La crónica

La presión ante un adelanto electoral agita la tensión en el PP por Vox

El debate estratégico sobro cómo gestionar la relación con los de Abascal se reabre, con Ayuso y Moreno como representantes de dos vías alternativas

El líder del PP, Alberto Núñez Feijóo, juntos a sus barones en un Comité Ejecutivo Nacional posterior a las elecciones catalanas © Alberto R. Roldán / Diario La Razón.
El líder del PP, Alberto Núñez Feijóo, juntos a sus barones en un Comité Ejecutivo Nacional posterior a las elecciones catalanas © Alberto R. Roldán / Diario La Razón.© Alberto R. Roldán / Diario La Razón.© Alberto R. Roldán / Diario La Razón.

Al presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, se le multiplican, aparentemente, los problemas. Y lo que viene, según la información que circula desde medios judiciales y policiales, no va a mejorar la situación, ni por lo que afecta a la conformidad de Carles Puigdemont con las cesiones socialistas, pese a la aprobación de la amnistía, ni tampoco por la evolución de los dos casos que presionan al PSOE y al entorno personal del presidente, la trama que tiene como principal señalado al antiguo asesor de Ábalos en Transportes, Koldo García, y el «caso Begoña Gómez».

Madrid es un hervidero de rumores y especulaciones sobre lo que está por llegar de las investigaciones judiciales abiertas, de cómo se va a aplicar la ley de amnistía y sobre si Puigdemont podrá o no volver a Cataluña en los próximos días sin temer por su detención. La radiografía que se hace del estado de salud de los socialistas es mala y, sin embargo, también hay una pregunta que pesa en socios del PSOE, como el PNV, y en el principal partido de la oposición: ¿cómo es posible que, pese a todas las decisiones y rectificaciones, y pese a la erosión que han sufrido las siglas del PSOE durante estos últimos años, a Sánchez le aguante una base electoral que se mueve en el 30% del voto?

Mal que pese en la dirección popular, su principal problema sigue siendo el partido de Santiago Abascal, sobre el que hacen una reflexión parecida a la que se escucha respecto a las siglas socialistas: ¿cómo es posible que Vox continúe manteniendo su porcentaje de voto, alrededor del 10%, cuando otras elecciones ya han servido para probar que la división de la derecha es garantía de la continuidad de Sánchez en Moncloa?

Después de este último proceso electoral, y con la expectativa de que pueda haber elecciones generales como muy tarde para la primavera del año que viene, ha vuelto a reabrirse en el PP la discusión sobre cuál es el camino para ahogar a Vox, con la ventaja, por encontrar un elemento positivo, de que estas reflexiones o debates no están todavía generando interferencias en público, a diferencia de lo que ocurrió en la etapa de Pablo Casado.

Las dos posiciones que lideran la colisión pueden simbolizarlas la presidenta de la Comunidad de Madrid, Isabel Díaz Ayuso, y el presidente de la Junta de Andalucía, Juan Manuel Moreno. Y en medio queda el presidente del partido, Alberto Núñez Feijóo, que en algunas ocasiones no puede evitar acabar siendo opacado por la fortaleza y la osadía del discurso de la madrileña.

El PP debe equilibrar su posición ante Vox y ante el plan socialista de agitar el miedo a la ultraderecha

Son más comunidades, no solo Andalucía, las que piensan que va en contra de sus intereses todo lo que sea dar cuerda al efectista mantra de Sánchez sobre el triunvirato de las derechas, una vez que Moncloa ya trabaja para meter en la ecuación a la figura de Alvise Pérez, líder de Se Acabó la Fiesta, y que en su currículum acumula varias condenas por difundir bulos.

Hay detalles que pueden parecer insignificantes, pero fuera de Madrid –en Galicia, Castilla y León y Castilla-La Mancha– chirrían, como que en el enfrentamiento entre el ministro de Transportes y Vito Quiles, el jefe de prensa de Alvise Pérez, la plana mayor de la dirección del partido saliera en tromba a arremeter contra Óscar Puente. Esto dio pie a que la izquierda echara mano del eslogan del triunvirato de derechas para acusar al PP de estar en alianza con Quiles, investigado por un juzgado de Sevilla por presuntas injurias y calumnias por una querella presentada por el secretario general de Facua, Rubén Sánchez.

La estrategia de Ayuso para ocupar todo el espacio de Vox en Madrid es una manera de sembrar el camino hacia una nueva mayoría absoluta. Pero es justo el camino contrario para que el PP pueda engordar sus expectativas electorales en Andalucía o en otras comunidades.

Encontrar el punto de equilibrio es complicado, cuando cada día la maquinaria de Moncloa trabaja para que del imaginario de la izquierda no desaparezca como único elemento movilizador la identificación del PP con las siglas que están a su derecha.

Al PP «le aprieta el zapato de Vox» –definición de un exministro del partido– porque no está nada claro, por más que insistan en lo contrario en Moncloa, que no vaya a haber elecciones en unos meses. Esto les exige acertar en la posición que adoptan frente a Vox y frente a la estrategia socialista de agitar el miedo a la ultraderecha.

Si en Génova escucharan más lo que dicen en otras baronías del partido, la línea estratégica no se movería de una política de confrontación con los de Abascal, evitando secundar cualquiera de sus propuestas solo por el miedo al qué dirá el electorado de derechas. Y esta máxima debería ser también de aplicación en los gobiernos autonómicos de coalición, sin perderse en debates que propician los de Abascal porque es terreno fértil para ellos, como la discusión sobre el franquismo.

En el PP también ven con recelos el poder que sigue teniendo el director de GAD3, Narciso Michavila, en la composición del análisis social y demoscópico sobre el que la dirección define sus líneas de actuación política y parlamentaria, y los ejes de su discurso. Creen que no hay más tiempo que perder para aprender de los errores, para ampliar las voces que participan en la tormenta de ideas que debe cada día anticiparse a lo que harán los socialistas, y ven un error fiarlo todo «al mismo gurú».