Política

El desafío independentista

Los retos: negociar y fijar un referéndum

Las claves del 10-N

Abrazo secesionista. El presidente de la Generalitat, Artur Mas, y el diputado de la CUP David Fernández se fundieron en un abrazo al encontrarse en el centro de datos del 9-N
Abrazo secesionista. El presidente de la Generalitat, Artur Mas, y el diputado de la CUP David Fernández se fundieron en un abrazo al encontrarse en el centro de datos del 9-Nlarazon

BARCELONA-Ya ha pasado el 9-N y tenemos las cosas como estaban. Cataluña sigue en su propia ratonera. El soberanismo dice que la convocatoria ha sido una marea. Seguramente, marea pero baja. Han votado los soberanistas y los de Iniciativa per Catalunya. En 2012 entre todos sacaron 2.147.261 votos. Saquen cuentas. Sin embargo, no se puede pasar por alto que ha ido a votar algo más del 33% del censo. El soberanismo no es mayoritario pero marca la agenda política. Eso, sin duda. Con estos resultados, Mas está dispuesto a explotar el 9-N. Se ha salido con la suya y la consulta se ha celebrado, mal que bien, por su empecinamiento y las trampas que le ha puesto al Estado y a sus propios aliados. La última la reveló «El Periódico». Joan Rigol, presidente del Pacto por el Derecho a Decidir, mantuvo discretas reuniones con Pedro Arriola –asesor personal de Rajoy– y José Enrique Serrano –ex jefe de gabinete de Almunia, y Zapatero y diputado en el Congreso– para conseguir que la sangre no llegara al río. De alguna forma, Mas no ha roto todos los puentes. Esos que ahora necesita. Mañana mismo enviará una carta a Rajoy para tratar los 23 temas pendientes de la última reunión en Moncloa y una fecha para un referéndum de secesión. Con este movimiento, Mas gana el tiempo que necesita para no convocar elecciones plebiscitarias con las que amagó en diversas ocasiones. La presidenta de la ANC, Carme Forcadell, se las exigió pero luego nunca más se supo. ERC, por su parte, está noqueada. Las encuestas le son propicias pero no tiene la fuerza suficiente para provocar una declaración de independencia unilateral. Por eso, Mas tiene en esta negociación la excusa para no convocar unas elecciones, cuyos resultados no le son precisamente halagüeños, y esperar tiempos mejores. Mientras intenta agotar la legislatura seguirá tanteando la posibilidad de una lista unitaria en unos comicios autonómicos, que llamará plebiscitarios, y de paso entretener al personal y extender una cortina de humo sobre una gestión más que cuestionable. Esta unidad soberanista dista de ser una realidad porque ERC está enrocada. Junqueras no quiere ni oír hablar. Ante esta negativa, Mas está esbozando una «lista de país» en la que aglutinaría a los más granado de los iconos nacionalistas. En esta liturgia de tintes épicos dio ayer un paso adelante ofreciéndose como mártir «del pueblo catalán» cuando se ofreció a la Fiscalía como único responsable del proceso. Parecía que quería ser detenido aunque sabía, de antemano, que nadie iba a hacerlo pero se autoelevó a la categoría de mártir. En este diseño, el inquilino del Palau de la Generalitat tiene que sortear dos piedras en el zapato: los presupuestos y las elecciones municipales. El Gobierno está endeudado hasta las cejas y los más optimistas auguran recortes en el presupuesto de 2015 de algo más de 4.000 millones para cumplir con el déficit. ERC le ha dado la espalda aunque después del 9-N todo es posible. Si no quiere prorrogar el presupuesto, cosa no deseable, sólo tiene una posibilidad: enfocar la negociación con Rajoy en los límites de una reforma constitucional. En este punto podría encontrarse con el apoyo del PSOE en Madrid y del PSC en Cataluña. Incluso Rajoy podría dar un balón de oxígeno convocando la Comisión de Reforma Constitucional. En caso contrario, el PSC mirará para otro lado, se quedará de nuevo solo y llegará renqueante a unas municipales en las que CiU puede sufrir un duro correctivo. Oriol Junqueras, el líder republicano, además teoriza que en mayo de 2015 los municipios podrán declarar la independencia siguiendo el ejemplo del año 31. Hoy, día 10, seguimos en la ratonera.