Jorge Vilches

Normalizar a Vox

Quizá llegó el momento de desentonar en la orquesta dirigida en la sombra por Sánchez y hacer algo distinto

Feijóo y Abascal mantuvieron una reunión la semana pasada para analizar el escenario tras el 23J
Feijóo y Abascal mantuvieron una reunión la semana pasada para analizar el escenario tras el 23JEuropa Press

Los populares y Vox están firmando gobiernos de coalición o legislatura en autonomías. Ya van cinco. La estrategia de las izquierdas será mostrar que es un retroceso para su particular concepto de democracia. Es evidente que el siguiente paso del sanchismo es que los partidos de la derecha queden como antisistema y así excluirlos sin reparos. Todo a la derecha de Sánchez será «ultra» y, por tanto, repudiable.

La presión sobre el PP puede ser muy grande, ya que han asumido la mochila del sentido de Estado y no osan jamás contradecir la corrección política impuesta por la izquierda. Pero quizá llegó el momento de desentonar en la orquesta dirigida en la sombra por Sánchez y hacer algo distinto. Dado que el plan del PSOE es aislar al PP y que el electorado lo vincule con Vox, los populares no tienen más salida que normalizar la realidad. Y esa realidad es que pactan y van a pactar con el partido de Abascal.

Si Sánchez fue capaz de que sus votantes tragaran con el blanqueamiento de ETA y Bildu, que aceptaran la cesión a los golpistas de ERC, y que asumieran como animal de compañía a Podemos o los resultados de la ley del «solo sí es sí», cómo no van a poder PP y Vox hacer lo mismo. Lo pueden lograr porque ninguno de los dos se sale de la Constitución ni aplaude la violencia o pretende el apartamiento eterno del adversario. En suma, debería ser más sencillo normalizar la presencia de Vox que la de Bildu, cuya trayectoria chorrea sangre.

Lo primero es dejar atrás el intercambio de insultos y reproches. La aparición de Jorge Buxadé para culpar al PP de su infecunda campaña electoral es absurda. Pasó el tiempo del trumpismo en Vox, de insultar a los medios y a los periodistas, y de presentarse como los perseguidos del sistema. Es el momento de incorporarse con sosiego a la vida política, y de mejorar las formas sin la necesidad de cambiar el fondo. Es cuestión de inteligencia política. El victimismo agresivo es el comportamiento que justamente desea ver el sanchismo en su enemigo.

Del mismo modo, entre el comportamiento de Mazón en Valencia, que pactó rápido con Vox, y el de María Guardiola en Extremadura, el PP debe quedarse con el primero. Es sumamente torpe insultar con los tópicos de la izquierda al único aliado que puede tener el PP a nivel nacional. El desprecio de Guardiola alimentó la idea de que Vox es execrable y que votar al PP era permitir que la «ultraderecha» llegara al Gobierno. En conclusión: esa actitud de Guardiola armó a la izquierda y aumentó la desconfianza hacia Feijóo.

Esto solo se puede contrarrestar aceptando la realidad y mostrando con los gobiernos autonómicos de coalición que se puede hacer una política distinta a la sanchista, constitucional y tranquila, que no asuste a nadie. Siempre habrá quien se rasgue las vestiduras a la puerta de un Parlamento autonómico, pero va en el sueldo. Es el ruido normal que acompaña a toda acción de gobierno. Es importante no distraerse con las movilizaciones de la izquierda.

Tanto si hay repetición electoral por el bloqueo de Puigdemont como si no, el PP solo tiene una salida a corto y medio plazo. Esta consiste en estar orgulloso de constituir gobiernos locales con Vox, y de que estos ejecutivos sean un obstáculo al rodillo sanchista. Esto ha pasado en Aragón, donde el acuerdo de gobierno incluye derogar la ley de memoria democrática y reformar la «ley trans» porque borra a las mujeres.

En suma, es importante que los populares muestren que Vox no supone el fin de la democracia ni del Estado de Derecho, como sí lo son los socios de Sánchez. Se trata de normalizar la presencia de Vox en las instituciones de gobierno para que el miedo que la izquierda intenta insuflar en los votantes sea infundado.