Opinión

La hoguera de las calamidades

Entre las apuestas que surcan el otoño, Pedro Sánchez se abrasa como el fuego devastador en sus propias mentiras, sin rigor y caos de gestión

CABOALLES (LEÓN), 17/08/2025.- El presidente del Gobierno, Pedro Sánchez (c), este domingo a su llegada a Caboalles (León), para seguir la última hora del incendio de Orallo (León). EFE/ J.Casares
Pedro Sánchez visita las zonas afectadas por los incendios de Orense y LeónJ.CasaresAgencia EFE

Alertado por los más de novecientos asesores de los que dispone, en el sentido de que Alberto Núñez Feijóo le estaba ganando la partida por haber irrumpido con prontitud públicamente en la gran tragedia de los incendios, el presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, decidió hacer también él lo propio. Ante el aluvión de críticas por su inacción y la de todos sus ministros, una corte de vasallos a la espera de la consigna monclovita para moverse y salir en la foto, el faraón de La Mareta siguió el consejo de algunos miembros de su «sanedrín», entre ellos el triministro de la Presidencia, Félix Bolaños, al menos uno de los pocos que sí tiene currículum y formación, y se tiró a la arena. Bolaños, junto con los ministros de Interior, Fernando Grande-Marlaska y la de Transición Ecológica, Sara Aagesen, es de los pocos con quienes el presidente ha hablado estos días, además de con Manuel de la Rocha, su gran «gurú» en el gabinete presidencial. A este le pidió un informe sobre las consecuencias económicas de la catástrofe para evaluar su comparecencia en los centros de mando de Galicia y Castilla-León. De la Rocha, hijo del histórico dirigente Manuel de la Rocha Rubí, líder de aquella corriente llamada Izquierda Socialista, en la que se integraban Pablo Castellanos o Luis Gómez Llorente, es ahora mismo el hombre clave en el entorno del presidente. Aún recuerdo aquellas tertulias con muchos de ellos en los alrededores del Congreso de los Diputados, a las que a veces se unía Joaquín Leguina, para reivindicar una socialdemocracia serena. ¿Algo qué ver con el «sanchismo» que ahora nos invade?

Despreciado por los líderes europeos en las «cumbres» sobre la guerra en Ucrania, silenciado en todo evento internacional que no se relacione con las dictaduras iberoamericanas, a Sánchez le quedaba únicamente su escenario habitual: propaganda a tope, cara de circunstancias, apoyo de imagen a las víctimas del fuego devastador y promesas de una solución apocalíptica. Pura demagogia, y si no que se lo pregunten a los todavía damnificados de la erupción en el volcán de La Palma, quienes aún viven en barracones y no han visto ni un duro de las prometidas ayudas del Estado. El escritor norteamericano Tom Wolfe, se inspiró para su magnífica novela «La hoguera de las vanidades» en un evento histórico ocurrido en Florencia en 1497 donde seguidores del monje Girolamo Savoranola quemaron públicamente objetos que consideraban pecaminosos o vanidosos. A Wolfe este aquelarre en el carnaval florentino le alumbró el personaje de Sherman McCoy, un brillante «lobbysta» de Nueva York, nunca mejor dicho, con poder, influencias y dinero, que se definía a sí mismo como «dueño del universo». Su altivez, mentiras y vericuetos le conducen a un desastre satírico a todos los niveles en la sociedad neoyorkina.

Cabe presumir que Pedro Sánchez no tiene, ni por asomo, la brillantez intelectual y económica de un tipo como Sherman McCoy, pero sí su osadía. La misma con la que se ha presentado en los focos incendiarios de España con total desfachatez. «Tarde y mal», ha dicho Alberto Núñez Feijóo con total acierto.

En estos días de agobiante calor y tórrido viento de Levante, algunos empresarios importantes se han reunido a cenar en locales de la costa andaluza. Y se cruzan apuestas: «No llega a noviembre», dicen unos. «Aguanta hasta el 27», vaticinan otros. Lo cierto es que para acabar con el «sanchismo» solo hay tres bazas: una, el ahogo por Europa de fondos comunitarios que le obliguen a convocar elecciones, algo que jamás hará mientras las encuestas le sean negativas y demoledoras. Dos, una moción de censura, de momento impensable y necesaria de los siete chantajistas votos del fugitivo Puigdemont y los mercaderes del PNV. Véase el último ejemplo de la entrada de la SEPI, manejada por el poder como un guante de seda en forja de hierro, en el capital de Talgo, tal como le pidió el lendakari Imanol Pradales durante su último encuentro en La Moncloa. Nada como mover el dinero público sin control alguno. Y tres, los nuevos informes de la UCO, que se anuncian fuertes y pueden incriminar definitivamente al entorno directo de esta lacra «sanchista».

Como bien dice el líder del PP, Alberto Núñez Feijóo, su comportamiento es propio de dictaduras bananeras, no de países democráticos. Cercado por la corrupción que afecta a su familia y la cúpula del partido, admiten en su entorno que está «muy tocado». Ello explica sus reacciones a la defensiva, en el lado incorrecto de la historia, en esa huida sin freno para aguantar en el poder a toda costa. «A Sánchez no le importa gobernar, solo mandar», afirma un dirigente del PSOE antaño colaborador suyo y ahora distanciado tras haber sido defenestrado por sus críticas hacia el gran líder. Como en la gran novela de Tom Wolfe, llevada luego con enorme éxito a la gran pantalla, Pedro Sánchez sobrevive hoy en otro fuego, «La hoguera de las calamidades». Apagones, caos ferroviario, estado fiscal confiscatorio, desastre de infraestructuras, incendios mortales por ausencia de una preventiva política forestal asfixiada por un radical ecologismo…y sigue, y sigue. En definitiva, abrasado en una gestión calamitosa. El «sanchismo», maquinaria única de poder, es impredecible. Pedro Sánchez huye hacia adelante. ¿Hasta cuándo y hasta dónde?, se preguntan muchos.

Su imagen en los focos incendiarios es la de un rostro tenso, patético y forzado, frente a la gallardía de los presidentes autonómicos del PP, en especial del castellano-leonés Alfonso Fernández Mañueco: «Ha venido y se ha ido sin darnos nada». Hete aquí la clave de una gestión nefasta bajo la petición de un pacto de Estado, invocación increíble en un dirigente que ha desguazado al propio Estado. Entre las apuestas que surcan el otoño, Pedro Sánchez se abrasa como el fuego devastador en sus propias mentiras, sin rigor, humanidad y caos de gestión. Lo ha dicho Isabel Díaz Ayuso: «No tiene perdón».