Opinión

El líder del PP y sus círculos de confianza

El partido, a día de hoy, experimenta el mayor nivel de movilización.Se juega todo a la bala de las generales: o triunfa o renuncia

Urna con los votos del candidato Alberto Núñez Feijoo en la segunda Jornada del 20 Congreso Nacional Extraordinario del Partido Popular en Sevilla.
Urna con los votos del candidato Alberto Núñez Feijóo en la segunda Jornada del 20 Congreso Nacional Extraordinario del Partido Popular en Sevilla.Alberto R. RoldánLa Razón

Casi parece una obviedad decir que Alberto Núñez Feijóo tiene el viento a favor para instalarse en La Moncloa este 2023. Cuando hablas con dirigentes del partido señalan prácticamente al unísono que si ese objetivo se toca con los dedos es gracias al liderazgo «incuestionable» que transmite el gallego. Ciertamente, una buena parte de los españoles ve con buenos ojos el rumbo del timón popular. Haber hecho bandera de la unidad en el PP como alternativa a la jaula de grillos del bloque Frankenstein, chuscamente a palos, es uno de los aceleradores con los que cuenta su organización.

Seguramente eso sea el «efecto Feijóo»: haber consagrado la serenidad interna a unas siglas que, antes de su llegada a Génova, vivían en una ruidosa avalancha de dimes y diretes entre «compañeros». «El actual equipo somos todos una piña», me dice un miembro del Comité de Dirección. A lo que sumar, como cuenta un veterano mandatario, que «nada hay como que los tuyos te vean caballo ganador para conseguir que se vuelquen». El Partido Popular, a día de hoy, experimenta uno de los mayores niveles de movilización que se recuerdan.

Y no era sencillo, porque hace solo un año los afiliados miraban desencajados las guerras fratricidas que incendiaban su casa política y ponían en riesgo la alternativa al sanchismo. Pero Feijóo ha sabido ordenar la formación sin jaleos. La tarea de sanar las heridas era un reto clave y lo ha cumplido en tiempo récord. «Experiencia» es un término que no se quitan de la boca sus correligionarios por la forma en que se ha reconstruido la ilusión. Pero tampoco es asunto menor la obsesión por el trabajo de Feijóo y su gente.

El presidente del PP se mueve desde su desembarco en Madrid entre diversos círculos en los que asientan sus pasos. El primero, fundamental, está conformado por personas de su plena confianza que le han acompañado desde la Presidencia de la Xunta de Galicia. Mar Sánchez y Marta Varela son sus dos pilares en esta etapa, como ya lo fueron en otras. Luego, un segundo círculo político lo forma la dirección del partido. Entre ellos cabe destacar sobre todo, por su afinidad al jefe, a Miguel Tellado, Borja Sémper,Esteban González Pons, Elías Bendodo y Cuca Gamarra. Pero también son apoyos importantes los otros vicesecretarios, Carmen Navarro, Pedro Rollán y Juan Bravo. Digamos que este sanedrín marca la estrategia y, además, se ocupa de la táctica del día a día.

No se cierra con esto el equipo que acompaña la carrera del despacho principal de la séptima planta de Génova 13. Hay otro círculo más difuso, porque a Feijóo le gusta hablar con frecuencia y pedir opinión a personas con práctica política que han sido representativos en la vida del PP y de las que se fía mucho. Las conversaciones con Íñigo Méndez de Vigo, Josep Piqué, Fátima Báñez, Juan Vicente Herrera o con los ex presidentes José María Aznar y Mariano Rajoy ayudan al jefe de la oposición a tomar postura sobre buena parte de los asuntos que preocupan a los españoles.

Mención aparte merece la Fundación Concordia y Libertad, que tras la salida de su presidente, Adolfo Suárez Illana, desea Feijóo revitalizar. El fichaje, como responsable de la tarea, del economista y abogado Pablo Vázquez (que ha desempeñado funciones directivas en McKinsey y cuya larga trayectoria profesional incluye la presidencia de Renfe) pone sobre la pista el tipo de «talento ajeno a la política» con experiencia de gestión del que se quiere rodear antes de llegar a La Moncloa. Atentos a otras incorporaciones.

A estas alturas de su vida, Alberto Núñez Feijóo se ha impuesto a sí mismo jugárselo todo a la bala de las generales. «O triunfa o renuncia». Ese es el resumen. Exigencia, por cierto, que va trasladando a cada uno de sus candidatos a lo largo y ancho de España. «Nos espolea», confiesan. A un cabeza de cartel autonómico le soltó nada más conocerlo: «Oye, y tú, si no ganas, ¿a qué vas a dedicarte?». Blanco y en botella. Una partida que no es un camino de rosas.

El Partido Popular llega a las municipales y autonómicas en un buen momento. Desea mostrar fortaleza sumando poder territorial. Las perspectivas sonríen. Ciudadanos está apuntillado y Vox no cuenta con una estructura local sólida. Tras la rotunda mayoría absoluta de Juanma Moreno en Andalucía, en Génova cuentan con que la historia se repita en otros enclaves. Aquel éxito lanzó un mensaje a toda la formación: la posibilidad de volver a ser hegemónicos. A eso juegan.

Y realmente las tornas han cambiado mucho con los naranjas en estado comatoso y Santiago Abascal, según interpretan los populares, cometiendo errores como el anuncio de una moción de censura que no solo sigue sin concretarse sino que, de la mano del economista Ramón Tamames, ha derivado en un desatino. «Abascal se ha pegado un tiro en el pie», aseguran en el cuartel general de la gaviota. Con ese cuadro, el presidente de los populares, Alberto Núñez Feijóo, da pasos hacia la mítica reunificación del centroderecha, sin dejar de mantener abiertas las puertas a votantes moderados socialistas escandalizados con la deriva de Sánchez