
Estrategia electoral
El plan de Feijóo: dos «victorias absolutas» para lograr la Moncloa
La estrategia del líder del PP para cosechar «diez millones» de votos pasa por «nacionalizar» las elecciones en Castilla y León y Andalucía

Aguarda a la vuelta de la esquina un nuevo ciclo electoral en España que, si nada cambia, comenzará el próximo mes de marzo con Castilla y León y proseguirá, en junio, con Andalucía. Dos citas claves que Alberto Núñez Feijóo, embarcado en una empresa de gran envergadura, cosechar «diez millones» de votos, quiere «nacionalizar» para apuntalar su llegada a la Moncloa. En solitario.
Si nada cambia, el próximo mes de marzo tendrá lugar en nuestro país la primera cita con las urnas después de un 2025 en el dique seco, inédito para lo que se había convertido la política. Toca echar cuentas. No ocurría algo así desde tiempos inmemoriales. Ningún año vacío en la última década. Todo un bucle de campañas, papeletas, urnas, que comienza en 2014 con las europeas.
A partir de ahí, no han dejado de sucederse, por este orden: municipales y autonómicas, generales, catalanas y andaluzas; generales, municipales, autonómicas y europeas, gallegas, vascas y madrileñas; castellano-leonesas, andaluzas, municipales, autonómicas, generales, gallegas, vascas, catalanas y europeas. Las últimas, el pasado año. En junio, cuando se inició, al fin, un periodo de barbecho que se prolongará en lo que resta de año.
Las posibilidades de adelanto de las generales, como anhela la oposición y algún que otro partido de la izquierda a la izquierda del PSOE, son remotas. Había dudas, pero bien entrado el verano, se han disipado. Aun así, el PP celebró el pasado mes de julio un congreso nacional en el que inventó el verbo «electoralizar», con un general secretario, Miguel Tellado, encargado de mantener la tensión en todo momento. Incluso en plena canícula. «Guardia localizada», fue la orden que dio Feijóo a sus alfiles durante el último Comité Ejecutivo Nacional del partido.
Es cierto que el mandato de Pedro Sánchez entró en punto muerto en enero, con una legislatura infausta e improductiva, en la que el Ejecutivo trata de vivir de espaldas al Legislativo, un oxímoron en una monarquía parlamentaria. Además, los escándalos judiciales golpean con insistencia y generan inestabilidad permanente. Por eso, el runrún de «elecciones» no cesa. A cada derrota parlamentaria del Gobierno, la rumorología aprieta: «Elecciones». A cada informe de la UCO: «Elecciones». Sánchez, entretanto, se resiste a apretar el botón nuclear.
Pese a todo, el PP ha decidido poner a punto ya, sin esperar siquiera a septiembre, la maquinaria electoral. El motivo: las dos autonómicas que otean en el horizonte. Dos asaltos a los que Feijóo, según reconocen distintas personas de su equipo a este diario, les da una importancia capital en su estrategia para amarrar la llegada al poder. El presidente nacional del PP se ha fijado una meta: encadenar dos «victorias absolutas» en los dos territorios que están en liza y acercar así al PP a una «mayoría suficiente», que además profundice la sangría en el «sanchismo».
Son «dos procesos que pueden agravar la situación de Pedro Sánchez», recalcan en Génova, donde le dan especial trascendencia al combate entre Juanma Moreno y María Jesús Montero. Primero, porque se trata de «la dos» del Gobierno y de Ferraz. Caza mayor. Segundo, por el enclave: donde antaño el socialismo español tuvo su principal granero de votos. Un fortín que parecía inexpugnable hasta que una carambola propició la salida de Susana Díaz de la Junta de Andalucía. Punto de inflexión.
Una vez en San Telmo, sede del gobierno andaluz, el PP ha logrado hacerse fuerte, hasta el punto de que hace tres años cosechó un triunfo electoral histórico. El reto ahora es reeditar el golpe y mermar la moral de un Sánchez que, salvo la excepción catalana, solo acumula derrotas.
Gobernar sin Vox
Pero antes, tendrán lugar las autonómicas de Castilla y León, donde hay otra derivada: la posibilidad de poner fin a la etapa de los gobiernos de coalición con Vox. Durante el cónclave de los populares, Feijóo estrenó promesa: gobernar en solitario. Vino a transmitir que estaba incluso dispuesto a repetir elecciones con tal de no sentar a Santiago Abascal en la mesa del Consejo de Ministros.
Para ganar credibilidad, resulta imprescindible una suerte de desescalada en las alianzas con el partido verde. Castilla y León fue el escenario del primer gobierno de coalición con Vox. La intención es que ahora sea el comienzo de una etapa de «mayorías suficientes» en las que el PP logre más diputados más que toda la izquierda junta, de modo que pueda gobernar sin compañías. Una meta que no se aventura lejana en el caso de Castilla y León. Los sondeos internos sonríen al candidato, Alfonso Fernández-Mañueco, que en septiembre comenzará con la precampaña. Y en otoño, se encontrará en capilla, como quien dice.
«Las dos elecciones van a ser muy importantes, serán un golpe moral. En el electorado influyen mucho las bolas de partido», sostiene un destacado barón territorial con mando en plaza. «El objetivo es dejar a Sánchez tocado». Está por ver cómo afronta la jugada el PSOE frente a un Feijóo que buscará un cuerpo a cuerpo en los dos comicios. Otra vez un plebiscito. Sánchez sí, Sánchez no. Que cada éxito del PP se interprete como un fracaso del presidente.
Antes de las vacaciones, Tellado reunió en la sede nacional de Génova a todos los presidentes provinciales para perfilar la hoja de ruta a seguir. En un momento dado, Feijóo también participó en el encuentro. Entre las prioridades que se fijaron: Castilla y León y Andalucía. «No podemos fallar», fue la consigna.
Entre final de octubre y primeros de noviembre, Juanma Moreno celebrará el congreso regional del PP andaluz, en el que encenderá la antorcha de la carrera para su reelección. El «califa», como lo apodó Feijóo tras aquella noche del 19 de junio de 2022 en la que tiñó de azul el mapa andaluz, tiene el reto de mantener un techo que se le resistió a su partido durante prácticamente cuatro décadas.
Después, el tiempo que quedará para la traca final, será menos de un año. Eso, si Sánchez cumple con su máxima de que «las legislaturas duran cuatro años» y no se precipita todo antes de lo previsto. La clave es que el PP hoy mismo, cuenta con su artillería a punto.
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