Terrorismo
Los etarras tratan de paralizar el juicio con una exclusiva de LA RAZÓN
Los abogados argumentaron que se enteraron del hallazgo de la pistola del asesinato de los guardias civiles por el periódico
Como era de esperar, el juicio a siete etarras por el asesinato de dos guardias civiles en la localidad vasco-francesa de Capbreton en diciembre de 2007 arrancó ayer con las pertinentes cuestiones procedimentales y las tácticas dilatorias de la defensa para entorpecer el proceso.
Como era de esperar, el juicio a siete etarras por el asesinato de dos guardias civiles en la localidad vasco-francesa de Capbreton en diciembre de 2007 arrancó ayer con las pertinentes cuestiones procedimentales y las tácticas dilatorias de la defensa para entorpecer un proceso en el que comparecen como principales acusados el ex jefe logístico de la banda Mikel Carrera Sarobe, de 40 años, además de Saioa Sánchez Iturregui, de 31, y Asier Bengoa López de Armentia, de 37.
Menos previsible resultaba que uno de los abogados de los tres presuntos autores materiales del crimen se acogiera a una exclusiva de LA RAZÓN para justificar la anulación del procedimiento. El letrado Jean François Blanco, defensor de Asier Bengoa, denunció la demora con que tanto él como sus colegas han conocido, «hace tan solo unas semanas», una información complementaria relativa al hallazgo e identificación del arma del crimen y que ha sido incorporada al sumario, una vez cerrado, criticando que la Prensa, y en concreto, este periódico, hubiera tenido conocimiento de tal descubrimiento antes que ellos.
LA RAZÓN adelantaba el pasado mes de enero que una de las pistolas incautadas en un zulo de Cabrerolles (sureste de Francia) en agosto de 2009 en el marco de otra instrucción y durante una operación que sirvió para desmantelar una red de escondites, coincidía con el arma utilizada el 1 de diciembre de 2007 en Capbreton para perpetrar el doble asesinato de los guardias civiles Raul Centeno y Fernando Trapero, y que dicha prueba sería presentada en el juicio que ayer empezó.
La presidenta del tribunal especial de lo Criminal de París, Xavière Simeoni, único competente para casos de terrorismo, rechazó la anulación del procedimiento, el aplazamiento, así como las peticiones de libertad reclamadas para Bengoa y Saioa Sánchez, por no existir elementos nuevos que lo justifiquen además de por el elevado riesgo de fuga. También desmintió que existieran análisis complementarios al balístico y que se les hubiera ocultado, asegurando haber pedido a la juez instructora, la magistrada Laurence Le Vert, que le comunicase los peritajes realizados. El Fiscal general, Jean-Paul Content, recordó a la defensa de los terroristas que aún tenían tiempo, durante las cuatro semanas que va a durar el juicio, de solicitar un «contra-peritaje» de la pistola en cuestión.
Junto al trío etarra, se sentaban en el banquillo Garikoitz Aspiazu Rubina, «Txeroki», Eider Uruburu Zabaleta e Ibón Goieaskoetxea Arronategi. Sólo faltaba Iratxe Sorzábal Díaz, que será juzgada en rebeldía. Todos son acusados de haber participado indirectamente en los hechos. «Txeroki», que en las últimas semanas ha sido condenado a más de veinte años de prisión en Francia en otros sumarios, tendrá que responder entre otros del cargo de dirigente de organización terrorista.
Frente ellos, las familias de las víctimas, que por primera vez tenían delante a los supuestos verdugos de sus hijos. «Es muy duro», confesaba la madre de Centeno, cuya vida fue segada con sólo 24 años. «Ellos ni siquiera iban armados. A mi hijo lo mataron y lo remataron», declaraba indignada. «Si por mí fuera aplicaría el ''ojo por ojo'', pero como no puede ser, si les cae la cadena perpetua ya está bien», afirmó emocionada y evocando el dolor por la pérdida de su hijo. «Por esto hay que pasar para saber lo que es». Junto a los familiares, la presidenta de la Fundación de Víctimas del Terrorismo, María del Mar Blanco, acudió a la apertura del proceso y pidió «que contra los asesinos caiga todo el peso de la ley». «Con ese espíritu venimos», aseguró antes de que se abriera la vista.
Trapero y Centeno cumplían una misión de vigilancia y detección de etarras en colaboración con la lucha antiterrorista gala cuando se toparon con el comando en una cafetería. Reconocidos por los miembros de ETA, fueron asesinados antes de que los terroristas emprendieran una rocambolesca huida que acabaría pocos días después con los arrestos de Asier Bengoa y Saioa Sánchez.
La vista, a la que asistieron familiares y comités de apoyo a los presos etarras, transcurrió sin incidentes salvo un breve intercambio de insultos en los pasillos del Palacio de Justicia de París entre algunos activistas de colectivos abertzales y miembros de las familias de los agentes y de asociaciones de defensa de víctimas del terrorismo.
Ninguno de los acusados expresó su deseo de tomar la palabra durante el inicio del proceso en el que el inspector general de la Policía Nacional y ex responsable de la subdirección antiterrorista de la época, Frédéric Veaux, fue el primer testigo en declarar facilitando una reconstrucción de los hechos.
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