en la secretaría, pidieron ayuda a la Policía y a los servicios sanitarios y a continuación salieron de la iglesia para comprobar si el agresor "se encontraba en las inmediaciones".

Golpeado con un cenicero de hierro

Pero Yassine ya se había alejado en dirección a la iglesia de Nuestra Señora de la Palma, donde atacó con el cuchillo al sacristán, que según testigos presenciales "intentaba protegerse con una silla" mientras gritaba "que me mata, que me mata". El joven marroquí había cogido "un cenicero de hierro de pie" del patio del templo con el que "golpeó en la cabeza" a su víctima, que tras conseguir huir fue alcanzado en la Plaza Alta por el supuesto yihadista -pendiente de que un examen psiquiátrico determine si padece algún trastorno que diluya o le exima de responsabilidad penal-, propinándole mientras "varios machetazos" que le provocaron la muerte.

Una mujer que presenció los hechos desde la terraza de su casa explicó a la Policía que el agresor "caminaba tras él de forma tranquila" hasta que le dio alcance, momento en el que levantó su brazo derecho y le propinó "varios golpes en la cabeza", cayendo desplomado el sacristán "de forma inmediata".

Alertados por las llamadas de socorro, los agentes siguieron su rastro hasta el Mirador del Mudo, donde encontraron a Yassine "de rodillas, mirando hacia el mar", de espaldas a la Policía, "realizando aspavientos" mientras rezaba. El cuchillo con el que había asesinado al sacristán se encontraba en el suelo, a su derecha, "con aparentes manchas de sangre". Los agentes deciden "abordarlo por la espalda" y reducirlo. Yassine solo lleva encima su "misbaha".