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El Ejército Popular Catalán: Los 4.000 soberanistas que quisieron una ETA en Cataluña

La desclasificación de documentos del archivo general militar de Ávila evidencia que hubo catalanistas radicales, como Josep Batista i Roca, que creó el violento Ejército Popular Catalán

Los papeles del archivo de Ávila se han desclasificado de manera apresurada y sin un inventario previo. Foto: Cristina Bejarano
Los papeles del archivo de Ávila se han desclasificado de manera apresurada y sin un inventario previo. Foto: Cristina Bejaranolarazon

La desclasificación de documentos del archivo general militar de Ávila evidencia que hubo catalanistas radicales, como Josep Batista i Roca, que creó el violento Ejército Popular Catalán.

El gobierno socialista de Pedro Sánchez, presionado por el PNV, ha desclasificado documentos del Archivo General militar de Ávila anteriores a 1968, pero lo ha hecho mal y de forma apresurada. En lugar de esperar a la aprobación de la reforma de la Ley de Secretos Oficiales, y encargar a los archiveros que hagan un inventario previo del contenido de las 500 cajas, labor minuciosa, especializada y necesaria que lleva tiempo, ha ordenado mostrar ya a los investigadores los legajos. No existe, por tanto, una ordenación temática ni temporal, ni una descripción archivística de cada conjunto documental. Al revés, se mezclan los papeles ya consultables con los todavía secretos bajo etiquetas demasiado generales. De esta guisa, cada carpetilla que se saca al investigador debe ser expurgada en el momento por el archivero para retirar cartas o informes aún confidenciales. Este despropósito se salva, según Andrés Rojo y yo hemos comprobado, por la diligente acción del personal del archivo. El inventario confirma que los servicios de inteligencia del régimen de Franco dedicaron no pocos esfuerzos a seguir a la oposición que existía en España y, con menos intensidad, la que estaba en el exilio. Es curioso que entre los papeles que el gobierno socialista ha ordenado mostrar no haya información sobre el PSOE, pero sí mucha nota superficial de los Agregados Militares en capitales europeas. No obstante, encontramos unos pocos informes y copias de cartas sobre los nacionalistas catalanes. Los documentos mostrados confirman la tajante división que existía entre los catalanistas partidarios del autonomismo, como Josep Tarradellas, y los independentistas de Carles Pi i Sunyer y Josep Batista i Roca. Los primeros, asentados en Francia en los últimos años de la dictadura franquista, abogaban por el «entendimiento con otras fuerzas políticas y sindicales». Así lo escribió Tarradellas en una carta a Jesús María Leizaola, lehendakari del gobierno vasco en el exilio, fechada el 31 de diciembre de 1970, en París, y presente en los papeles desclasificados en el Archivo General Militar de Ávila. En la misiva, el catalán señalaba que los opositores a Franco debían unirse para que «España forme parte del conjunto de los pueblos que viven en un régimen de democracia y libre albedrío». No había que caer en esas «endémicas conspiraciones», señalaba Tarradellas, que solo causaban «graves daños al país». Estos catalanistas, más conciliadores, no consideraban «ni útil ni necesario constituir en Francia ni fuera de ella un Gobierno de Cataluña», no solo para evitar las luchas políticas entre facciones por los «ministerios», sino por ser realista: no había nada que gobernar. Esto lo decía Tarradellas a Gibernau el 7 de junio de 1968 en la carta que ahora se puede consultar en el archivo abulense.

Planteamientos racistas y eugenésicos

El ánimo conciliador de este catalanismo autonomista era muy distinto del de los independentistas de Josep María Batista i Roca, instalados en Gran Bretaña y con importantes ramificaciones en asociaciones culturales y deportivas en América y en el territorio catalán. Batista, nacido en Barcelona en 1895, pasa hoy por ser uno de los etnólogos y antropólogos más importantes del siglo XX catalán. Sin embargo, Batista i Roca se distinguió por sus planteamientos racistas y eugenésicos. En 1925 publicó en la «Revista de Catalunya» un texto «científico» en el que animaba a interpretar la historia de la Humanidad como la historia de las razas humanas; en este sentido, consideraba que la raza catalana no se había alterado en 5.000 años. Por esto, en 1934 animó a la Generalitat a emprender medidas médicas eugenésicas, como los nacionalsocialistas, para evitar su mezcla con los pueblos del resto de España. Ese tipo de catalanismo estuvo vinculado con la violencia desde el principio. Batista colaboró con el grupo terrorista Bandera Negra, ligado al Estat Català, el partido de Francesç Macià, que intentó matar a Alfonso XIII en 1925. Batista se hizo cargo después de la Societat d’Estudis Militars (SEM), por orden de Macià, y la transformó en una banda armada, la Organización Militar Catalana (ORMICA), que se integró en el Grupo 1640, en referencia al año de la revuelta de los segadors. Ya en la Segunda República se convirtió en lo que el historiador Ucelay-Da Cal llama «promotor cultural»; esto es, una persona que actuaba sin filiación partidista concreta, pero que se encargaba de reclutar nacionalistas en defensa de la cultura propia en organizaciones parapolíticas. Creó así el grupo Palestra bajo la presidencia de Pompeu Fabra, una asociación deportiva juvenil para formar una élite física e intelectual catalanista. No se detuvo ahí: en 1931 organizó una Guardia Cívica Republicana para, decía, defender Cataluña de la República española. Estuvo implicado en el golpe de Estado de 1934 y llegó a culpar a Companys de su fracaso, por lo que formó parte del complot para su asesinato en noviembre de 1936. Luego vivió en el exilio como profesor en el Trinity College de la Universidad de Cambridge. Batista i Roca siempre pensó que era necesario adoctrinar a las nuevas generaciones en el nacionalismo, por lo que creó el «escultismo», la versión catalana de los boy scouts. La idea era el encuadramiento de los menores para que aprendieran y difundieran la cultura y el paisaje catalanes. Esa práctica resurgió en los años cincuenta ligada a asociaciones clandestinas inspiradas por Batista i Roca como forma de contrarrestar el empeño falangista por educar a la juventud en Cataluña. El «escultismo» logró su legalización en 1966 por mediación del episcopado catalán, y a partir de ahí constituyeron escuelas para educadores y padres de familia. El plan de Batista era utilizar una organización como un modo de preparación física y doctrinal de élites que pudieran desempeñar acciones armadas para defender la futura independencia de Cataluña. En la caja 21.650 del Archivo General Militar de Ávila se ha desclasificado un documento que relaciona a Batista i Roca con la organización del terrorismo en Cataluña en los últimos años del franquismo. El texto da cuenta de la reunión de la tercera Conferencia Nacional Catalana, grupo dominado por Batista, celebrada entre el 24 y el 26 de mayo de 1969. El informador dice que ahí se encontraba el «sector más exaltado y violento del separatismo catalán», mientras que los de Tarradellas, decía, «no han asistido». El agente, que mandó su informe desde Barcelona, relata que se planteó la necesidad de organizar en Cataluña grupos terroristas. En esa reunión, se lee en el documento ahora desclasificado, Batista i Roca manifestó que existían «4.000 muchachos jóvenes en cuadros de Minyons de Muntanya» (su asociación de «escultismo»), con «posibilidades de ser integrados en grupos de acción tipo ETA». Batista encargó entonces a Jaume Martínez i Vendrell la constitución de una organización armada: Exèrcit Popular Català (EPOCA), con unos 50 activistas jóvenes, adiestrados con armamento enviado por un exiliado suizo y cerca de 200 simpatizantes. Tras cometer dos asesinatos, el cerco policial se estrechó, pero no cesaron sus actividades. La necesidad de supervivencia hizo que los miembros de EPOCA, el grupo inspirado por Batista i Roca, se uniera a otras dos organizaciones para fundar la banda terrorista Terra Lliure en 1978. Tras varias atentados mortales, se disolvió y algunos de sus dirigentes se incorporaron a ERC. Batista i Roca volvió a España tras la muerte del dictador, fundó Unió Democrática de Catalunya y murió en 1978. Dos años después, los cómplices de EPOCA delataron su protagonismo en los atentados terroristas. Pasó el tiempo, y la Generalitat le realizó un homenaje en 1993 y publicó sus textos políticos con un prólogo de Jordi Pujol que decía que era un «luchador incansable a favor de la causa nacional de su país». Tres años después, siendo Pasqual Maragall alcalde de Barcelona, se erigió un monumento a su persona en la calle que lleva su nombre. En Cataluña existen lugares públicos dedicados a esta «personalidad humana –escribió Pujol– rica en valores del espíritu». Desde 1988 el bien subvencionado Institut de Projecció Exterior de la Cultura Catalana otorga los Premios Batista i Roca a la presencia catalana en el mundo, que se entregaron durante un tiempo en el Saló de Cent del ayuntamiento de Barcelona por decisión de Xavier Trias (CiU).

Secuestros y crueldad

El grupo terrorista EPOCA asesinó el 9 de mayo de 1977 a José María Bultó Marqués, empresario, poniéndole una bomba en el pecho que detonó en su casa, destrozando por completo su cuerpo. Fue encontrado por su hijo en una escena que, relatada en el juicio, dejó a las claras la crueldad del terrorismo independentista. Lo mismo ocurrió el 25 de enero de 1978 con Joaquín Viola Sauret, ex alcalde de Barcelona, y su esposa Montserrat Tarragona Corbella. Les pidieron dinero –500 millones de pesetas a Bultó y 18 al matrimonio Viola–, lo obtuvieron y les asesinaron. En el juicio celebrado a principios de la década de 1980, Jaume Martínez Vendrell (condenado y fugado, con calle en Santa Coloma), Manuel Viusà (homenajeado por Maragall en 2010), Lluís Montserrat Sangrà (cuya fortuna está hoy entre las 200 mayores de España), Montserrat Tarragó y Carles Sastre (quien ya era miembro de Terra Lliure, que pasó solo nueve años en prisión y es hoy dirigente de la Intersindical que apoya el «procés» y miembro de la CUP), declararon que el creador y autor intelectual había sido Josep María Batista i Roca. El nacionalismo catalán se resistió a aceptar la responsabilidad de quien habían encumbrado y mitificado como intelectual republicano, y fundador, además, de Unió Democràtica de Catalunya. En el juicio, sin embargo, los acusados señalaron a Batista como inductor y se mostraron orgullosos de haber seguido sus indicaciones. A pesar de la negación actual del nacionalismo catalán, los documentos desclasificados en el Archivo de Ávila aportan nueva luz sobre el vínculo entre Batista y el terrorismo «tipo ETA».