Batalla
Iglesias llevará al 28-M su "no" a revisar la ley del "solo sí es sí"
Alarma en el PSOE: "Solo podremos salir de esta con la ayuda del PP". Génova retirará su apoyo si los socios enmiendan la reforma
Los socialistas han entrado en modo pánico. El espectáculo que se vivió en el Congreso con motivo de la simple toma en consideración de la propuesta de reforma de la ley del «sí es sí», para corregir la revisión de condenas a agresores sexuales, es solo el aperitivo de lo que temen que se les viene encima en el trámite parlamentario.
El Grupo Socialista tiembla ante la estrategia que pueda implementar Podemos (directamente señalan a Pablo Iglesias), y que dan por seguro que seguirán ERC y Bildu, igual que ya ha ocurrido en el primer debate en Pleno de la reforma, que se celebró en vísperas del 8-M.
Los morados tienen la sartén por el mango. Pueden forzar otro debate en Pleno si presentan una enmienda a la totalidad a la propuesta socialista y, aunque oficialmente la dirección del PSOE llama a la negociación, internamente la batalla la dan por perdida. Vienen por delante semanas de «calentamiento» de la campaña del 28-M, y no hay punto de aproximación si el PSOE quiere mantener su objetivo de corregir la ley para volver al sistema de penas anterior.
La precisión jurídica es clave para acertar y no conseguir más «efectos indeseados» de la ley aprobada en Consejo de Ministros, y el margen para revisar la propuesta registrada por el PSOE es mínimo, por no decir cero.
Camino intermedio
Aunque para distraer la atención se escenifique lo contrario: los socialistas van a seguir haciendo ver que ofrecen a Podemos un camino que parezca intermedio y que pueda servir para borrar los insultos y las acusaciones que les han dirigido desde la parte morada del Gobierno.
En la práctica, lo que el PSOE espera es que la negociación sea otra batalla campal que Iglesias no desaproveche para volver a doblarle el pulso a la vicepresidenta Yolanda Díaz y para dejarle a Pedro Sánchez el mensaje de que es él quien controla de verdad al ala de la izquierda de los partidos de la investidura, pese a no estar en el Gobierno.
La realidad es que después de haber renegado del PP, despreciando incluso sus votos, Sánchez sólo puede superar esta crisis, asumiendo el coste político que ya le está produciendo, con el auxilio del partido de Alberto Núñez Feijóo.
Tan es así que en las filas socialistas se percibe el temor a que el PP no mantenga su apoyo a la norma en la votación final y no tengan, en ese caso, forma alguna de sacarla adelante. Y así será, según anticipan en la dirección popular, en cuanto haya «enmiendas de ellos».
Calvario parlamentario
Por eso el Grupo Socialista está entre la espada y la pared, en un calvario parlamentario que no ha hecho más que empezar y que discurrirá en paralelo al goteo de nuevas excarcelaciones de agresores sexuales.
Oficialmente el discurso insiste en que la coalición no está rota y seguirá hasta que se disuelvan las Cortes Generales, pero el factor disruptivo de la ley del «solo sí es sí» puede ser determinante en cómo queda esta coalición zombi después de la meta volante de las urnas de mayo.
La convivencia formal solo tiene como objeto ver quién es el que antes pierde el pulso que PSOE y Podemos sostienen sobre el mantra de que el que aparezca ante la opinión pública como responsable de la ruptura del pacto es el que más saldrá perdiendo. Pero si tanteas dentro de la organización socialista, la sensación de incertidumbre sobre lo que pueda ocurrir después de las autonómicas y municipales es clara. Parecido consenso hay en el PSOE sobre cuáles son las intenciones que creen ver en Podemos y, sobre todo, en Pablo Iglesias.
También fuera del discurso oficial del Gobierno los análisis que se escuchan en la órbita socialista comparten pesimismo sobre el futuro electoral del partido a nivel nacional. Incluso, en los segundos niveles del Ejecutivo, secretarías de Estado, tienen asumido que el PSOE no tiene capacidad de remontada y que perderá las próximas elecciones generales. Y que en el mejor de los casos solo podría sumar con una mayoría «Frankenstein» ampliada porque con los socios que tiene en la actualidad no le será ya suficiente.
Esto supone admitir que el PSOE renuncia a una mayoría social, que tampoco tuvo ya en las anteriores elecciones generales, con el coste que supone que sus siglas dejen de ser previsibles, en cuanto a lo que defienden y proponen, para el electorado socialista más tradicional.
Si dentro del PSOE hay pesimismo sobre el futuro, tiene lógica que hayan llegado también a la conclusión de que Iglesias juega con la misma baraja de cartas que ellos. Es decir, que el exvicepresidente del Gobierno no trabaja con la idea de una reedición de la coalición, sino con la obsesión de acertar en la estrategia de los morados para reubicarse en la oposición sin perder su autonomía por quedar bajo el control del liderazgo de Yolanda Díaz.
En este incómodo marco, al PSOE ya no le parece tan cómodo el debate de la moción de censura porque dudan de que tengan la fuerza para aprovechar esa coyuntura para cimentar a sus socios. El pegamento de la campaña contra la «extrema derecha» puede dejar de ser eficaz cuando las elecciones obligan a marcar diferencias y el principal problema del presidente del Gobierno ha vuelto a ser Pablo Iglesias.
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