Asturias
Pilar, la voz de la calle que conmovió a la Princesa
Pilar Albert ya era famosa antes de su charla con Doña Letizia, aunque sólo en su Picassent (Valencia) natal. Pero, desde el lunes, su rostro y sus palabras han saltado a la esfera nacional para convertirse en la imagen de una «España hundida», que es como ve ella este país. Sucedió durante la visita que la princesa de Asturias realizó a la Casa de la Caridad antes de asistir a la ceremonia de entrega de los Premios Jaime I. A la salida de la ONG, la voz de una mujer llamó la atención de Su Alteza Real. «¡Princesa, princesa! Quiero hablar con usted!», reclamó la valenciana. Doña Letizia no se lo pensó y, saltándose el protocolo, caminó unos pasos hasta la preocupada ciudadana. «Yo sólo quería contarle lo mal que lo está pasando la gente, lo de los desahucios, lo de los jóvenes en paro... Pero no me esperaba que me hiciera caso».
Fueron entonces sólo Pilar y Letizia, dos mujeres que hablaban de la realidad de un país. Bueno, una hablaba mientras la otra asentía con expresión comprensiva. «Me miró fijamente mientras me cogía de la mano y la acariciaba con cariño, porque me vio muy nerviosa. Yo soy sólo una ciudadana ¡y ella una princesa!». Y es que Pilar, pese a ser «muy espontánea», no estaba del todo segura acerca de la reacción de un miembro de la Familia Real. «Pero son humanos, pienso, así que por qué no iban a entender lo que está pasando». La percibió, recuerda, «muy humana». «Yo sé que en su mano no está la solución, pero lo que quise es que transmitiera mi mensaje a los que tienen el poder. Que se quiten la venda de los ojos porque las cosas están muy mal».
Pilar sabe de lo que habla, pues pese a que, contrariamente a lo que se dijo en un momento, no es usuaria de la Casa de la Caridad, conoce muchos casos de familias que malviven. Ella, por su parte, admite que agradece llegar «a mitad de mes». «Mi marido es un camionero autónomo, y claro que notamos la crisis». Ahora se encuentra de baja por enfermedad. Hasta hace poco, y desde hacía 22 años, se encargaba de la limpieza del cuartel de la Guardia Civil de Picassent, donde se criaron sus tres hijos. Unos hijos «orgullosos» de lo que ha hecho su madre, pero que lo tendrán muy difícil en el futuro. «¿Qué pueden esperar si no tienen trabajo? Yo no espero nada. Tenemos una juventud perdida, sin porvenir alguno», declara pesimista.
No obstante, a Pilar se le escapa un poco de optimismo cuando habla del poder de la protesta. «Hay que decir las cosas y no vale quejarse en el bar, porque si no, ¿cómo van a solucionarlo?».
Aplausos y agradecimientos
Sabe que no todos son tan «echaos p'alante» como ella. «Yo soy muy atrevida, la verdad, pero la gente debería decir lo que piensa. Con educación se puede decir lo que sea», explica. Por ello, no es extraño que ahora sea objeto de aplausos y agradecimientos. «La gente me dice: "Bien, Pili", porque ellos no se atreven a hacerlo». De hecho, cuenta que después de despedir a la comitiva en las puertas de la ONG muchos de los allí presentes se arrancaron en aplausos. «No me di cuenta, pero mi prima, con la que iba, me contó que algunos hasta lloraron».
Dicen que doña Letizia no olvidará a Pilar. Ella, por su parte, se ofrece encantada de guía en una hipotética visita de la Princesa a Picassent. «Yo estoy dispuesta a enseñarle la realidad». Esa realidad que, lamenta, lleva a muchas madres a preparar comidas con más imaginación que recursos. «Con una pastilla de Avecrem comen cuatro niños. ¡Ahí hemos llegado!».
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