
Estrategia
Moncloa cree que aún puede agitar la calle por Gaza si se conocen "los atropellos" de Israel
En el Ejecutivo no esconden que se sienten ilusionados pero expectantes ante la resolución de un conflicto enquistado
El Gobierno no las tiene todas consigo. El acuerdo de paz que ha puesto fin al cese de las hostilidades en Gaza bajo la batuta del presidente de Estados Unidos, Donald Trump, genera ilusión en el Ejecutivo, pero a la vez expectación, según explican fuentes de alto nivel consultadas por LA RAZÓN.
Lo cierto es que Moncloa, que ha visto estos días cómo su plan de agitación de la izquierda con la causa palestina ha perdido fuelle precisamente por el acuerdo de paz, cree que aún puede usar esa baza si en las próximas semanas se conocen «los atropellos» que haya podido cometer Tel Aviv, especialmente tras la orden que dio este domingo el primer ministro israelí, Benjamin Netanyahu, al Ejército de "actuar con fuerza" contra Hamás.
La ofensiva terrorista en respuesta a los atentados del grupo terrorista que dejaron 1.400 muertos y 252 secuestrados, alteró por completo el debate político nacional. Desde entonces, buena parte de la conversación pública en España ha girado en torno al conflicto árabe-israelí.
Rédito electoral del conflicto
La diplomacia española se activó de inmediato. Y, aunque en Moncloa son conscientes de que la capacidad de influencia de Madrid en el escenario internacional es limitada, jugó sus cartas: presión, declaraciones duras, embargos y el amparo a una flotilla que puso rumbo a Oriente Medio para gritar al planeta que tenía que parar a Israel como fuera.
El núcleo duro de Sánchez activó con Gaza la maquinaria electoral. Y eso supone la movilización ideológica de los progresistas. El objetivo es responder a la hiperactividad de la derecha, cuya excitación está fuera de toda duda. Las ganas de echar a Sánchez entre los votantes conservadores rebosan. Por eso, al Gobierno no le queda otra que emprender una guerra cultural que ponga a España ante el espejo de lo que ven como la amenaza ultra. Sánchez sabe que la causa palestina llama a la puerta moral de la izquierda sociológica del país.
Cuando su equipo le informó sobre el ataque de Hamás en Israel, interpretó inmediatamente el alcance político del suceso. El presidente del Gobierno tiene interiorizada una regla básica de la política: transformar cada sacudida en una oportunidad. A Sánchez no le ha importado dinamitar cuatro décadas de relaciones diplomáticas con Israel por cálculo electoral. Y en el PSOE hay sectores que consideran que el presidente ha utilizado la confrontación con Israel para tapar su debilidad interna.
Consciente de que el mundo asistiría a una escalada sin precedentes en uno de los conflictos más complejos del planeta, el líder socialista –responsable de la acción exterior del Ejecutivo– decidió mover ficha también en el tablero interno. Y optó por colocar a España entre los países europeos más críticos con Netanyahu, asumiendo un coste político elevado, ya que Estados Unidos, aliado de Israel, ha puesto a Madrid en la diana.
Distancia con Washington
Los puentes entre Madrid y Washington están a punto de colapsar. El Gobierno no vio venir el acuerdo de paz. Que el Congreso aprobara poco antes el embargo de armas a Israel da cuenta de la desconexión entre ambas capitales. Y los cañonazos de Trump a Sánchez por no rascarse el bolsillo con el presupuesto en defensa no hacen más que confirmar el fuera de juego diplomático en el que se mueve en este asunto el presidente del Gobierno.
El Ejecutivo prepara hasta final de año varias sacudidas ideológicas. Gaza ya no es una prioridad total, pero Moncloa ha puesto encima de la mesa el aborto y, en noviembre, lo hará con la dictadura. El día 20 del mes próximo se cumplirá medio siglo de la muerte de Francisco Franco. Y a Sánchez, que exhumó sus restos y los sacó de Cuelgamuros, le parece una efeméride rentable políticamente para movilizar a sus votantes.
En verdad, la política es una permanente guerra cultural. Puesto que la sociedad no tiene un orden dado, los motivos por los que se agrupan los ciudadanos, así como los objetivos y horizontes que persiguen son el resultado de una batalla política por darle sentido a las cosas que pasan. E identificar problemas, causas y soluciones. Todo ello conforma la visión del mundo y, por tanto la ideología. El problema es que eso funciona mientras lo material esté cubierto. La economía española no es un problema. Y, por eso, toca esperar que aparezcan atrocidades de una guerra lejana para hacer campaña.
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