Partidos Políticos

La autodestrucción de la izquierda

En Podemos reconocen que «Iglesias necesita a Errejón tanto como Errejón a Iglesias» aunque la relación es mala, mientras que el PSOE busca candidato en un casting donde pesa más la fidelidad a Ferraz que gobernar en Cibeles

Pablo Iglesias y Pedro Sánchez han tenido que lidiar esta semana con sendas polémicas en sus formaciones de cara a las próximas citas con las urnas
Pablo Iglesias y Pedro Sánchez han tenido que lidiar esta semana con sendas polémicas en sus formaciones de cara a las próximas citas con las urnaslarazon

En Podemos reconocen que «Iglesias necesita a Errejón tanto como Errejón a Iglesias» aunque la relación es mala, mientras que el PSOE busca candidato en un casting donde pesa más la fidelidad a Ferraz que gobernar en Cibeles.

La gravedad de toda crisis interna suele ser directamente proporcional a los esfuerzos por taparla. Hubo fotografía de Pablo Iglesias entre unos esquivos Íñigo Errejón y Ramón Espinar, pero poco más. La escenificación evitó el cisma, pero la frialdad entre los dirigentes plasmó la gravedad del momento. A la vista de todos, hecho el posado con caras de poema trágico, el secretario general apenas permaneció unos instantes en la sala certificando que en la vida, y mucho menos en política, no conviene fiarse de las apariencias.

La jornada del pasado jueves resultó frenética en el despacho de Iglesias. Por allí fueron desfilando desde Pablo Echenique hasta Juan Carlos Monedero, entre otros, y finalmente el propio Errejón. El pragmatismo se impuso. «Pablo necesita de Íñigo, tanto como Íñigo de Pablo», reconocen los morados. Madrid es la plaza estratégica sobre la que pilotar el nuevo asalto a La Moncloa. Se trata de «cuidar», en palabras de Iglesias, de Podemos. Pero no quiere decir que de puertas adentro haya regresado la calma, ni mucho menos. Nadie puede saber lo que sucederá de aquí a las citas con las urnas. Aunque todos aventuran un tortuoso camino hasta entonces. Para muestra, la apuesta de Errejón por Tania Sánchez como su número dos de la candidatura. Tras su salida del Consejo Ciudadano Estatal y el trágala de Espinar en el tercer puesto, la elección de su segunda de abordo fue una de las necesarias concesiones de Iglesias en su negociación con Errejón. Había que sellar la tregua.

La designación tenía su lógica ya que Tania lleva meses trabajando para Errejón, pateándose barrios y pueblos de la Comunidad de Madrid. Sin embargo, «no ha sido la mejor forma de iniciar el armisticio», reconocían entre bambalinas los pablistas. Tania Sánchez ha penado en el último año su cambio de bando al errejonismo en puertas de Vistalegre II pasando de jugar un papel relevante dentro del grupo parlamentario de Unidos Podemos en la Carrera de San Jerónimo a verse marginada. El lugar más alejado de Iglesias y, claro está, de la mujer más poderosa de la organización, Irene Montero. Pero, la toma de represalias ahora queda circunscrita en lo inmediato a Carolina Bescansa. El terremoto interno causado por su propuesta a Íñigo Errejón para cerrar una alianza con la que arrebatar el liderazgo de Podemos cortó la digestión a Pablo Iglesias. Literalmente. El secretario general almorzaba en el comedor de la tercera planta de la Cámara Baja cuando su portavoz parlamentaria le enseñó en su móvil el documento interceptado en Telegram. No llegaron a probar el postre. Con todo, Iglesias ha preferido comprar el «desconocimiento» de la conspiración de Errejón, aun cuando se citó una hora antes de la filtración con la propia Bescansa. A estas horas, la cúpula morada aspira a que sea ella misma quien dé el paso a un lado y deje su acta de diputada. Las presiones en ese sentido arrecian. El tiempo se agota. A la espera de la marcha de la también fundadora de Podemos, «por las buenas o por las malas», avisan en el núcleo duro de Iglesias, la acumulación de cuentas pendientes mantiene desgarrado el proyecto morado.

En las actuales circunstancias de Podemos, el PSOE tendría que estar dando saltos de alegría. Sin embargo, en Ferraz no se respiran precisamente aires de fiesta. Más bien al contrario. De hecho, han comenzado a volar los cuchillos. La antigua FSM tiene una larga tradición autodestructiva. Así es. Si el PP ha dominado durante décadas la política madrileña es, en parte, gracias a la inestimable colaboración de la izquierda, siempre más ocupada en las broncas dentro de sus propias filas que en constituirse como alternativa. Y esta vez el patrón se repite.

Aunque su papel fue de emisario de Pedro Sánchez, el jefe de filas del PSOE-M, José Manuel Franco, ha abierto la caja de los truenos con su tanteo a Manuela Carmena sobre su disposición a cambiar Ahora Madrid por el puño y la rosa como cartel en las próximas municipales. Como cabía esperar, el embrollo del café informal de Franco con Carmena, en el mes de diciembre, acabó en fracaso y ha lesionado gravemente la imagen del partido. Hay quienes en el seno del socialismo madrileño repiten estos días, como un viejo mantra, que el problema del PSM es que está muy lejos de Cibeles pero demasiado cerca de Ferraz.

El caso es que la compleja situación del PSOE en Madrid ha quedado visualizada por una evidente falta de banquillo. Sánchez juega con la sorpresa y el misterio a propósito de una candidata «potente» a la alcaldía de la capital, dando por descontado que los podemitas están condenados a un descalabro junto a plazas tales como Barcelona, Zaragoza o Valencia. El «dime de qué presumes y te diré de qué careces» resulta aplicable al líder del PSOE que está mostrando un comportamiento propio de liderazgos cesaristas. Él, y sólo él, tiene en mente un puñado de nombres de la mujer, a priori sin carné del partido, que pueda hacer ticket electoral con Ángel Gabilondo.

Lo que sí aseguran fuentes que por su cercanía a Sánchez deben conocer su apuesta, es que la candidata va a representar un «golpe de efecto mediático». Hay quien en la cúpula especula abiertamente con un «perfil rompedor», pero, según se deja caer, «ninguna carmonada». Una pica en toda regla a la querencia por los focos de Antonio Miguel Carmona, la apuesta en 2015, que, a pesar de su defenestración, sigue siendo el edil más conocido de los nueve que componen su grupo municipal.

Así las cosas, todos los ojos de la política nacional están puestos en Madrid. Sin duda, lo que ocurra en 2019 en las elecciones municipales y autonómicas en la capital de España será un referente para las generales. La batalla, seguro, va a ser larga. Y dura. Aunque será mucho más dura, si los elegidos no cumplen con las expectativas.