Toni Bolaño
Pendientes de lo que ocurra a la izquierda
Nunca se decantó por agrandar la crisis más allá de la cosmética
Cualquier dirigente político hubiera perdido los nervios. El presidente del Gobierno no es de esos. Tenía prevista su remodelación del Ejecutivo para principios de febrero para dar salida a Carolina Darías y a Reyes Maroto para librar la batalla municipal en Las Palmas y en Galicia. No pudo ser. Primero por la crisis de la ley del «solo sí es sí» que enfrentó al PSOE con Podemos y, con mucha acritud, con Irene Montero. La crisis dejó churrascada a la ministra de Justicia, Pilar Llop, y no eran pocas las voces que desde el PSOE querían una remodelación más amplia.
El presidente escuchó pero nunca se decantó por agrandar la crisis más allá de la cosmética. Con la pugna abierta con el sector morado apareció el «caso Berni» que la oposición lanzó a la cabeza del presidente. Algunos veían que había llegado el momento del punto y final de la coalición. Un Gobierno desgastado, enfrentado y pringado por un caso de corrupción chusco. El presidente, y el PSOE de la mano de Santos Cerdán, no se anduvieron con chiquitas y el diputado de marras fue expulsado del partido y del Congreso. Hasta la fecha el tema sigue coleando pero ha perdido fuerza porque parece que la cosa tuvo de protagonistas a aprendices de brujo. Por si fuera poco, se abrió el melón de la moción de censura y muchos aguantaron la respiración. El presidente no. Salió a por todas y con méritos propios y pases de gol a Yolanda Díaz –sin olvidar los deméritos de los adversarios léase Partido Popular, Vox, y evidentemente el decrépito señor Tamames, un candidato para olvidar– el presidente volvió a salir airoso haciendo buena la frase que ha hecho fortuna en estos meses en Madrid: «Sánchez siempre cae de pie y es de goma, siempre rebota». Lo saben también en el PP que no salen de su asombro. En la política interna sale reforzado, en la reforma de las pensiones cuenta con el aval de Europa, la economía sigue sacando músculo y la figura internacional del presidente español se acrecienta. Mientras en casa le zurran la badana, el presidente chino le invita a un viaje de Estado y en Europa hacía años, demasiados, que España no tenía el protagonismo actual y no solo por la presidencia europea que está a punto de comenzar. Con este panorama, y a dos meses justos para las elecciones, el presidente ha afrontado la crisis con actitud conservadora porque en tiempos de tribulación convienen pocos cambios. Pero siempre conviene no dar puntada sin hilo. Mirando a futuro parece haber pensado Pedro Sánchez. El nuevo ministro de Sanidad, José Manuel Miñones, es un gallego que se ha mantenido al margen de las pugnas del PSdG. Puede ser un buen candidato en un momento en el que el PP no tiene ya a Feijóo de candidato. Solo necesitaba una ventana a la popularidad que el ministerio le aporta. El nuevo ministro de Industria, Héctor Gómez, refuerza el papel del PSOE canario que no se queda sin representación en el Gobierno y que necesita un empuje para hacer posible la repetición del pacto de las flores. Después del caos de «Tito Berni» y del lío del sector morado que ya tiene cuatro partidos en liza, el PSC se ve reforzado por el tándem de Gómez con el presidente Ángel Víctor Torres.
Pocos cambios, pero cambios de contenido político. Uno para repetir victoria en Canarias y otro para jugar la partida gallega en la que el PSOE siempre juega en desventaja. El presidente ha cerrado cuatro carpetas en dos meses. Los planes iniciales se trastocaron por la virulenta actividad política, pero dos meses después en el PSOE están convencidos de que hay partido y que algunos han vendido la piel del oso antes de cazarlo. Ahora todo pendiente de lo que suceda en el mundo morado. El día 2 de abril pistoletazo de salida. Le toca a Yolanda Díaz hacer un Sánchez, ser de goma y rebotar.
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