Compromís

¿Pacto o elecciones?

Iglesias mantiene su ambigüedad con el PSOE: le tiende la mano para sellar un gobierno «a la valenciana», mientras se niega a aceptar la negociación que le proponen con Ciudadanos

El líder de Podemos volvió a polarizar la actualidad política esta semana
El líder de Podemos volvió a polarizar la actualidad política esta semanalarazon

Iglesias mantiene su ambigüedad con el PSOE: le tiende la mano para sellar un gobierno «a la valenciana», mientras se niega a aceptar la negociación que le proponen con Ciudadanos

Durante la pasada semana, Pablo Iglesias ha mostrado dos caras contrapuestas: una agria y otra dulce, una agresiva y otra amable, una hiriente y la otra afable. Ya en el panteón romano había una divinidad con dos caras, Jano, dios bifronte al que se consagraban las puertas, los finales... y los comienzos. Pero lo significativo en la ambivalencia de Iglesias no está en el contraste de sus dos caras, sino en el orden en el que fueron escenificadas: primero, la cerrada, luego, la abierta. La dulcificación de su talante en la tribuna delata el vector que regirá su estrategia a partir de ahora, cuando las negociaciones –las de verdad– van a empezar: Podemos buscará con denuedo un acuerdo de gobierno con el PSOE y estará dispuesto a «ceder» buena parte de sus «exigencias» –vicepresidencia, la mitad de las carteras, consulta en Cataluña– con tal de lograrlo. «Estamos dispuestos a ceder», dijo ayer en La Sexta significativamente. Si bien la celebración de elecciones no acobarda al partido –más bien todo lo contrario–, un breve gobierno con Sánchez de presidente será más beneficioso: el partido accederá de una manera u otra a las más altas instituciones del Estado y muchos votantes socialistas perderán el miedo a los de Iglesias.

La plantilla que Podemos está utilizando para planear su futuro es la puesta en práctica por Mónica Oltra en Valencia y los resultados que quiere cosechar Iglesias son los que ya ha cosechado ésta: superar electoralmente al PSOE y convertirse en la fuerza política de referencia de la izquierda, condenando al socialistmo a la irrelevancia en la que ya se ha instalado, por ejemplo, en Madrid. Vale la pena recordar lo ocurrido en Valencia en los siete meses que van desde las autonómicas a las generales. En mayo de 2015 tuvieron lugar las elecciones autonómicas en Valencia, que ganó el PP. La segunda fuerza política fue el PSOE con 23 escaños y el 20,3% de los votos. Compromís logró 19 (18,19%) y Podemos, 13 (11,23%). Ximo Puig fue investido presidente en la primera votación tras una negociación con Compromís y Podemos que duró hasta el último minuto. De los cincuenta votos que invistieron a Puig, 23 eran socialista, 19 de Compromis y 8 de los 13 de Podemos (los cinco restantes se abstuvieron). El actual Gobierno valenciano está presidido por Puig como candidato de la fuerza más votada y la vicepresidencia la ocupa Oltra. Esto es lo que sucedió en la primavera. Tras seis meses de gobierno «a la valenciana», tuvieron lugar las elecciones generales en diciembre y el panorama cambió sustancialmente: Compromís y Podemos, ahora en confluencia, superaron al PSOE por 140.000 votos. Un «sorpasso» de libro: la nueva izquierda logró el 25,09% de los votos frente al 19,85% del PSOE. Éste es el sueño que Iglesias ya «acaricia con la punta de los dedos», por utilizar uno de los estribillos favoritos del otro hemisferio del cerebro que gobierna Podemos, Íñigo Errejón.

Mónica Oltra –«Nadie me ha dado mejores consejor», deconoció ayer Iglesias en La Sexta– ya disfruta de la comodidad del «gobierno del cambio» y espera las próximas elecciones reflexionando sobre cuando será el momento óptimo para dejar caer a Puig y culminar el asalto a los cielos de Valencia. Ayer habló señalando el camino a sus amigos de Madrid: «Iglesias ha dicho que quiere un pacto a la valenciana pues entonces hay que rebajar tensión cuándo uno quiere un pacto a la valenciana. Pues bien, si quieren hacerlo a la valenciana, que se sienten a dialogar sobre dos bases, sobre el qué, que son las políticas de cambio, y el quién, un gobierno plural», dijo desde la tierra en la que Podemos cifra sus esperanzas.