40 años de las primeras elecciones

Marcelino Oreja: «Los grandes partidos han permitido un mundo de descontento»

Entrevista al ex ministro de Exteriores en el primer gobierno de Adolfo Suárez

El ex ministro de Exteriores en el primer gobierno de Adolfo Suárez, Marcelino Oreja
El ex ministro de Exteriores en el primer gobierno de Adolfo Suárez, Marcelino Orejalarazon

El ex ministro de Exteriores en el primer gobierno de Adolfo Suárez, Marcelino Oreja, valora la gran normalidad y el rápido acomodo de la sociedad al sistema democrático, tras dejar atrás un régimen autoritario.

El día 15 se cumplen 40 años de las primeras elecciones. Ante este aniversario hemos querido conocer cómo ven la calidad democrática de España las dos generaciones marcadas por este acontecimiento. Marcelino Oreja fue protagonista del nacimiento de una nueva etapa en la que se empezaba a dibujar la salida de la dictadura y la conquista de libertades que han permitido a jóvenes como Andrea Levy vivir en un país de oportunidades. El avance de la sociedad les ha hecho vivir en dos mundos diferentes en los que pese a las distancias se fundamentan en los mismos pilares de sentido de Estado, consenso y compromiso político.

–¿Cómo ha evolucionado España en estos 40 años de democracia?

Alcanzamos la democracia y parecía una situación de gran normalidad, porque viniendo de un sistema en el que no estaban garantizadas las libertades públicas, vimos cómo se acomodó la sociedad y aquello avanzó a un ritmo muy rápido. El gran cambio fue a partir de la designación de Adolfo Suárez como presidente del Gobierno. A partir de entonces, se instaló el régimen democrático con las condiciones y dificultades que tiene: problemas económicos, sociales y políticos de cualquier país. Se sentaron las bases y se fue avanzando. Los ritmos que se marcaron fueron correctos, el interés de los ciudadanos por participar fue muy grande y junto a todo esto se dieron pasos tan importantes como la entrada en las instituciones europeas. También hubo momentos de inquietud y dificultad, el intento de golpe de Estado o el drama del terrorismo, en los que la democracia se ha impuesto.

–¿Cómo recuerda el primer día que fue a votar?

–Lo viví con gran inquietud, porque no sabíamos que resultado habría, pero también con gran emoción. Fue una elección pacífica, tranquila, con una participación amplísima de la ciudadanía. Había un gran deseo de votar y cada uno pudo optar libremente por la opción que quiso. Hubo solidaridad y confianza en la democracia, y eso es muy importante en un país en el que no había existido durante tantísimos años. En ese momento alcanza un cénit, una solidaridad de todos, porque había un empeño por resolver los problemas políticos, sociales y económicos.

–¿Imaginaba que algún día se produciría una repetición electoral?

–No, pero hoy tenemos una democracia que está plenamente asentada, ocurre aquí como ocurre en los demás países: en Francia, en Holanda, en Bélgica. No se puede uno extrañar de lo que está pasando ahora.

–¿Está España ante una segunda Transición?

–No me gusta esa expresión, la Transición es la Transición. Eso no quita que siempre hay transiciones, todo se transita, todos transitamos, no somos los mismos, las cosas van cambiando. No creo que pueda decirse que hay una nueva Transición, es un desarrollo político normal, con unos partidos que están buscando una esfera de actuación, que tienen su contraste de ideas y de opiniones. Estamos en una etapa de normalidad, con problemas y dificultades.

–Los consensos que se fraguaron entonces se han demostrado imposibles ahora. ¿En qué ha cambiado la clase política?

–Ha cambiado la situación, las circunstancias. En aquel momento salíamos de un régimen autoritario a uno democrático y la prioridad era saltar al régimen democrático. Entonces, las diferencias eran adjetivas, hoy pueden ser más sustantivas. España tiene que unirse en los grandes temas, en los asuntos de Estado. En ellos debe existir colaboración por encima de las diferencias entre los partidos. Las discrepancias son enriquecedoras, cuando se escucha lo que dice la oposición se puede estar de acuerdo, y hay que incorporarlo, o estar en desacuerdo, y hay que combatirlo.

–Políticos sin corbata, bebés y besos en la boca en el Hemiciclo... ¿son nuevos tiempos o se ha frivolizado la política?

–La política no, las personas. Son las personas las que hacen cosas que creen que pueden hacerse y yo tengo mis dudas de que el Congreso sea el lugar oportuno. No hace falta hacer espectáculo. La política como espectáculo no me parece correcta. Son casos aislados, las excepciones, las extravagancias, y no se puede creer que por que haya un espectáculo de esa naturaleza ese sea el ritmo general. La gente en España es muy normal.

–¿Existe la nueva y la vieja política?

–La política siempre ha sido distinta, porque las personas y los problemas son distintos. Hoy tenemos una Monarquía asentada, una democracia plena, una participación amplia de los ciudadanos, una presencia en las instituciones europeas que marca el camino en temas económicos, sociales e internacionales.

–La desafección política ha supuesto la irrupción de nuevos partidos ¿qué importancia le da a la crisis del bipartidismo?

–El bipartidismo nunca ha sido completo, en España siempre ha habido partidos minoritarios. Sí que existe una cierta responsabilidad de los grandes partidos que han permitido que hubiera un mundo de descontento. El descontento viene sobre todo de los problemas sociales, difíciles de resolver y muy graves porque afectan a personas que se encuentran fuera de los mínimos necesarios para poder vivir. Todo eso ha creado un clima de inconformismo para que surjan otros partidos.

–La preocupación por la corrupción sigue en aumento. ¿Es un problema endémico del sistema político? ¿Qué se ha hecho mal en estos años para llegar a esta situación?

–Endémico, no. La política no tiene nada que ver con eso, hay algunas personas que han actuado fuera de la ley y es necesario que la ley actúe con eficacia para evitar que esas situaciones se produzcan. Es un daño muy grande que se ha hecho a España y a la democracia con esas actuaciones y hay que ser muy duro y muy terminante con ellas. Para eso existen los tribunales y hay que pedir que exista una mayor celeridad en la resolución. Todo lo que signifique actuar con la máxima eficacia, diligencia y rigor frente a la corrupción debe hacerse.

–¿Con qué político de la democracia se siente más identificado?

–Me siento representado, aunque no sean políticos, por el Rey Don Juan Carlos, durante la etapa de la Transición y la construcción de la democracia y ahora con su hijo, el Rey Felipe VI, que ha sabido marcar su estilo sin intentar imitar a su padre. Las circunstancias que han vivido ambos son diferentes y han hecho y están haciendo un muy buen papel.

–¿Cuál es el mayor desafío actual para la democracia?

–La democracia tiene como desafío mantener la autenticidad. Tiene que haber una autenticidad en su comportamiento, en su actitud, pensar que la democracia está al servicio de los ciudadanos, no de una clase social ni política.