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Moncloa enfría la euforia de Iglesias: sólo habrá «vía portuguesa»

El presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, rechaza integrar a Unidas Podemos en la conformación de su futuro Gobierno. Foto: Alberto R. Roldán
El presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, rechaza integrar a Unidas Podemos en la conformación de su futuro Gobierno. Foto: Alberto R. Roldánlarazon

Sánchez sigue apostando por gobernar en solitario con apoyos externos de los morados, como su colega portugués, mientras Iglesias eleva la presión y da por hecho en público que habrá reparto de sillones.

Con un semáforo en rojo. Así resume Pedro Sánchez las opciones de Unidas Podemos de entrar en su futuro Gobierno. Este color, asociado al peligro o a que se detenga el paso, sirvió ayer para aplacar el optimismo de un Pablo Iglesias que da por hecho su desembarco en Moncloa en la próxima legislatura. Lo hizo en un desayuno informativo en el que dijo estar «convencido de que vamos a gobernar juntos, pero ese punto de llegada va a implicar un proceso que va a ser largo, va a iniciarse después de las elecciones autonómicas, municipales y europeas y que va a implicar trabajar muchas horas, dedicar muchos esfuerzos, habrá momentos mejores y peores en ese dialogo y habrá muchísimas presiones». El líder morado redobla, de este modo, el pulso sobre los socialistas para lograr un gobierno de coalición, mientras que los actuales inquilinos de la Moncloa no varían su hoja de ruta respecto a aplicar la «geometría variable», esto es, articular un gobierno en solitario apoyado en pactos puntuales con el resto de formaciones. Si Sánchez señalaba el citado semáforo en público –interpelado por un periodista de Telecinco que le preguntó si habrá «luz verde» a un ejecutivo con Podemos– en privado, fuentes gubernamentales tampoco reseñan avance alguno. «Hasta el 26-M no habrá novedades. Seguimos en la misma posición»

Y esta no ha cambiado desde la noche electoral, cuando el presidente en funciones tuvo la certeza de que le daban los números para revalidar su condición de jefe del Ejecutivo. Sánchez sigue sin tener una mayoría holgada en el Congreso de los Diputados, pero sí suficiente para forjar alianzas con otros partidos que le permitan gobernar cómodamente. La intención del Sánchez es extrapolar a España el «gobierno a la portuguesa» de su colega Antonio Costa. El líder socialista ya visitó al mandatario portugués, a modo de inspiración, antes de su primera intentona de llegar al poder en 2015. Entonces, Iglesias frustró esa expectativa. Los socialistas quieren seguir transitando la senda que abrieron en 2018 con la moción de censura. Se apoyan ahora en que su posición de fuerza es mayor –exactamente 38 escaños más– que hace un mes y que, por el contrario, Iglesias ha visto reducida su representación y –por tanto– su capacidad de influencia. Sus votos en efecto son necesarios pero no garantizan la «mayoría solvente» que sobrepasa los 176 diputados y que tendrá que buscar en otros grupos. Si los de Iglesias se hubieran mantenido en las cotas de la pasada legislatura, esto es, en el horizonte de los 70 diputados, el gobierno de coalición hubiera sido una realidad, porque Sánchez se habría garantizado la estabilidad de la legislatura.

No obstante, en el Ejecutivo apuestan por ser menos categóricos en público hasta que sucedan los comicios del 26-M. Unidos Podemos está construyendo su campaña sobre la base de que deben ser decisivos en el ámbito territorial para tocar poder a nivel nacional y en Moncloa no quieren abonar esta tesis. De hecho, la vicepresidenta del Gobierno, Carmen Calvo, emplazó ayer a enfocarse en estas elecciones antes de abrir una negociación que no se resolverá hasta que lo haga el mapa de gobiernos autonómicos y municipales. La fuerza de Podemos tras estos comicios sí puede decantar la negociación.

Tal es así que ambas partes, conscientes de ello, decidieron darse dos semanas de plazo para retomar las conversaciones. La reunión entre Sánchez e Iglesias fue el «mejor punto de partida posible», en palabras del secretario general de Podemos, pero el escenario que dibujan las urnas el último domingo de mayo puede cambiarlo todo. De hecho, la intensificación de la agenda de Iglesias –visitará hasta diez ciudades– insiste en la importancia que se da a esta cita.

En la dirección de Podemos son conscientes de que no será lo mismo afrontar el trabajo conjunto con los socialistas con una victoria arrolladora de los candidatos autonómicos de Sánchez que tras un triunfo de estos por la mínima que implique el apoyo de los diputados morados. La fuerza de sus bancadas en los parlamentos regionales, por tanto, será determinante. Con calculadora en mano, apuntan a seis comunidades –Murcia, Canarias, Aragón, Asturias, La Rioja y Baleares– en las que los socialistas necesitarán casi total probabilidad el visto bueno de Podemos. En estos territorios, además, la formación de gobiernos de coalición de alcance regional también serán bazas que podría jugar a favor de Iglesias en su tira y afloja con Moncloa. A ello se une la situación entre otras cuatro comunidades –Castilla-La Mancha, Madrid, Extremadura y Castilla y León– en las que el PSOE tendrá, si se cumplen las encuestas más margen, al contar con la posibilidad de pactar tanto a su izquierda –con las listas moradas– como a su derecha, con Ciudadanos. Sin embargo, si en estos cuatro territorios, el partido de Iglesias es la única opción posible para una investidura socialista, argumentan en Podemos, la presión se multiplicará para Sánchez.