Política

El desafío independentista

Las peligros de «limpiar» las calles

Los CDR colocan alambres y bridas o maderas con clavos para herir a los que quieren retirar lazos amarillos

Cada GDR tiene su grupo de Whatsapp y organizan quedadas semanales para ir a retirar lazos amarillos. Hay una veintena de grupos por todo el territorio catalán y donde más actividad tienen es en el interior de Cataluña/ Foto: Shooting
Cada GDR tiene su grupo de Whatsapp y organizan quedadas semanales para ir a retirar lazos amarillos. Hay una veintena de grupos por todo el territorio catalán y donde más actividad tienen es en el interior de Cataluña/ Foto: Shootinglarazon

Los GDR temen ser identificados mientras limpian las calles por temor a represalias de los propios vecinos.

La pugna por la calle en Cataluña se ha vuelto más tensa y sofisticada. La sociedad civil independentista, que ha monopolizado la vía pública durante años sin hallar resistencia, se ha dado de bruces ahora con un constitucionalismo cada vez más organizado y activo tras un largo letargo durante la mayor parte del «procés». Los episodios de tensión entre grupos de uno y otro signo son cada vez más asiduos y las expediciones para poner o quitar simbología separatista han adquirido una preparación más minuciosa.

Según denuncian algunos Grupos de Defensa y Resistencia (GDR), la réplica de los Comités de Defensa de la República (CDR) en el lado constitucionalista, las labores de limpieza se han convertido en una actividad mucho más ardua en las últimas semanas: ahora, según explican a este diario, se encuentran en muchas ocasiones con «trampas» cuando acuden a retirar la simbología independentista. «Antes colgaban los lazos, las pancartas o las banderas con cordeles, ahora ya lo hacen con bridas y alambres. Además, muchas veces ponen maderas con clavos para que nos hiramos cuando vayamos a arrancarlos», relata un componente de GARCE (Grupo de Acción y Resistencia de Ciudadanos por España), un grupúsculo que actúa por el Maresme y que cuenta con más de cincuenta miembros.

Estas tretas, en cambio, en ningún caso disuaden a los GDR, que han redoblado la intensidad de su actividad últimamente. Así lo reconocen otros miembros del mismo grupo, que se vanaglorian de cómo en algunos municipios ya han conseguido doblegar al independentismo y reducir sobremanera la cantidad de insignias en la vía pública. «En muchos sitios ya han dejado de volver a poner los lazos. Se han cansado, porque cada vez que los vuelven a poner, nosotros los quitamos», asegura un miembro, señalando a una de las calles principales de Alella (ciudad del Maresme), flanqueada por farolas que habían llegado a estar embadurnadas de lazos amarillos.

Sin embargo, esta resignación de la sociedad civil independentista no coincide con el tesón, por ejemplo, que exhiben los ayuntamientos. Los GDR, que consideran que retirar las enseñas separatistas de forma pacífica no constituye ningún delito y están en su derecho, no tienen reparo tampoco a la hora de encaramarse a los balcones de los consistorios regidos por alcaldes secesionistas y arrancar las pancartas que reivindican la libertad de los políticos presos. Si bien, como denuncian, al día siguiente la fachada de esos ayuntamientos vuelve a lucir otro cartelón: «Ese tipo de pancartas valen 200 euros», asegura un miembro de GARCE con conocimiento de causa, ya que, precisamente, es «rotulista» y se dedica profesionalmente a elaborar este tipo de carteles. «Nosotros todo el material que vamos quitando lo almacenamos para si algún día un juez abre una causa por malversación de fondos públicos contra los alcaldes, aportar las pruebas», bromea.

Si las «trampas» no disuaden a los GDR, tampoco la amenaza de los Mossos d’Esquadra. En las últimas semanas, desde la Generalitat se ha azuzado el temor a aplicar la Ley de Seguridad Ciudadana contra aquellos que se dedican a limpiar las vías públicas. En este sentido, la alarma saltó el pasado domingo, cuando la policía catalana identificó a catorce personas de un GDR de Tarragona y empezó a sobrevolar el miedo a multas que podrían ir de los 600 euros a los 30.000. Este episodio, en todo caso, sigue por aclararse ya que fuentes del cuerpo policial niegan que hayan recibido ningún tipo de instrucción para identificar a aquellas personas que quiten la simbología independentista y, prueba de ello es que no se ha vuelto a producir ninguna escena similar –de hecho, en la expedición organizada esta semana por GARCE, fueron sorprendidos por una patrulla de los Mossos d’Esquadra, pero pasó de largo mientras intentaban arrancar una estelada de un mástil en Tiana (pueblo del Maresme)–.

Ciudadanos de a pie independentistas también se encargan de tender alguna emboscada. «Una vez estábamos colgando una pancarta a favor de la unidad de España en un puente, y uno que pasó con un coche llamó a los Mossos d’Esquadra para que acudieran acusándonos de que le habíamos lanzado una piedra. Es la forma que tienen para que una patrulla se pueda desplazar hasta el lugar e intentar que nos identifiquen. Sin embargo, los agentes sólo tomaron los datos de una persona por si había sido cierto», relata un miembro, que pone el grito en el cielo porque las únicas actitudes que deberían acarrear multas son las pintadas de lazos amarillos que hay en el pavimento de algunas calles o paredes: «Son 200 euros».

En cualquier caso, como forma de protesta, la Asociación por la Tolerancia ha convocado para el próximo jueves 6 de septiembre una concentración delante de la comisaría central de los Mossos d’Esquadra, radicada en Travessera de Les Corts, para «autoinculparse» –llevar el DNI y material independentista quitado– en solidaridad con esas 14 personas. También, la plataforma Impulso Ciudadano interpuso la semana pasada una denuncia ante la Fiscalía para que se investigue a la cúpula de la Conselleria de Interior por esas identificaciones. Y es que inquieta, principalmente, que después trascienda la identidad de estas personas, como ocurrió con uno de ellos, que se ha sabido que es guardia civil.

El temor real de los miembros de los GDR proviene principalmente de las represalias de los vecinos. Muchos miembros de diferentes grupos denuncian que ya las han sufrido, y por ello ahora salen con máscaras e intentan hacer los recorridos con los mínimos coches posibles para evitar ser reconocidos. «Una mañana amaneció el coche de empresa de un compañero nuestro con pintadas», recuerdan. «A mi ya me tienen fichado en todos los pueblos de la zona», explica otro, que prefiere guardar el anonimato. Es por ello que, algunos han renunciado a seguir con estas actividades por un tiempo para diluir su rastro. Así, por ejemplo, los propios GDR disponen de dos grupos de Whatsapp: uno para incluir a todo aquel que quiere involucrarse aunque su participación sea de manera testimonial y otro bajo el título de «Operativo» que incluya a todo aquel que participe de forma activa en las expediciones.

Lo cierto también es que han replicado los mecanismos organizativos de los CDR. Los GDR actúan perfectamente pertrechados, tanto a nivel estratégico como material: cada grupo –hay unos 20 GDR contabilizados por toda Cataluña– dispone de su canal de Whatsapp donde van compartiendo información sobre los lugares en los que se van colocando enseñas independentistas y donde se concretan las salidas y se planean los recorridos. El objetivo, como explican a este diario, es actuar de forma efectiva y evitar la «foto fea»: es decir, escenas de violencia. Y es que cada vez con más frecuencia se están dando este tipo de situaciones, como se ha podido comprobar en distintos vídeos virales, o se puede constatar en una noche cualquiera, donde el intercambio de reproches entre personas de uno y otro signo están a la orden del día.

Para eludir ese tipo de imágenes y ser incriminados, los GDR también cuentan con un decálogo de consignas que pasan desde «evitar caer en provocaciones –no se dialoga–» a «llevar el DNI» siempre ante cualquier circunstancia que pueda surgir. De hecho, miembros de estos grupos intentan sacudirse las descalificaciones –«extrema derecha», «fascistas»– que lanzan desde el independentismo contra ellos. Es el caso de una madre y un hijo, que no quieren revelar su identidad ni el GDR en el que participan, y se indignan porque aseguran que ellos se han involucrado en estas actividades por «amor a Cataluña y España». «Todos nuestros abuelos y padres son catalanes y en casa hablamos en catalán. ¿Alguien se atreve a poner en duda nuestro amor a Cataluña?», precisa la madre mientras el hijo, que ha estado durante nueve años destinado en Zaragoza en el Ejército, asiente. «En nuestro GDR hay votantes de todos los colores. Hay votantes de derechas y de izquierdas», agrega.

A nivel material, también a través de las redes sociales, se reparten los gastos: unos compran pintura para borrar las pintadas independentistas y otros compran tijeras o pértigas para arrancar lazos y carteles. «El independentismo tiene apoyo institucional para financiarse. Nosotros, en cambio, tenemos que invertir nuestro tiempo y nuestro dinero», lamentan.