Estrategia
El plan de Sánchez para sobrevivir: enredar al PP, gastar los fondos y ganar tiempo
Ante las dificultades para legislar, Moncloa trabaja en una campaña de debates polémicos para tratar de camuflar la parálisis del Gobierno y marcar la agenda
La legislatura del presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, está en colapso, aunque tiene la ventaja de que no hay una alternativa que le pueda echar de La Moncloa mientras él no decida apretar el botón de la disolución de las Cortes Generales.
Por ello, todas las terminales del Ejecutivo se han puesto a trabajar para contrarrestar la campaña de la oposición, y de algún socialista, que dice que no se puede gobernar sin gobernar, es decir, sin el Legislativo.
El mantra oficial es que lo harán con o sin Presupuestos, que tienen muchas leyes por desarrollar y, además, mucho dinero todavía de los fondos europeos por gastar.
La letra oficial se repetirá sin descanso, sin bien dentro del grupo socialista son conscientes de que enfrentarse cada semana a un Congreso en contra es un auténtico calvario: el presidente del Gobierno se reúne hoy con ellos para insistir en su confianza en que le quedan todavía tres años por delante.
Moncloa se ve capaz de sortear también el problema de que vendieron la Ley de Amnistía como el pago necesario para poder seguir haciendo leyes progresistas, y los hechos les están dando la espalda.
En realidad, la línea principal que dirige la estrategia del Gobierno es ganar tiempo y enredar al PP en falsos debates, que de partida se sabe que no tienen salida, pero que «calientan» las tertulias de los medios y, con ello, consiguen marcar la agenda.
Da igual que sea una agenda sostenida en la nada. Ante las dificultades de legislar, toda la maquinaria de Moncloa está volcada en buscar la manera de disfrazar esta circunstancia.
No hay ninguna confianza en que salga algo concreto de las reuniones que han anunciado que convocarán con los diferentes presidentes autonómicos para hablar de la financiación autonómica, ni tampoco de que vayan a conseguir sacar adelante ni los Presupuestos Generales del Estado ni una agenda de reforma fiscal.
Pero eso es lo de menos, ya que a Moncloa le basta con que estos asuntos sirvan para alimentar debates polémicos que escondan la parálisis del Gobierno socialista.
Tiene a su favor que a Puigdemont tampoco le interesa que se convoquen nuevas elecciones generales
La necesidad de ganar tiempo trasciende la fecha del Congreso de ERC (donde la división interna no afecta a la apuesta por mantener vías de negociación con el Gobierno) y de Junts (con debate estratégico, pero sin que nadie vaya a cuestionar la posición de Carles Puigdemont).
La frustración del expresidente de la Generalitat fugado, ante la ausencia de un horizonte claro sobre el desarrollo de la amnistía, le convierte en un enemigo incómodo, al que ha dejado de interesarle incluso conseguir más competencias o más hitos en el avance independentista en tanto que ha llegado a la conclusión de que todo lo que avance por ese camino no tiene manera de rentabilizarlo.
El Gobierno encargado, en teoría, de desarrollarlo sería el que preside desde el pasado mes el socialista Salvador Illa.
Este reto de ganar tiempo afecta también a la implementación del acuerdo de investidura que firmaron con Esquerra para que Illa ocupara la Presidencia de la Generalitat.
Lo del cupo catalán va para largo, y no hay previsión de que vaya a detallarse antes de final de año lo que quisieron decir en el texto publicado por PSC y ERC sobre el pacto de investidura.
En el acuerdo se habla de un semestre para desarrollarlo y Sánchez dejará correr el balón sin comprometerse a nada, porque es así como consideran que pueden tener más tiempo a los republicanos amarrados.
Ahora bien, Moncloa sabe que tiene a su favor el hecho de que a Puigdemont le interesa tan poco como a ellos que se celebren unas elecciones generales, y este es otro factor que les ayudará a ganar tiempo.
La resistencia recalcitrante del presidente del Gobierno ha mermado ya hasta las ilusiones de la oposición de que su debilidad se fuera a traducir en una convocatoria electoral a medio plazo, y ahora lo plantean en términos de que «esto va para largo» y «hay que tener paciencia».
Su manera de enfrentar una legislatura que se les puede hacer larga pasa por la movilización del partido como si fueran a celebrarse unos comicios, aunque desconfíen de esta hipótesis a medio plazo, y dirigir la oposición a otros temas que muerdan en la agenda social del Gobierno de coalición.
Sánchez tiene un partido destrozado territorialmente, salvo dos excepciones: en Cataluña ha quitado el poder a los independentistas y en el País Vasco tiene a un PNV más dependiente que nunca de los socialistas.
Los nacionalistas vascos quieren Presupuestos, y también necesitan ganar tiempo para recolocarse frente a Bildu, en ascenso. Además, desde la formación jeltzale median con Junts para que el tablero no salte por los aires.
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