Ucrania

«Mili» exprés a 3.500 kilómetros de la guerra

Más de 400 ucranianos continúan su formación militar en España. La mayoría, civiles sin experiencia, regresará en dos semanas a Ucrania para combatir en el frente

«Davay, davay!» («¡Vamos, vamos!»), se escucha en un poblado simulado en el campo de maniobras «Los Alijares» de la Academia de Infantería de Toledo. Inmediatamente después, dos ucranianos empiezan a moverse entre los edificios, apuntando con su fusil y protegiéndose el uno al otro. Van revisando los callejones y «limpiando» cada vivienda. Lo hacen torpemente, despacio, escuchando atentamente las instrucciones que les da su profesor y que traduce un intérprete. Les corrige y les hace ver que un mal movimiento o una señal equivocada a su compañero podría costarles la vida a 3.500 kilómetros de allí, en el campo de batalla real en el que se ha convertido su país y al que regresarán en apenas dos semanas para combatir. Son –mejor dicho, eran– civiles a los que la guerra obligó a alistarse y que llegaron a España para aprender a luchar.

Estos dos alumnos forman parte de un nuevo grupo de 197 efectivos que desde el pasado día 2 hacen una «mili» de cinco semanas en Toledo en el marco de la Misión de Asistencia Militar de la UE (EUMAM-Ucrania). Es su primer contacto con la dura vida militar, con un fusil o con un torniquete y, pese a ello, «su motivación es muy alta» porque saben que son muy necesarios en Ucrania, a donde «están deseando volver», explica el capitán Vera, responsable de la compañía de formación básica del recién creado «Toledo Training Coordination Centre». Y junto a ellos llegaron pocos días después otros 30 militares ucranianos profesionales que durante cuatro semanas se formarán para la atención sanitaria a bajas en combate. En total, por esta Academia han pasado ya alrededor de 450 alumnos.

Pero la capital castellanomanchega no alberga la única escuela de España y otros 183 ucranianos (militares y civiles) se entrenan en la actualidad en Cádiz, Almería, Sevilla, Burgos y Pontevedra, elevando a cerca de 900 los efectivos del Ejército ucraniano que se han adiestrado en nuestro país desde noviembre. Y para ello hay alrededor de 400 profesores españoles, de los que unos 155 están en Toledo.

Formación intensiva y lenta

Todos ellos reciben una formación completa y adaptada a sus necesidades, pero sobre todo, intensiva y lenta. Intensiva, porque entrenan todos los días al menos 10 horas, algunos 24, y solo tienen una tarde libre. Y lenta, porque prácticamente todo se hace con ayuda de traductores: el militar español da unas instrucciones y el intérprete se lo transmite a los alumnos. Aunque con el paso del tiempo ya hay cierta complicidad y un simple gesto o dos palabras en inglés sirven para entenderse y acelerar el proceso. «El ritmo de evolución es muy bueno», añade al respecto el capitán Vera, quien tras varios cursos ya impartidos da fe de que «acabarán con el nivel deseable».

Lo poco que se ve de sus rostros (por precaución van cubiertos para que no se les reconozca) desvela ese cansancio. No se detienen. Repiten y repiten cada ejercicio hasta que lo interiorizan y lo convierten en algo mecánico. Desde cómo ponerse un torniquete a estabilizar a un herido y evacuarlo con seguridad. Una y otra vez. Después de arrastrase unos a otros por el suelo, prácticas de tiro continuado y de ahí, andando sin casi descansar, al circuito de combate urbano, donde alguno no ha tenido más remedio que calzarse las zapatillas de deporte debido a las ampollas.

«Muchos de ellos no llevan ni dos semanas como militares, pero cuando acaban el curso salen con los conocimientos suficientes para poder moverse y combatir en la línea del frente», explica a LA RAZÓN el teniente coronel Iranzo, jefe de la unidad de formación de combate. Un oficial que muestra su confianza en sus alumnos y que, al igual que el resto de uniformados españoles, destaca de ellos que «tienen mucho interés en aprender, porque quieren volver cuanto antes a su país para recuperar su integridad territorial y para que sus familias puedan vivir en paz».

Pero las clases también se imparten en el interior de la Academia. Allí, los otros 30 militares profesionales reciben formación sanitaria tanto teórica como práctica, con maniquíes que les ayudan, por ejemplo, a saber poner una vía. De nuevo, un aprendizaje lento, con la necesaria ayuda de los intérpretes y diapositivas traducidas al ucraniano. Ninguno de ellos deja de atender. Toman nota desde sus pupitres y no pierden detalle cuando la enfermera de la Agrupación de Sanidad nº1 les muestra cómo deben actuar.

Otras escuelas

Esto, en Toledo, pero también hay escuelas en otros puntos de España. Así, en San Fernando (Cádiz), la Armada imparte otro módulo de formación básica; en Sevilla, los efectivos del Regimiento de Artillería nº74 les enseñan a usar el sistema de misiles «Hawk»; en Burgos, el Regimiento de Ingenieros nº1 imparte un módulo de zapadores y en Almería, los legionarios enseñan a planear operaciones y a combatir en el bosque, un curso que también imparte la Brigada «Galicia» VII en Pontevedra. Todos ellos gestionados por el Mando de Operaciones (MOPS).

Y en cuanto vaya finalizando cada «promoción» entrará una nueva. El objetivo fijado: unos 400 ucranianos cada dos meses, aunque la guerra marcará el ritmo real.