Gobierno de España

Lo urgente y lo importante

Sánchez e Iglesias podían ser prisioneros de sus palabras y de sus fobias, o podían traicionar lo manifestado en el fragor de la campaña, y asumir la responsabilidad de formar gobierno evitando unas terceras e insoportables elecciones.

Sánchez e Iglesias en el anuncio del preacuerdo entre PSOE y Podemos / Efe
Sánchez e Iglesias en el anuncio del preacuerdo entre PSOE y Podemos / Efelarazon

Sánchez e Iglesias podían ser prisioneros de sus palabras y de sus fobias, o podían traicionar lo manifestado en el fragor de la campaña, y asumir la responsabilidad de formar gobierno evitando unas terceras e insoportables elecciones.

El inesperado anuncio del preacuerdo entre PSOE y Podemos para constituir un gobierno de coalición ha pillado por sorpresa a muchos observadores. Naturalmente son legítimas las críticas de aquellos que prefieren un acuerdo del PSOE con el PP, o la abstención de este último partido para posibilitar una mayoría socialista con Ciudadanos y otras fuerzas políticas minoritarias, dejando a un lado a Podemos y los partidos independentistas.

Pero siendo críticas legítimas, y a falta de que se concrete el acuerdo y reciba un apoyo suficiente, lo cierto es que esa posibilidad de desbloqueo era una de las más evidentes desde el mismo momento de la repetición electoral. El hecho de que desde abril a julio el entendimiento entre ambas formaciones y sus respectivos líderes no fuese posible, no podía ser un obstáculo tras unas nuevas elecciones.

Los que se han mostrado indignados ante el entendimiento, critican que el mismo es contradictorio con lo manifestado por el presidente del gobierno respecto a Podemos durante los últimos meses. Están sorprendidos por el abrazo entre ambos líderes políticos, dada la manifiesta y mutua falta de confianza entre uno y otro. Lo que ninguno de los críticos tiene en cuenta es que, a tenor del resultado electoral, si los representantes de las diferentes fuerzas políticas se mantuviesen absolutamente fieles a las posiciones previas al 10 de noviembre, la situación seguiría bloqueada, y estaríamos abocados a unas nuevas elecciones.

Esto, que resulta tan evidente, es lo que debían haber explicado con claridad ambas fuerzas políticas. Sánchez e Iglesias podían ser prisioneros de sus palabras y de sus fobias, o podían traicionar lo manifestado en el fragor de la campaña, y asumir la responsabilidad de formar gobierno evitando unas terceras e insoportables elecciones. Hasta hace poco todo el país coincidía en que lo urgente era desbloquear la situación, y eso explica tanto el preacuerdo como la negociación exprés del mismo.

Superada la urgencia, ambas formaciones políticas, especialmente el PSOE, tienen que centrarse en lo importante, que es el plan de gobierno. De las negociaciones debe salir un acuerdo para una legislatura, que asuma compromisos concretos, realistas y los calendarice en el tiempo.

Las medidas incluidas en el acuerdo tendrán que responder a la naturaleza progresista de ambas formaciones, pero será esencial que ninguno de los compromisos impida el cumplimiento de los objetivos pactados con la Unión Europea.

El Gobierno de coalición debe encontrar un equilibrio complejo entre sus políticas sociales y de gasto y sus compromisos de estabilidad presupuestaria. Esto será aún más importante si, como ha reconocido el propio gobierno, la situación económica empeora y se produce una desaceleración. El gran reto del nuevo gobierno, si al final la coalición de izquierdas sale adelante, es hacer compatible el crecimiento económico del país con el refuerzo del estado del bienestar.