Política

El desafío independentista

Los guardias civiles presentes en el 20-S: fue un “tumulto” de “rabia” y “violencia”

Un agente relata el “capítulo de terror total” del 20-S para salir de Exteriores tras un registro y señala a Forcadell por “agitar a la masa”.

Aspecto de uno de los coches de la Guardia Civil que realizaban un registro con motivo del 1-O en la sede de la consellería de Economía de la Generalitat / Foto: Efe
Aspecto de uno de los coches de la Guardia Civil que realizaban un registro con motivo del 1-O en la sede de la consellería de Economía de la Generalitat / Foto: Efelarazon

Un agente relata el “capítulo de terror total” del 20-S para salir de Exteriores tras un registro y señala a Forcadell por “agitar a la masa”.

«Era una rabia descontrolada». El sargento de la Guardia Civil responsable del operativo policial encargado del registro en la Conselleria de Exteriores el 20 de septiembre de 2017 relató ayer al tribunal del «procés» la angustiosa salida de la secretaria judicial del edificio tras llevarse a cabo la inspección del despacho de Xavier Puig Farré, el responsable de la oficina de Asuntos Exteriores del departamento que dirigía Raül Romeva. Un escenario «que denotaba violencia» y en el que incluso la entonces presidenta del Parlament Carme Forcadell, que según contó pasó en coche oficial delante de la sede del departamento, bajó la ventanilla «y sacó la mano para agitar a la masa».

El agente recordó cómo el ambiente en la calle se fue «crispando» cada vez más desde que «muy rápidamente» se concentrara un grupo de 30 o 40 empleados de la propia consejería «con carteles que ya tenían hechos» para protestar por la presencia de la Guardia Civil.

Pero poco antes del mediodía «hubo un cambio en el ambiente». «Poco a poco se iba sumando más gente y los comentarios habían cambiado». Se escuchaban «insultos, amenazas de muerte y la actitud se iba crispando más. Ya no gritaban que querían votar». Entre 200 o 300 personas, aseguró, estaban ya concentradas en la puerta y «por lo que se estaba viendo allí preveía que iba a haber actos violentos, por lo que tomé la decisión de evacuar a la secretaria judicial ante la posibilidad de que la gente pudiera asaltar el edificio».

Tomada esa decisión de sacar cuanto antes del edificio a la letrada de la Administración de Justicia, el sargento pidió ayuda al responsable de los Mossos porque, según le trasladó, «si ese tumulto de gente asaltaba el departamento los efectos podrían ser devastadores». Había, ha precisado «cuatro o cinco mossos» y ni rastro de las unidades antidisturbios de Brimo y Arro. Pero para su sorpresa, el agente autonómico le contesta que no puede pedir refuerzos porque las unidades antidisturbios «están en otros cometidos y allí no puede venir nadie», lo que obliga a la Guardia Civil a organizar su propio dispositivo con los ocho agentes de los GRS, los antidisturbios del Instituto Armado, de los que dispone.

Finalmente, sacan a la secretaria judicial protegida por una «cápsula» de guardias civiles y se dirigen a un vehículo policial situado a solo unos metros de la puerta. «Empezaron a llover botellas llenas de agua, nos insultaron y amenazaron de muerte y comenzaron a zarandear el vehículo», explicó.

Cuando los agentes lograron introducir en el coche a la secretaria judicial «empezó a llorar. Estaba horrorizada, con las manos en la cabeza». «Estaban golpeando el vehículo, zarandeándolo mientras los GRS intentaban crear un cordón para que avanzara, hasta que lo consiguieron».

La letrada, pese a la tensión vivida, tenía que realizar otro registro y, según contó el testigo un compañero allí destacado le comentó por teléfono que llegó «con un estado de nervios tremendo. Salió del coche temblando y le tuvieron que dar agua».

«Sáquenme de aquí»

Pero el sargento todavía tenía que organizar la salida de Exteriores de Puig Farré. «Si el ambiente estaba peligroso antes, ahora lo estaba aún más. Pensé que iban a asaltar el departamento». La operación policial se repitió y la reacción de los concentrados fue la misma. «La multitud se agolpó de tal manera –rememoró– que quisieron sustraer al detenido de los guardias civiles que lo llevaban. Lo agarraban del cuello, de la ropa y se produjeron forcejeos». Cuando consiguieron meterlo dentro del vehículo policial, entre amenazas de muerte e insultos, «golpeaban el vehículo por todos lados y había gente sobre el parabrisas. Llegaron a romper una ventana y los cristales saltaron con el consiguiente peligro». El detenido, según les confesó, «no daba crédito» y les comentó que «estaba viviendo un capítulo de terror total. Solo repetía “sáquenme de aquí, sáquenme de aquí”».

Pese a esa situación de tensión, al final consiguieron salir «sin provocar ningún tipo de lesión a ningún manifestante», sacó pecho el sargento. Tampoco sufrieron lesiones, admitió, sino únicamente «algunas magulladuras» de las que no tuvieron que ser atendidos.

«Con la ayuda de los Mossos, supongo», apostilló el fiscal Javier Zaragoza indagando en el presumible papel de auxilio de la Policía autonómica en el dispositivo. «No», negó el testigo. «¿Qué hicieron?», quiso saber el representante del Ministerio Público. «Bueno, miraban lo que ocurría».

«Jamás viví algo así en 25 años»

Esa supuesta inactividad de los Mossos contrarió a las defensas. La letrada de Cuixart, Marina Roig, pidió sin éxito la exhibición de un vídeo en el que, según insistió, se aprecia cómo actuaron también los Arro de la Policía autonómica. Pero el testigo no rectificó. «Ninguna unidad de Brimo o Arro se encontraba allí cuando yo estuve». Y el presidente del tribunal, Manuel Marchena, no estaba por la labor de retomar una petición que la Sala ha dado ya por zanjada en sesiones anteriores. «Por favor, con el tema de los vídeos hemos terminado», intervino.

El mando de la Guardia Civil aseguró que en sus 25 años de experiencia en unidades antidroga y contra el crimen organizado en los que ha intervenido «en barrios muy conflictivos de toda España» y vivido situaciones muy complejas «jamás había vivido algo así». Dos cosas, abundó, le sorprendieron sobremanera. Por un lado, «la cara de las personas que golpeaban el vehículo. Eran caras de mucha rabia, que denotaban violencia. Era de una rabia descontrolada» y eso que, matizó, «estoy convencido de que el 90 por ciento no conocía siquiera al señor Farré». Y, por otro, que «la población civil tuviera esa falta de respeto y llegara incluso a intentar sustraer a un detenido».

La supuesta presencia fugaz de Forcadell en los incidentes fue negada por su abogada, Olga Arderiu, quien insistió en que la presidenta del Parlament «no pasó por ahí» con dos vehículos oficiales. «Circulaba en dirección montaña y cuando se acercaron –hizo hincapié el testigo– la gente comenzó a increparlos pensando que eran guardias civiles. Entonces se abrió la ventanilla trasera derecha, la reconocieron, aplaudieron y le abrieron el paso». «Entonces iban en dirección contraria...», apostilló la letrada para intentar restar credibilidad a su testimonio. «Bastante tenía yo allí como parar el vehículo de Carme Forcadell», ironizó el sargento.

Sánchez, señalado por el 20-S

Antes que él, otro agente de la Guardia Civil que participó en el registro del domicilio y despacho de Josep Maria Jové, entonces número dos de Junqueras en Economía –y a quien se le incautó el documento EnfoCats, considerado la hoja de ruta del «procés»–, aseguró que su compañero al frente de los registros en la sede de Economía le advirtió de que era «imposible» que pudiera entrar con Jové a la sede del departamento. Entre otras cosas, porque el teniente le contó que Jordi Sánchez, entonces presidente de la ANC, le habría avisado de que «no iba a permitir la entrada de ningún vehículo» en la consejería.

Asimismo, este cabo primero contó identificó al cada vez menos misterioso «el tal Toni» (que encargó la cartelería del 1-O) como Antoni Molons, ex algo cargo de la Generalitat, que según añadió declaró que fue Jordi Turull quien le encargó emitir la campaña del 1-O en TV-3 ante la renuncia de dos empresas a hacerse cargo de la campaña.