El Rey abdica
Inglaterra: no a la abdicación
La decisión del rey Don Juan Carlos coincidió precisamente con el 61º aniversario de la coronación de Isabel II. A pesar de que algunos rotativos británicos se preguntaban ayer si la soberana debía seguir los pasos del monarca español, la palabra abdicación no existe en el vocabulario de Buckingham Palace. Con 88 años, la reina de Inglaterra no puede tener la mente más lúcida, las piernas más ágiles y la popularidad más alta. Los expertos señalan además que los votos que ha renovado en reiteradas ocasiones en público reflejan que nunca renunciará a un trono que, como devota cristiana, considera un don de Dios.
La abdicación nunca ha sido una tradición en la monarquía británica, una de las más longevas de Europa. Pero curiosamente, Isabel II jamás habría sido reina si no hubiera sido por una abdicación. Cuando su tío Eduardo VIII renunció en 1936 a sus poderes para poder casarse con la divorciada estadounidense Wallis Simpson, su padre, un nervioso tartamudo al que le daba pánico hablar en público, pasó a convertirse en Jorge VI.
Con todo, a principios de este año, la casa real británica anunció la fusión de las oficinas de prensa de Isabel II y de su hijo el príncipe Carlos, una decisión que se enmarcó como una «sucesión tranquila». Es cierto que la reina ha reducido al máximo sus viajes al extranjero y que la agenda del heredero cada vez es más apretada. El año pasado Carlos representó a su madre por primera vez en una cumbre de la Commonwealth en Sri Lanka.
Por su parte, los príncipes Guillermo y Enrique también han dado un vuelco a sus carreras. El primero ha comenzado este año en la Universidad de Cambridge un programa de estudios de agricultura concebido especialmente para sus necesidades, para poder ocuparse más de la gestión del ducado de Cornualles. Su hermano pequeño también ha cambiado las misiones de combate en Afganistán por un trabajo de oficina en apoyo a los veteranos de las Fuerzas Armadas. Pero los expertos recalcan que una cosa es delegar y otra muy distinta abdicar. Las encuestas no pueden jugar más a su favor. El 69% de los británicos apoya a la monarquía y el 80% cree que, mientras la salud se lo permita, Isabel II debe seguir como jefa de Estado.
En definitiva, que a Carlos no le queda otra opción que seguir esperando. Cumplidos los 66 años, el príncipe de Gales se ha convertido en la persona que más tiempo lleva en la historia del Reino Unido como heredero a la Corona. El que ostentaba antes el título era Eduardo VII, que esperó 59 años, dos meses y 13 días en convertirse en rey. Unos lo ven como el eterno heredero. Otros simplemente como el hombre que no supo hacer feliz a Diana. Hasta hace bien poco, nunca había despertado grandes simpatías entre el pueblo. Pero en una encuesta publicada a principios de año, superó por primera vez en una década a su hijo. El 53% de los británicos considera que es la persona adecuada para suceder a la monarca, con respecto al 31% que apuesta por Guillermo.
En su vida profesional, los asesores de Palacio no han sabido encontrar a Carlos su sitio, un espacio donde pudiera desenvolverse con soltura y en el que lograra ocupar sus horas evitando así ofrecer la imagen de hombre desorientado sin otra cosa que hacer que esperar un trono que nunca llega. Así que ha tenido que entretenerse con las que dice que son sus dos pasiones: los productos ecológicos y la arquitectura. Ésta última ha causado algunos problemas a Palacio debido a comentarios poco adecuados para una persona de rango. En los años ochenta, por ejemplo, sus planes para estimular «la rehabilitación del centro de Londres» irritaron profundamente a Margaret Thatcher. En 2010, su total oposición a un proyecto inmobiliario de la empresa Qatari Real Estate Investment llevó supuestamente a la familia real qatarí a retirar su apoyo al proyecto inicial del conocido arquitecto Richard Rogers. En su lugar, Carlos pidió tomar en consideración el trabajo de su arquitecto favorito, Quinlan Ferry, rompiendo así toda la neutralidad que se le presupone.
El portavoz de Clarence House –su residencia oficial– asegura que su «tono será más discreto» cuando ocupe el trono, pero él no parece muy dispuesto a cambiar de hábitos. Es más, en una polémica entrevista hace tres años, el príncipe de Gales aseguró que sería un «aire fresco en Palacio» y que si esto no gustaba a sus padres «mala suerte».
Al otro lado del Canal de la Mancha, la reina Beatriz de Holanda, siguiendo una larga tradición familiar, cedió el trono a su hijo Guillermo en abril de 2013, convirtiéndole en el primer monarca varón de los Países Bajos desde finales del siglo XIX. Aprovechando su 75 cumpleaños, la «reina de la eterna sonrisa» dejaba el testigo al príncipe Guillermo y su esposa Máxima Zorreguieta, que han renovado y modernizado la Casa Real tras 33 años de reinado. Beatriz era la sexta monarca de la Casa de los Orange tras la abdicación de su madre, la reina Juliana, que cedió el trono a su hija por problemas de salud mental cuando tenía 71 años, pero también como hizo su abuela con su madre. Previamente, en 2011, el Parlamento holandés tuvo que dar su visto bueno a que Máxima se convirtiese en reina de los Países Bajos, preparando así el camino llegado el momento de que Guillermo ascendiese al trono. La izquierda perdió ese pulso, pues consideraba anacrónico que la esposa de un rey se convierta, de forma automática, en la soberana del país.
Tan sólo unos meses después, en el mes de julio, Alberto II de Bélgica, con 79 años de edad, decidió abdicar en su hijo, también llamado Felipe. En esa ocasión, las palabras escogidas –muy cercanas a las utilizadas por Don Juan Carlos– fueron: «Después de 20 años de reinado, estimo que es el momento de pasar la antorcha a la generación siguiente. Constato que el príncipe Felipe está bien preparado». En su caso, la decisión fue tomada a raíz de un escándalo fiscal relacionado con la reina Fabiola, pero especialmente por una supuesta aventura extramatrimonial de la que surgió una hija ilegítima. Esta mujer, Delphine Boël, bien conocida de la Prensa, llegó a solicitar a la Justicia belga someter a pruebas de ADN al príncipe heredero y a su hermana Astrid con el fin de demostrar su parentesco con el monarca.
Después de Isabel II, el monarca más longevo es Harald V de Noruega, de 77 años, quien heredó el trono en 1991, aunque desde 1990 ejerció de regente ante el empeoramiento de la salud de su padre, el rey Olaf. Por su parte, el rey Carlos Gustavo XVI de Suecia, de 68 años, ha sabido sortear varios reveses que han amenazado el trono al que accedió hace 41 años. Se vio obligado a pedir perdón públicamente ante un escándalo relacionado con repetidas infidelidades. Mientras, la reina Margarita II de Dinamarca, de 74 años, permanece en el trono desde 1972.
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