Primarias en el PSOE
La gestora quiere repensar las primarias tras el «fiasco» de Pedro Sánchez y Borrell
Busca que la voz de los militantes se pondere respecto a la de los dirigentes, que han perdido influencia en las decisiones
Busca que la voz de los militantes se pondere respecto a la de los dirigentes, que han perdido influencia en las decisiones.
Ferraz ya ha puesto a funcionar el equipo llamado a rediseñar el proyecto político del PSOE de cara al proceso de «refundación» que quiere iniciar el partido a partir del Congreso extraordinario de «antes de verano». Decididos a cerrar el capítulo de la mayor crisis interna de su historia y con desafíos tan acuciantes como recuperar el espacio ideológico cedido a Podemos por la izquierda, la gestora no quiere dar nada por sentado y planea –sobre la base del último documento de referencia: las conclusiones de la conferencia política de 2013– «repensar» algunos de los pilares básicos que han definido la estrategia, el proyecto y el programa hasta ahora. Dentro de este proceso de redefinición tendrán cabida las primarias. El procedimiento actual de elección interna del liderazgo y candidaturas del partido no acaba de convencer a todos los sectores del PSOE, que piensan que se debe reformular. No está claro, sin embargo, cómo abordar los eventuales cambios, aunque sí se han identificado las lagunas o puntos flacos del sistema a día de hoy.
En el PSOE existen dos tipos de primarias. Por un lado, están las abiertas, que se emplean para elegir al candidato del PSOE a la Presidencia del Gobierno. Es una elección que, técnicamente, está desvinculada del liderazgo del partido y en la que pueden votar tanto militantes como simpatizantes. Quienes no tengan carné del partido podrán participar previo pago de una cuota de dos euros y tras firmar un compromiso en favor de los valores socialistas. El problema de esta fórmula es que permite la injerencia de personas ajenas a la ideología del partido que podrían reventar el resultado. Para evitar las interferencias externas se prevén las primarias cerradas, en las que sólo los afiliados pueden votar, en este caso, al secretario general del PSOE. La disyuntiva surge a raíz del nivel de representatividad que tiene el voto de 176.000 militantes –el censo actual aproximado, según datos de la gestora– en un partido con cinco millones de votantes en las últimas elecciones.
Sobre el sistema que se debe implantar existen también varias corrientes. La presidenta de Andalucía, Susana Díaz, defiende –por ejemplo– que al secretario general lo elijan militantes y simpatizantes para que la muestra sea más representativa y se dé cabida a más socialistas que a los meramente inscritos. Sin embargo, esta fórmula cuenta con la oposición de otro sector, que ve en el caso de las primarias de la derecha de Francia -en las que los votantes de izquierda se movilizaron para evitar que ganara Nicolas Sarkozy- el efecto que provoca abrir en exceso un proceso que debe tener carácter interno. También están los que abogan directamente por eliminar las primarias: pesos pesados del partido y dirigentes más renovados de lo que tradicionalmente se entiende por la «vieja guardia», que consideran que no obedecen a la «cultura de partido» y que visto el «fiasco» de Pedro Sánchez y Josep Borrell –los dos únicos candidatos elegidos en este proceso– deberían cuando menos replantearse, ya que alimentan el divorcio existente entre bases y dirigentes auspiciado por el propio Sánchez.
Otra de las vertientes, quizá la más ambiciosa, explora la opción de lograr un equilibrio: mantener las primarias, pero moderando el poder de la militancia en ellas. Se trabaja en la fórmula para ponderar la capacidad de influencia de los afiliados y la de los dirigentes, que en el proceso actual han quedado relegados y simplemente ratifican lo que las bases han decidido en las urnas. Con estas variables sobre la mesa trabajan en Ferraz, aunque son conscientes de que alumbrar un nuevo sistema es «complicado».
Rubalcaba, el impulsor
Aunque en los últimos meses se ha asimilado la estrategia de las primarias a Pedro Sánchez, no en vano él se presentaba como el primer secretario general elegido por las bases –Borrell fue designado como candidato a La Moncloa, no como líder del partido–, lo cierto es que fue su antecesor en el cargo, Alfredo Pérez Rubalcaba, quien puso a funcionar este sistema por las presiones recibidas desde la militancia y desde otras federaciones como la gallega. Algunos dentro del partido consideran a Rubalcaba el «culpable» de haber dotado a Sánchez del «botón nuclear» para someter toda decisión controvertida a las bases y sortear así el control de los dirigentes territoriales. En el debate de las primarias también hay que tener en cuenta el punto en que se encuentren entonces las relaciones entre el PSC y el PSOE. La comisión bilateral tendrá que decidir en el plazo de dos meses si se mantiene a los socialistas catalantes dentro de los órganos del partido y, por ende, si éstos tienen derecho a voto en la elección del secretario general o sólo pueden hacerlo en las primarias para la Presidencia del Gobierno.
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