crisis diplomáticas

Marruecos, Argelia... las otras crisis que ha provocado Pedro Sánchez en el exterior

Suma un nuevo embrollo diplomático en la región tras sus acusaciones contra Israel

Pedro Sánchez y Mohamed VI durante una de sus últimas reuniones en Rabat
Pedro Sánchez y Mohamed VI durante una de sus últimas reuniones en RabatpoolLa Razón

Tras Marruecos y Argelia, y de la misma forma inopinada y casi rocambolesca, Pedro Sánchez ha abierto con Israel una nueva crisis diplomática para España. Del Magreb a Oriente Próximo, el jefe del Ejecutivo suma, a raíz de su visita esta semana a Israel, Cisjordania y Egipto, el tercer embrollo diplomático para España en la región en apenas tres años. Y, como en los casos anteriores, el estallido del nuevo conflicto vuelve a ser sintomático del proceder osado e irresponsable de Sánchez: en el curso de una visita de cortesía a las máximas autoridades israelíes destinada a expresar el apoyo de España a un país amigo tras la masacre terrorista perpetrada por Hamás.

Guardan, por tanto, los tres embrollos, un denominador común: decisiones adoptadas por Sánchez no solo sin consultar con el conjunto del Gobierno o el principal partido de la oposición, sino a menudo en desafío de las posiciones tradicionales de la diplomacia española. Sus decisiones contradicen además la máxima de que la política exterior, con mayor motivo en dosieres tan sensibles como los del Sáhara o el conflicto israelo-palestino, es política de Estado y, por ende, ha de aspirar a recabar apoyos mayoritarios entre las distintas fuerzas del Parlamento. Así fue en el caso del viraje diplomático en el Sáhara en favor de Marruecos y en el anuncio del reconocimiento unilateral, al margen de nuestros socios europeos, del Estado palestino.

El otro denominador común ha sido la incidencia del factor Podemos-Sumar en el Gobierno. La llamada en noviembre de 2020 del entonces vicepresidente segundo Pablo Iglesias a la celebración de un referéndum de autodeterminación en el Sáhara Occidental desagradó profundamente a las autoridades de Marruecos. Y cuando el enfado de Rabat –que, espoleado por el respaldo de EE UU a sus reclamaciones de soberanía, presionaba a sus socios europeos– era ya una realidad, Sánchez torció del todo las cosas con una de sus decisiones «sui géneris»: la entrada secreta e irregular del líder del Frente Polisario, Ibrahim Ghali, en España para ser tratado de covid.

Contra el criterio de sus socios de coalición en la anterior legislatura, firmó en este caso Sánchez el giro diplomático en el Sáhara Occidental en marzo de 2022 –viraje que la opinión pública española solo conoció gracias a una nota difundida por el Palacio Real de Marruecos– para poner fin de un plumazo a la larga crisis con Rabat. De manera instantánea, el respaldo del Gobierno a la propuesta de autonomía para el antiguo Sáhara Español bajo soberanía marroquí abría una crisis con la otra potencia magrebí –y principal patrocinador del Frente Polisario–, Argelia. Un embrollo diplomático que el reciente regreso del embajador argelino a Madrid –19 meses después– puede estar en curso de resolución.

La salida de la crisis con Argelia –gran noticia para los empresarios e inversores españoles que sufren el veto del régimen desde hace un año y medio– no ha sido siquiera evocada en público por el ministro de Exteriores o el presidente del Gobierno. Parece poco probable que las palabras de Sánchez ante la Asamblea General de la ONU en septiembre en defensa de una solución política «mutuamente aceptable» y en el marco de la Carta de Naciones Unidas al conflicto del Sáhara y en pos del Estado palestino hayan bastado para calmar la indignación de las autoridades argelinas.

Hace una semana, el exembajador de Israel en España y antiguo ministro de Exteriores israelí, Shlomo Ben Ami, alertaba en LA RAZÓN de la última y definitiva «traición» de la izquierda europea a la izquierda de Israel y, por ende, al propio Estado de los judíos a propósito de su insensibilidad ante la matanza terrorista del 7 de octubre y sus simpatías hacia Hamás. Con sus palabras a Netanyahu, Sánchez se ha esforzado esta semana en darle la razón al veterano político laborista. El grupo terrorista despejaba cualquier duda el sábado agradeciendo a Sánchez su «postura clara y audaz» en la guerra de Gaza 

Las palabras del ministro de Exteriores israelí, Eli Cohen, quien avisó a Sánchez de que no olvidarán a quienes «apoyaron al terrorismo» y calificó de «vergonzosas y deshonrosas» las felicitaciones de Hamás, auguran una crisis diplomática profunda. Un hito inédito desde la normalización de relaciones entre España y el Estado de Israel en 1987. Pese a ello, el presidente del Gobierno español se reafirmó ayer en sus palabras.

La primera consecuencia del embrollo, que la decisión del titular de Exteriores español, José Manuel Albares, de llamar a consultas a la embajadora israelí solo agravará, es ya la ausencia de Israel del foro de la Unión por el Mediterráneo que se celebra hoy en Barcelona y que sus promotores pretendían convertir en una cumbre por la paz en Oriente Próximo.

En este medio llamaba también el exembajador Ben Ami al actual Gobierno a tratar de desempeñar un papel de mediador en el conflicto entre israelíes y palestinos, siguiendo la estela de la activa y sólida diplomacia española de los años noventa y la primera década del siglo actual, que tuvo su mayor hito en la histórica Conferencia de Paz de Madrid de 1991. Con su visita a Israel y Cisjordania de esta semana, Sánchez ha enterrado definitivamente para España esa posibilidad.