Ministro de Exteriores

José Manuel Albares: La diplomacia entre sombras

El ministro de Asuntos Exteriores encarna en momentos convulsos el perfil que le gusta a Pedro Sánchez: hermético, pero eficaz

Ilustración José Manuel Albares
Ilustración José Manuel AlbaresPlatónLa razón

«No venimos a Rabat a exhibir fotos, sino resultados». Así de tajante se mostraba el ministro de Asuntos Exteriores de España, José Manuel Albares, en su última comparecencia en el Congreso de los Diputados ante las preguntas de la oposición sobre la reciente cumbre hispano-marroquí. Un encuentro en el que el presidente del gobierno, Pedro Sánchez, llegó al país vecino con una comitiva de hasta doce ministros y recibió el plantón del Rey de Marruecos, Mohamed VI, por encontrarse en Gabón. Frente a las críticas del PP, el titular de Exteriores no aclaró el desplante del Monarca alauíta para no recibir al jefe del Ejecutivo español, ni tampoco aclaró el volantazo realizado por nuestro país en la cuestión del Sahara Occidental, sobre lo que se ciernen multitud de especulaciones. Con su habitual hermetismo, Albares se limitó a decir que la solución a este conflicto, que dura ya medio siglo, queda en manos de Naciones Unidas, y pasó de puntillas por la denuncia de las empresas españolas que operan en Argelia, y que ahora ven lesionados sus intereses por el giro del gobierno español hacia Marruecos.

En los pasillos del Palacio de Santa Cruz, sede de la diplomacia española, reina un velo de silencio sobre las decisiones de política exterior, y muy en especial con el cambio de estrategia hacia el Sahara Occidental y las relaciones con Marruecos. «Más sombras que luces», dicen algunos veteranos diplomáticos ante la falta de explicaciones concretas sobre esta nueva acción en las siempre complejas relaciones con el país vecino. Ante las numerosas interpelaciones de la oposición, el ministro Albares insiste en que la cooperación con Marruecos está mejor que nunca y que el Rey Mohamed VI ha emplazado a Pedro Sánchez a un próximo encuentro personal. «Lo que cuentan son los resultados», insiste el titular de Exteriores, que perfila ahora las prioridades de su departamento: Apoyo sin fisuras a Ucrania, cumbre de la OTAN en julio, mejora de las relaciones con Estados Unidos por el giro en el Sahara hacia su gran aliado estratégico Marruecos, y presidencia española del semestre europeo, cuya gira preparatoria ya ha iniciado el presidente Sánchez en compañía de José Manuel Albares.

El ministro no se sale del guion jamás. Frente a quienes le acusan de falta de transparencia, defiende que la discreción impera en el mundo diplomático. Sus comparecencias ante la Comisión de Exteriores del Congreso han estado siempre marcadas por un absoluto hermetismo sobre las dos cuestiones reclamadas por la oposición: las posibles concesiones a Marruecos y sí realmente se informó a Argelia sobre la nueva política española en relación al Sahara Occidental. Fiel a su estilo, el ministro nunca ha desvelado más detalles y se esfuerza en reiterar que el acuerdo con el Reino Alauíta no supone un gran bandazo respecto a la anterior postura de España. No ha convencido a ningún grupo parlamentario, en especial a sus propios socios de Podemos y separatistas, que le acusan de opacidad, mentiras, unilateralismo, traición al pueblo saharaui y abrir una brecha con Argelia, principal suministrador de gas natural a nuestro país. Albares no se inmuta y asegura que la posición española es similar a la de Francia o Alemania.

Desde su llegada al Palacio de Santa Cruz, sede de la diplomacia española, ha vivido el horror de Afganistán, el polvorín migratorio de Ceuta y la crisis con Marruecos tras la llegada a España del líder del Frente Polisario. José Manuel Albares Bueno, ministro de Asuntos Exteriores, Unión Europea y Cooperación del Gobierno de España encarna en momentos convulsos el perfil que le gusta a Pedro Sánchez: hermético, pero eficaz. Muy alejado de estridentes declaraciones, este diplomático educado y sutil ha conseguido lo que parecía imposible, reconducir las complejas relaciones con Marruecos, calmar al propio Rey alauíta y organizar la cumbre hispano-marroquí aunque con la ausencia del Monarca para la foto con Sánchez, ahora pospuesta. En Moncloa aseguran que es uno de los ministros más cercanos y de mayor confianza del presidente. Su rostro saltó a la luz pública en la famosa foto a bordo del Falcon junto a un Pedro Sánchez en «plan Kennediano» con amplias gafas oscuras. Una imagen muy a la americana que empezó a dar a conocer a José Manuel Albares. Sin embargo este diplomático de carrera, nacido en el madrileño barrio de Usera, conocía ya a Pedro Sánchez por su militancia desde hace veinte años en el Partido Socialista de Madrid.

Licenciado en Derecho por la Universidad de Deusto, diplomado en Ciencias Empresariales, estudió en Boston y Tánger, fue Cónsul en Bogotá y consejero de la Representación Permanente de España ante la OCDE. Asesor en relaciones internacionales de Pedro Sánchez en su primera etapa como líder del PSOE, al llegar a La Moncloa tras la moción de censura contra Rajoy le nombró secretario general de Asuntos Internacionales, Unión Europea, G20 y Seguridad Global, con rango de subsecretario. Albares abandonó entonces su puesto como consejero cultural en la Embajada española en París. De esta etapa y su matrimonio con la jueza francesa Helen Davo, asesora personal de Emmanuel Macron, proceden sus buenas relaciones con las autoridades de Marruecos. En febrero de 2020, Sánchez le nombró Embajador en París y ante el Principado de Mónaco. El 10 de julio de 2021, tras la remodelación del gobierno, sustituyó a González Laya en Exteriores. Padre de cuatro hijos y leal asesor de Sánchez, intentó arreglar los desaguisados de su antecesora, entre ellos la crisis con Marruecos tras la entrada en España del líder del Frente Polisario.

En fuentes diplomáticas destacan su estilo sin alharacas, aunque lamentan algunas sombras y falta de transparencia en las decisiones. De pequeña estatura, pero con una gran cabeza, su máxima en comunicación es la discreción, ya que por su trabajo como embajador sabe lo fácil que es destrozar una negociación por una salida de tono. «Mejor ser eficaz que brillar», dicen sus colaboradores que es su hoja de ruta.