Víctimas del Terrorismo
Marian Romero, viuda de Isaías Carrasco: «No he podido evitar transmitir mi sufrimiento»
«Mamá, tengo un plan: ¿qué te parece si el tío y Sandra –su hermana– van al cielo y traen a papa para que no estés triste?», le dijo su hijo a Marian Romero. Hace siete años que perdió a su marido, Isaías Carrasco, y desde entonces no logra olvidar su mirada clavada en su rostro cuando bajó al portal de su casa y se le encontró tendido en el suelo agonizando después de recibir cinco tiros de un etarra mientras el menor de su hijo, con cuatro años, era testigo desde la ventana de todo lo que estaba ocurriendo. «Mis tres hijos han crecido, pero mi vida se ha quedado paralizada después de siete años de sufrimiento en los que hemos recibido también insultos y hasta han brindado por el asesinato de mi marido. Hasta nos metieron en el buzón cartas amenazantes: “Vas a estar toda la vida rodeada de los que mataron a tu marido”, llegaron a decirme».
Marian es viuda de Isaías Carrasco pero ahora, más que nunca, es Marian. Lleva cuatro años acudiendo a Campus de Paz y la experiencia le ha servido para «controlar mis emociones y aprender a canalizar la rabia. Eso me ayuda a sentir mejor. No olvido ni voy a perdonar nunca pero tengo que intentar estar bien por mis hijos. El menor de ellos lo vio todo y sin querer le he trasmitido todo mi sufrimiento porque no he podido evitarlo. Se ha vuelto muy protector conmigo y siente mucho temor ante la posibilidad de que algún día me pudiera ocurrir algo. Si salgo a la calle, me llama 20 o 30 veces para saber si estoy bien. No se separaba de mí». Su hijo pequeño, que ahora tiene 11 años, también acude a Campus de Paz. «Le está ayudando mucho. Tiene tantas cosas dentro... ellos consiguen que saque todo, no quiero que sienta odio... Ya estoy casi bien, al 90%, y no puedo permitir que siga perdiendo a su madre».
Yolanda San Vicente- Víctima del 11-M
«Sobrábamos para mi marido, sentía rabia»
Yolanda recuerda como si fuera hoy la secuencia de su vida el 11 de marzo de 2004. Su marido, Ramón Matamoros, cogió el tren de la desgracia aquel día cuando iba a trabajar al Ministerio de Justicia. Ella estuvo a punto. Se le cerraron las puertas en su propia cara cuando se dirigía al Ministerio del Interior. Después, describe con todo lujo de detalles el horror y la confusión de aquel día. No puede olvidarlo. Su marido logró salir vivo, pero eso no le eximió de convertirse en víctima. Él y toda su familia. «Mi marido sufrió pérdida de audición, tuvieron que operarle por los impactos de la explosión que había recibido en el cuerpo. El primer mes se encontraba más o menos bien, pero fue a partir de entonces cuando empezó a meterse en su burbuja. Parecía que tanto mis hijos como yo sobrábamos en su vida. Gritaba por todo, sentía odio, rabia, ira... Se metía en la cama y no se levantaba...Se le puso el pelo completamente blanco y empezó a sufrir terrores nocturnos. Lo hemos pasado muy mal todos. Y después de lograr sobrevivir a la masacre le diagnostican fibrosis pulmonar idiopática. Estoy convencidísima de que tiene que ver con todo lo que su cuerpo absorbió ese día. Yolanda y su marido también acuden a Campus de Paz porque «nos ayuda a identificar las emociones y a poder atajar las negativas con métodos que nos han enseñado. Estar rodeados de personas que han pasado por ese trance hace que nos apoyemos unos en los otros y nos da una dosis de energía, una vez al mes, que hace que podamos continuar por el duro camino de la vida. Ha sido muy importante para mí conocer también a María Jesús, la madre de Irene Villa. Es un ejemplo. La vida es bella para vivirla, pero necesitamos el cariño de los demás y es bonito sonreír y decir te quiero».
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