Tensión

Pablo Iglesias regresa para dinamitar Unidas Podemos

En el Congreso se le señala como causante de la división por su lucha con Yolanda Díaz y se recela de su intervencionismo

Pablo Iglesias en el mitin de cierre de campaña de Unidas Podemos en Vicálvaro
Pablo Iglesias en el mitin de cierre de campaña de Unidas Podemos en VicálvaroDavid JarLa Razon

En dos meses se cumplirán dos años desde que Pablo Iglesias decidiera abandonar la política institucional tras su batacazo en las urnas en su intento de disputarle la presidencia de la Comunidad de Madrid a Isabel Díaz Ayuso. Entonces confesó que no tenía intención de volver a la política de primera línea, pero no escondió que existían otras maneras de seguir en la política activa. Y no mintió. El exsecretario general sigue influyendo en el panorama político, y más en el de su partido, desde las redes sociales y los medios de comunicación.

Si bien no tiene ningún cargo orgánico en el partido que fundó, Podemos y, por lo tanto, no acude a las ejecutivas semanales de la dirección nacional, es el líder «in pectore» de Podemos. Su influencia en el partido es notoria y así lo reconocen dentro del grupo confederal en el Congreso de los Diputados a este diario, aunque en público los portavoces oficiales traten de desligarse de la sombra de Iglesias, asegurando que sus intervenciones en medios y opiniones se corresponden con su opinión personal.

Esta semana, el exsecretario general ha vuelto a confirmar que marca la línea política del partido. Desde sus redes y comentarios ha conseguido «romper» a Unidas Podemos, según explica una fuente del grupo ante la crisis que estalló esta semana en el Congreso cuando él mismo desautorizó expresamente al negociador de su propia confluencia que llevaba tres años liderando los avances que se estaban dando con otros grupos para derogar la ley de Seguridad Ciudadana. Era el líder del PCE, Enrique Santiago, que había trabajado con el PSOE y la mayoría de la investidura para cambiar la «ley mordaza» aprobada por el PP.

Iglesias, desde fuera del Congreso, logró hacer valer su poder y se alió con ERC y Bildu a su negativa a aprobar la reforma de la ley si no incluía la prohibición de las pelotas de goma y las devoluciones en caliente, ajenas a la ley y aunque su grupo votó a favor de derogar la ley con el PSOE, acabó responsabilizando a Unidas Podemos –a IU y los comunes– por no llegar más lejos en la ley. «Se equivocaron», lanzó y los situó con el PSOE, mientras que desde Unidas Podemos se acusaba a ERC y Bildu de dejar escapar la posibilidad de acabar con la ley de Seguridad Ciudadana.

Dentro del grupo parlamentario, este movimiento sentó muy mal al darse la imagen de que la izquierda no había sido capaz –otra vez– de ponerse de acuerdo en una de sus banderas más icónicas, y distintas fuentes consultadas por este diario apuntan a «la mano de Iglesias», a quien definen como el «líder en la sombra» de Podemos. Estas fuentes no ocultan el hecho de que Santiago se encuentre muy próximo a la vicepresidenta Yolanda Díaz y encuadran este movimiento de Iglesias en su particular guerra contra la líder que él mismo nombró a dedo como sucesora y líder de Unidas Podemos. Santiago había sido muy próximo a Iglesias hace apenas dos años y fue fulminado de su cargo de secretario de Estado y número dos de Ione Belarra en el Ministerio de Derechos Sociales, el pasado verano por su apoyo a Díaz en medio del fracaso de la negociación para la coalición de izquierdas en las elecciones andaluzas.

En el ala netamente morada de la confluencia, se defendía que Enrique Santiago debía haberse posicionado junto a ERC y Bildu, los aliados prioritarios para Podemos, con el fin de proteger la mayoría de la investidura y se acusaba al PSOE de girar a la derecha, mientras que el resto de Unidas Podemos ve una pinza Iglesias-ERC poco rentable para los intereses electorales de Unidas Podemos de cara al 28-M debido a la competición de los morados con ERC y Bildu tanto en País Vasco como en Cataluña, por lo que el enfado es notable.

Aun así, el grupo confederal busca fórmulas para parar la guerra abierta en el grupo parlamentario que, según analizan diversas fuentes, se resume en el pulso abierto entre Podemos con Yolanda Díaz a causa de la negociación política de cara a las próximas elecciones generales, donde los morados piden ser la principal fuerza del nuevo espacio que se está construyendo bajo Sumar. Se responsabiliza, en parte, a Iglesias por esta batalla que termina afectando a la acción legislativa en el Congreso y al partido por poner condiciones a la vicepresidenta en una fase muy embrionaria todavía de su proyecto. Parte de la confluencia de Unidas Podemos ya ha advertido oficialmente a la dirección morada que, de nuevo, esta semana, lo que se ha trasladado a los medios es que «nos estamos peleando todo el rato» y piden una tregua.

No es la primera vez que Iglesias ha demostrado que sigue dirigiendo el partido y acaba consiguiendo la máxima proyección pública, por encima de la que obtiene la secretaria general, Ione Belarra, a la que acaba «diluyendo» según lamentan distintas fuentes. En noviembre fue él quien elevó la tensión con Díaz al pedirle que «respetara» a Podemos y, este mes, aunque el partido ya pidió a la vicepresidenta primarias abiertas, su exigencia en público fue la que más repercusión tuvo.