Aniversario
Medio siglo de la Marcha Verde, hito de las relaciones de España con el Magreb
En los estertores del franquismo, Hasán II lanzó sobre el Sáhara Occidental a 350.000 civiles para forzar la salida de las tropas españolas
Si hubiera que elegir un hito definitorio en la historia contemporánea de las relaciones hispano-magrebíes, ese sería sin discusión la Marcha Verde, de la que se cumplirán cincuenta años esta semana. La invasión y ocupación marroquí del antiguo Sáhara Español (1884-1975) supuso no sólo la apresurada salida de las tropas y población española, sino la apertura de un conflicto –incluida una guerra de casi dieciséis años entre Marruecos y el Frente Polisario que dejaría más de 15.000 muertos– que medio siglo después sigue sin haberse resuelto definitivamente.
Un conflicto que desde entonces ha marcado en muchos aspectos las relaciones entre los distintos gobiernos de España y los de sus dos vecinos norteafricanos, Marruecos y Argelia. Aunque cada vez más tenue debido al paso del tiempo, la memoria de los tres días fatídicos de la Marcha Verde y el abandono del territorio sigue estando presente en la sociedad española, a menudo en forma de un recuerdo vergonzante y traumático.
Sin duda, el rey Hasán II de Marruecos –padre de Mohamed VI, el actual monarca– es el protagonista en primera persona de la movilización, invasión y ocupación de la que fuera la 53ª provincia española y de la eventual salida de militares, administración y población de nuestro país.
El soberano alauí, que contaba con el apoyo del gobierno de EE UU –frente a una Argelia respaldada por la URSS– y había salido airoso de dos tentativas de golpe de Estado, aprovechó hábilmente la agonía de Franco –que acabaría falleciendo dos semanas después– para llevar a cabo una auténtica jugada maestra: lanzar al menos a 350.000 civiles desarmados, incluidas mujeres y niños –pertrechados de ejemplares del Corán, banderas marroquíes y retratos del propio monarca alauí– con el objetivo de forzar a España a abandonar todo el territorio.
Temía el resultado del referéndum de autodeterminación que las autoridades españolas, con Franco aún en plenas facultades, habían anunciado en 1974 para el primer semestre del año siguiente como parte del proceso de descolonización de la entonces provincia española. El reclutamiento se había hecho a través de unas oficinas de inscripción para voluntarios.
Hasán II había anunciado que durante doce días los voluntarios serían conducidos en trenes procedentes de todas las provincias del reino hasta la ciudad de Marrakech, de donde serían posteriormente transportados hasta Agadir y, de allí, a Tarfaya, a las puertas de la entonces provincia española. En la retina de los españoles estaba aún el cordial encuentro, abrazos incluidos, que habían mantenido en el mes de julio de 1963, doce años antes de la traición, el general y el rey en la pista del aeropuerto madrileño de Barajas.
Con Franco en el hospital, el Príncipe Juan Carlos, que había asumido la Jefatura del Estado de manera interina, viajó hasta la capital de la provincia, El Aaiún, el 2 de noviembre para tranquilizar a las tropas españolas. Al día siguiente, 3 de noviembre de 1975, Franco entró en coma por una hemorragia gastrointestinal. El 7 de noviembre, un día después del comienzo de la Marcha Verde, el general fue trasladado al hospital de La Paz, del que ya no saldría con vida. Franco no supo jamás del comienzo de la «Operación Golondrina», con la que se materializa la evacuación de los españoles.
Sin embargo, la decisión del que pronto se convertiría en Rey fue que las tropas españolas no opusieran resistencia al invasor marroquí. El Ejército español inició su repliegue el día 10, que culminó un mes después. El presidente del Gobierno, Carlos Arias Navarro, firmó los acuerdos tripartitos en Madrid, por los que España se comprometía a poner fin a su presencia en el Sáhara y a compartir la administración del territorio con Mauritania y Marruecos.
La España de los estertores del franquismo vivía momentos difíciles: una grave crisis económica que se añadía a la incertidumbre política y social. Documentos desclasificados de la CIA revelarían en 2017 que Don Juan Carlos pactó con Estados Unidos en secreto los términos de la Marcha Verde.
Las consecuencias de aquellos tres días de noviembre de 1975 abrirían una crisis en las relaciones hispano-marroquíes que tardaría varios años en superarse. A pesar de la excelente relación personal entre Don Juan Carlos y el rey de Marruecos –ambos se llamaban «hermanos»–, el entonces joven jefe del Estado español no visitaría de manera oficial el país norteafricano hasta junio de 1979.
Menos de un año antes, en enero de 1978, ambos monarcas habían efectuado una visita privada a Canarias. Después, el padre de Felipe VI visitaría oficialmente el país norteafricano en dos ocasiones más: en enero de 2005 y, finalmente, en julio de 2013, apenas once meses antes de su abdicación. Por su parte, Felipe VI visitó Marruecos de manera oficial por primera vez para presentarse ante las autoridades marroquíes a las pocas semanas de su ascenso al trono a mediados del mes de julio de 2014.
Durante las varias décadas de enfrentamiento entre Marruecos y el Frente Polisario –que recibe el apoyo clave de Argelia–, España ha mantenido en el Sáhara una posición de neutralidad ante un conflicto que había de dirimirse en el seno de Naciones Unidas. Ocupado y administrado en un 80% de su superficie por Marruecos –el otro 20% está en manos del Polisario–, la ONU considera que el Sáhara Occidental es un territorio no autónomo pendiente aún de descolonización y que la solución tiene que ser mutuamente aceptable por las partes.
Pero las cosas cambiarían inesperadamente en el mes de marzo de 2022, cuando el actual presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, expresa por carta –no sin polémica, pues el jefe del Ejecutivo no consultó con ni con su partido ni con el resto de su gabinete ni con el Parlamento– al rey Mohamed VI su apoyo a la propuesta de autonomía política para el antiguo territorio español que Marruecos presentó en Naciones Unidas en 2007.
Tras más de dos años de presiones y desencuentros con el telón de fondo de la cuestión del Sáhara –la negativa española a secundar a Estados Unidos, que a finales de 2020 había reconocido explícitamente la soberanía marroquí sobre el territorio, y, sobre todo, el ingreso hospitalario en Logroño del líder del Frente Polisario, Ibrahim Ghali, indignaron a Rabat–, el giro de Sánchez en el Sáhara permitía poner fin a la crisis con el vecino del sur.
De manera inmediata, la decisión del presidente del Gobierno abría un agrio desencuentro con Argelia, patrocinador principal del Polisario. Desde entonces, ambas administraciones presumen del «inmejorable» momento de las relaciones bilaterales, que baten récords comerciales y no han experimentado episodios de tensión mayores en los tres últimos años.
A pesar de las peticiones insistentes de la oposición y las críticas de los socios de coalición de Sánchez en las dos últimas legislaturas, Unidas Podemos y Sumar, y el esto de apoyos parlamentarios en la izquierda, el presidente del Gobierno nunca explicó las razones de su histórico cambio de parecer sobre el Sáhara. Con todo, las discrepancias con el presidente de una izquierda que ha abanderado durante décadas la cuestión saharaui en España no pasaron de las críticas parlamentarias y, por tanto, no pusieron nunca en peligro la continuidad del Gobierno.
Al margen del respaldo de los gobiernos presididos por Sánchez y del reconocimiento de la primera Administración Trump a su soberanía sobre el territorio, Marruecos puede presumir además de haber recabado el apoyo sin fisuras de Francia, antigua potencia colonizadora y privilegiado socio tradicional, a su plan de autonomía para el Sáhara.
En este sentido, el pasado viernes, Marruecos se apuntó un nuevo tanto diplomático después de que el Consejo de Seguridad de Naciones Unidas aprobara –con 11 votos favorables y la renuncia de Rusia y China, que se abstuvieron, al veto– una resolución para la renovación de la misión de la ONU para el referéndum (Minurso) que por primera vez privilegia la citada propuesta de autonomía marroquí sobre la autodeterminación.
El texto recibió el previsible rechazo del Frente Polisario en medio de las celebraciones en Marruecos y de las protestas en los campamentos de Tinduf, en Argelia, que han servido para recordar la suerte de sus más de 170.000 habitantes después de casi cincuenta años en el desierto.
Muy pocos habrían pensado en aquellos días de noviembre de 1975 que medio siglo después el antiguo Sáhara Español seguiría provocando división, exilio, discordia y titulares periodísticos.