El desafío independentista

Moncloa confía en que ahora se desbloquee la Generalitat

No hay dudas sobre la entrega: «Alemania no es Bélgica»

Mariano Rajoy, presidente del Gobierno, entra en La Moncloa
Mariano Rajoy, presidente del Gobierno, entra en La Moncloalarazon

No hay dudas sobre la entrega: «Alemania no es Bélgica».

«Está donde tiene que estar y con Alemania no hay tonterías que valgan». Ésta fue la valoración informal de un miembro del Gobierno sobre el ingreso del ex presidente de la Generalitat Carles Puigdemont en una cárcel alemana. Puigdemont ha estado controlado por los servicios de inteligencia españoles desde el primer momento en que se dio a la fuga a Bégica –recuerda el mismo portavoz–, y se ha actuado «en el mejor momento, aprovechando su infravolación de los riesgos a los que se estaba enfrentando con su periplo europeo». «Alemania es el peor país donde esto le podía haber sucedido», continúa.

Oficialmente el Gobierno está dejando que sean las decisiones judiciales las que hablen, pero ayer en Moncloa sentenciaban sin matices que había llegado el final de Puigdemont, y «de quien ha sido el principal obstáculo para que avance la conformación de un Gobierno de la Generalitat». El Gobierno no se atreve a anticipar cómo puede afectar la detención de Puigdemont en la salida política en Cataluña. Pero ayer sí subrayaron que él es quien ha movido los hilos para frenar la revisión realista planteada por ERC y por sectores del PDeCAT, salvo el grupo de diputados fieles que mantiene. «La vía unilateral ha sido cegada por la realidad judicial y política, y la fantasía del exilio soberanista también».

Llegados a este escenario, el Ejecutivo va a insistir en el mantra de instar a los partidos independentistas a negociar una candidatura para la Presidencia de la Generalitat que pueda salir adelante y que se ajuste a los términos constitucionales y de normalidad institucional que hagan posible levantar el artículo 155. Por delante hay casi dos meses antes de que a Mariano Rajoy no le quede otra alternativa que firmar de nuevo el decreto de disolución y la convocatoria de unas nuevas elecciones autonómicas. «Sería una jugada muy arriesgada para ellos y que no va a traer nada bueno a los catalanes», advierten.