Laura L. Álvarez
La generación «C»
Fueron los primeros en disfrutar del Estado del Bienestar, los idiomas los catapultaron al exterior y dejaron de lado los complejos de generaciones anteriores. Crecieron con «Los Goonies» y «Mecano» en cinta de casete, pero el «crack» de 2008 frustró muchas de su expectativas. Aún así, los del '78 se sienten orgullosos de ser españoles y afortunados por ser los primeros «hijos de la Constitución»
Fueron los primeros en disfrutar del Estado del Bienestar, los idiomas los catapultaron al exterior y dejaron de lado los complejos de generaciones anteriores
Son la «generación del choque», la primera que nació en la democracia y la pionera en disfrutar del Estado del Bienestar. Gozaron del máximo desarrollo que experimentó España en los noventa y aquella que con la crisis de 2008 vio frustradas sus expectativas. Una generación que incluso ha puesto en cuestión la propia democracia que les dejaron en herencia sus padres, al ver que no se cumplía la promesa, en todos los casos, de «una vida mejor». Así elabora Roberto Luciano Barbeito, sociólogo de la Universidad Rey Juan Carlos de Madrid, la radiografía de los 636.892 niños que nacieron en 1978: 51,77% hombres y 48,22%, mujeres. En términos generales, el experto los define como optimistas y viajeros, una cohorte «poco acomplejada» que rompió con los tabúes de sus predecesores. Los idiomas les proyectaron al exterior, urbanitas de pro y «mileuristas». El «urban dance» y hip hop triunfaba entre los jóvenes más de barrio, mientras que los «hipsters», según Barbeito, comenzaban a lucir sus barbas y estilos de vida basado en un consumismo sofisticado. «Aún así, los del ‘78 son conscientes de sus recursos decrecientes y los han ajustado a su estilo de vida. Conciben las alternativas de trabajo y de modo de desplazamiento, son personas que asumen los cambios con mayor flexibilidad, que retrasaron la crianza y la emancipación y que tomaron como propio el espacio público para la protesta y el entretenimiento», argumenta. La manifestación de este último apunte fue el fenómeno del botellón, con el cual mostraban que «dan más valor a estar juntos y gastar poco dinero, que acudir a un espacio adecuado y cómodo». Uno de cada tres abandonó la enseñanza obligatoria, muchos de ellos tras sucumbir ante el «boom» inmobiliario. Su carácter es principalmente crítico y de ellos nació, según el sociólogo, el 15-M «con el que expresaron ese enfado y la convicción de que el sistema político democrático desde un punto de vista representativo no es suficiente y que hay que buscar calidad de la democracia, no solo cantidad». Estos son los datos, el punto de partida del análisis sociológico de una quinta a la que LA RAZÓN da voz a través de tres de sus integrantes. Tres personajes influyentes que han ejercido de embajadores de la cultura y tradición española y que ahora definen lo que les une como parte de esa «generación C». Niña Pastori nos recibe en medio de la frenética presentación de su nuevo disco «Bajo tus alas», que bien podría ser una alegoría del amparo constitucional bajo el que vino a este mundo y conformó a una prole que Pastori define como «estupenda». «Somos los que hemos dado el impulso al papel de la mujer en la sociedad, la educación ha sido fundamental para ello. Nos hemos abierto nuestro propio camino, hemos forjado nuestra economía a base del trabajo. Hemos roto con la dependencia del hombre. Ya no estamos ahí para tener la casa recogida, la comida puesta y la ropa planchada. Hemos luchado por repartir nuestras tareas para ser iguales y que se nos respete», asegura la artista que, para dar ejemplo, asegura que su marido, «Chaboli», es quien está ahora en casa con los niños mientras ella se encuentra de gira. «Antes esto era inconcebible», añade. La música que acompaña, como no podía ser de otra manera, a la generación de Pastori es Ketama, Pata Negra, Raimundo Amador, Camarón y Rosario, «que fue un bombazo», recuerda. Son los jóvenes enganchados al Tetrix y el Super Pang, los que disfrutaban en familia y con amigos jugando de pequeños al mentiroso «acompañados de un simple paquete de pipas», reconoce. La artista asegura que se siente afortunada por ser «hija constitucional», por haber nacido en un país donde la educación y la sanidad han brindado un bienestar que resultaba impensable a sus padres y a sus abuelos. «Pero yo quiero siempre más para mi país, lo mejor, que evolucionemos siempre de manera positiva. No nos podemos conformar con lo que tenemos», sentencia.
Desde luego conformismo no es una etiqueta que se pueda asociar a Miguel Abellán, torero de esta generación criado el madrileño barrio de Usera en el seno de una familia «humilde humilde» y curtido en mil plazas. Para él, los valores que le inculcaron sus padres y los que de alguna manera marcan a esta quinta, poco tienen que ver con los que percibe en la juventud actual. «En mi casa nos han enseñado a conseguir las cosas a través del esfuerzo y el sacrificio. Mi padre, desde bien chiquitito, me enseñó que antes de derechos, tengo obligaciones». Aunque reconoce que le «chirriaba» escuchar a «los mayores» lo mucho que habían luchado para conseguir todo, ahora admite que «estaban totalmente en lo cierto». «A mi me costó la vida misma tener cuatro pesetas. Tengo más de 60 quirófanos y sé lo que es ganarse el pan. Si me sale un hijo y me dice que la ilusión de su vida es ir a un programa de televisión pensaría ¿en qué momento me he equivocado?». El maestro, que en sus inicios hasta tuvo que colarse en el metro para ir a la escuela taurina «porque realmente no tenía» reflexiona sobre los motivos por los que se ha llegado hasta este punto. «En parte, porque los encargados de cuidar esas mentes privilegiadas, capaces de sostener un país, de emprender, no lo han hecho y la gente se ha tenido que ir fuera a buscarse la vida». Esa es la gran estafa que muchos de esta «Generación C» han sentido y que tiene sus consecuencias en los chavales de ahora, «donde impera el mayor rendimiento con el menor esfuerzo». Pero, lejos de echar balones fuera, cree que invertir esta peligrosa tendencia es una responsabilidad de todos. «Esto sólo se cambia con educación y no va a ser de la noche a la mañana. Ahora no puedes decir a los niños: “venga, fuera móviles.” No podemos decir que no tienen espíritu de sacrificio si no se lo hemos inculcado antes». Pero Abellán, que creció con «Los Goonies», con el «Un dos tres», dejándose la garganta con «Héroes del Silencio» y que flipaba con el cine fantástico («que ahora lo ves y te da un poco la risa pero entonces era como ¡guau!») valora especialmente España porque ha podido comparar. «He tenido la suerte de viajar y creo que he nacido en el mejor momento y en el mejor país: tenemos un sistema de sanidad cojonudo, una enseñanza publica cojonuda, la calidad de vida, el clima, la dieta... Lo tenemos todo». Aunque, siempre hay margen de mejora: «Hay que fomentar que la gente que se prepara, que lucha, tenga más opciones. Por ellos mismos y porque nos haría mejor a nosotros como país».
El profesor Barbeito recuerda que «con esta generación se retomó la emigración, que en España era un fenómeno que había casi desaparecido a principios de los 80. La crisis económica les forzó a ello». Sin embargo, Fran Perea, que nació el 20 de noviembre de 1978, día, mes y año inolvidables, trata de buscarle la cara positiva al «crack» del 2008. «En cierto modo nos vino bien, porque hasta ese momento había un desinterés político brutal, la crisis provocó que la gente que teníamos viente años tomásemos conciencia de que el futuro estaba en nuestras manos. Así empezamos con movimientos que culminaron con el 15-M. Este fue el resultado de toda esa implicación de la gente de nuestra generación», dice el cantante, actor y escritor. Según cuenta, aunque él sólo haya conocido la democracia, en su casa siempre le relataron lo vivido en épocas anteriores. «Siempre hubo una mirada a la historia en mi hogar. Me interesa mucho lo que vivieron mis padres y ellos siempre me lo han hecho saber, así como lo que relataban mis abuelos. Las dificultades por las que pasaron, la dictadura...». Estas experiencias es lo que le lleva a sentenciar que lo que identifica a la «generación C» es «la suerte de vivir en democracia. Esto nos ha dado la posibilidad de realizarnos o, al menos, de hacerlo más de lo que pudieron nuestros progenitores. Estudiar las carreras que queríamos, gozar de una buena educación, de sanidad. A veces no somos conscientes de la suerte que hemos tenido», reconoce. Para el artista, su quinta es, sin duda, la de «la EGB, la que vio nacer el ''grunge'' y la que se encontró con internet. Y nos hemos sabido adaptar a todo», dice entre risas. Eso sí, se pone serio cuando pide a la democracia española apostar más por la cultura porque así es como «seguirán creciendo generaciones más libres, con más criterio y mejores con valores». ¿Su consejo para conservar la democracia que tenemos? «Implicándonos todos en el día a día. Somos seres humanos gregarios, debemos organizarnos y conseguir una buena convivencia».
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