Conflicto de Gibraltar
«Maniobras»
En mis cinco años de misión diplomática en el Campo de Gibraltar pude observar maniobras navales de todos los portes. En un porcentaje muy significativo, dichas maniobras coincidían en el tiempo con acontecimientos, de una u otra gradación, en la colonia: Visitas reales protestadas por España; elecciones en las que el candidato apoyado por Londres no llevaba claramente las de ganar o referéndums a la búlgara –¿ a la gibraltareña?– donde las tesis del Poder son avaladas por el noventa largo por ciento de los votantes; momentos en que el volumen de violaciones de nuestro espacio aéreo por la Royal Air Force había generado protestas de especial calado del Ministerio de Asuntos Exteriores... Francamente empecé a no creer en las coincidencias. Tampoco que eran consecuencia de dichos acontecimientos, pues había evidencia de que habían sido organizadas con anterioridad a los mismos. Entonces se me ocurrió la peregrina pero fundada idea de que los acontecimientos eran, simplemente, consecuencia de las maniobras. Traslademos esta tesis a las importantes maniobras en curso. Ya va para un año que el llamado Ministro Principal del Gobierno de Gibraltar que preside el Gobernador de la Colonia, sin duda siguiendo sus indicaciones, se ha embarcado en la aventura de tocarles las narices a España. Todo ello como reacción al punto final puesto a esa política del Foro Tripartito. Esa política que hizo más por garantizar la permanencia británica en la Colonia que los cañones imperiales de los lores Palmerston y Acton. Empezamos con los incidentes de la Policía gibraltareña con la Guardia Civil, el acoso a los pescadores, la organización de la visita real conmemorando la conquista británica (?), la petición del envío de fragatas a Gibraltar y finalmente las vías de hecho en forma de bloques espigados de acero en agresión a los insumisos pescadores españoles.
Quien conozca la etopeya inglesa no le extrañará que los referidos incidentes hubieran sido organizados en la fecha en que ya se conocía que, meses más tarde, iba a haber maniobras. Se trataba de aprovechar el viaje. Es difícil aceptar que la flota que nos visita no formen parte de una escalada del conflicto. Como decía el conde de Gondomar, embajador de Felipe III en la corte de Londres: los ingleses solo entienden un lenguaje que es el de la fuerza. A esta forma de despliegue de aquella ante las que estamos le llaman Fly the Flag. Se trata de un precursor posible de la ominosa «política de cañoneras». Algo así como el aviso al navegante silvestre del rugir dentado del león, instancia liminar del paso a mayores.
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