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Navarro dimite harto de las rebeliones internas y víctima del desgaste electoral

Pere Navarro, en una imagen de archivo
Pere Navarro, en una imagen de archivolarazon

Pere Navarro no aguanta más. Se marcha. Pese a que hace unos días aseguraba que, a diferencia de Rubalcaba y Patxi López, su ciclo acababa de empezar, Pere Navarro lo deja. Han sido tres años de divisiones internas en torno a la postura del PSC sobre el proceso soberanista.

Pere Navarro no aguanta más. Se marcha. Pese a que hace unos días aseguraba que, a diferencia de Rubalcaba y Patxi López, su ciclo acababa de empezar, Pere Navarro lo deja. Han sido tres años de divisiones internas en torno a la postura del PSC sobre el proceso soberanista. Tres años de intensas luchas con críticos indómitos a los que trató de atar en corto, con el diálogo y con la disciplina de partido. No hubo forma. Los díscolos le negaron tres veces, saltándose las órdenes de Navarro contra la transferencia de competencias para poder realizar la consulta. Han sido tres años. El período más corto de un líder del PSC al mando de la primera secretaría.

Pere Navarro se marcha y lo anunció ayer en una sorpresiva rueda de prensa. «Es lo mejor para el partido», asumió. Una decisión tomada después de inacabables charlas con diversos miembros del partido para afrontar los malos resultados de las elecciones europeas.

La semana pasada se le podía ver paseando hacia los despachos del Parlament acompañado de los diputados críticos, a quienes evitó conceder el triunfo de su abandono. «Nadie me ha dicho que me marche», afirmó, sentido. Antes de la rueda de prensa convocada a primera hora de la tarde en la sede del PSC, el todavía líder –cesará este sábado en el consejo nacional de la agrupación –, había comunicado a Alfredo Pérez Rubalcaba su decisión. «La renuncia de Rubalcaba nada ha tenido que ver con la mía», matizó.

A lo largo de su breve liderazgo, Navarro ha intentado defender que la tercera vía, el federalismo, debía ser la primera, y fue perdiendo adeptos que le acusaban de ser el vocero de la línea socialista en Madrid y desapegarse de la realidad catalana.

Desde Lérida, el alcalde Àngel Ros, demostró su incomodidad, su inconformismo, abandonando su escaño en el Parlamento. Algo que Ernest Maragall hizo también bajo la dirección de Navarro, pero de forma más hiriente: primero incumpliendo la disciplina de partido pidiendo el pacto fiscal y la Hacienda propia catalana, y después pasándose a ERC como candidato en las europeas.

Tras estos comicios, Navarro todavía se sentía con fuerzas, pero en su partido seguían surgiendo voces discordantes: 24 horas después de los resultados electorales, otro grupo de críticos anunciaba «el proceso de constitución de un movimiento político socialista catalán y soberano, identificado con el derecho a decidir», tal y como aseguró una de sus componentes más ilustres, la ex consejera de Interior y Justicia en los años de los gobiernos tripartitos, Montserrat Tura.

Perdigonadas en todas las direcciones que Navarro no pudo apaciguar. Perdigonadas que hoy, tras su anuncio, siguen volando en direcciones distintas, incluso opuestas, dentro de un partido descabezado no solamente de líder, sino de proyecto común.

Precisamente Tura explicó horas después del anuncio que la renuncia «no da solución a la profunda crisis» que vive el PSC, una crisis de «cultura política».

En la tormenta de este socialismo en diáspora, la elección del momento escogido por Navarro para anunciar su dimisión levanta otras incógnitas. El sábado deberán tomarse decisiones: la convocatoria de un congreso extraordinario, si éste se realiza antes o después del que tiene previsto el PSOE para el 20 de julio, si se seguirá la dinámica electoral de un militante, un voto, y si se escogerá una comisión gestora que se haga cargo de la dirección.