Negociaciones
El PSOE contempla un pleno de investidura antes del 31-O
Pedro Sánchez baraja intentar su reelección como presidente antes del acto de la jura de la Constitución de la Princesa Leonor en el Congreso
Quedan menos de cuarenta días para que finalice el plazo para lograr una investidura y evitar una repetición electoral. Nadie se atreve a hacer un diagnóstico fiable de la situación porque las conversaciones, y negociaciones en toda regla, están envueltas en el secretismo. Los participantes saben que el ruido no ayuda al acuerdo. Las quinielas y las apuestas en estos días se han disparado y una de ellas ha cogido un gran protagonismo aunque ninguno de los protagonistas la confirma.
«El pleno de investidura es el 27», es la información que corre como la pólvora por Madrid y en Barcelona, pero sobre todo en la capital. «El presidente quiere ir de presidente a la jura de la Constitución por la Princesa Leonor en el Congreso de los Diputados», añaden los interlocutores para sustentar un rumor que se ha ido consolidando durante toda la semana y que supone un giro con respecto a las estimaciones que tenían inicialmente los socialistas, que se remitían a un pleno a partir de la semana del 6 de noviembre. Lo cierto es que tampoco se descarta que Sánchez acuda la semana que viene a un pleno de investidura sin un acuerdo cerrado.
En estos siete días se han producido movimientos que dan pábulo a la rumorología: uno de los principales elementos es la victoria de Carles Puigdemont en la votación sobre la reorganización del Consell per la República, lo que indica que en la consulta sobre la investidura de Sánchez también pueda vencer el «sí» (se sabrá este lunes) y facilite el acuerdo entre PSOE y Junts. También Puigdemont reunió ayer en el sud de Francia a la cúpula de Junts para valorar cómo están las negociaciones y cuál es el margen para un acuerdo, según avanzó el «Ara».
Movimientos en Junts, pero también en ERC: Pere Aragonés acudió el jueves al Senado a defender la amnistía y la autodeterminación ante la plana mayor del PP. El presidente catalán quería ocupar su espacio en el tablero de la negociación del que estaba desplazado por Carles Puigdemont, pero también por Oriol Junqueras, que recibió la llamada de Pedro Sánchez lo que le dio protagonismo.
Aragonés lleva unos días muy activo. Presentó su plan para la celebración del referéndum el lunes en la Generalitat y el jueves en el Senado afirmó que la amnistía es el primer paso para conseguirlo. El referéndum se sitúa después de la investidura lo que recuerda el pacto de la Mesa de Diálogo de 2019. El PSOE cerró la puerta a la autodeterminación y el PSC defendió votar, sí, pero en una consulta sobre un acuerdo de los partidos catalanes donde el PSC apuesta por un nuevo Estatuto.
Por su parte, Carles Puigdemont sigue reivindicando el referéndum de 2017 y enuncia, casi siempre vía redes sociales, sus posturas maximalistas, aunque durante su conferencia del 5 de septiembre dejó la consulta sobre la autodeterminación para después de la investidura. El pleno del Senado le dejó bien claro a Puigdemont cual será el escenario si se fuerzan nuevas elecciones y el PP, junto a Vox, ganan las elecciones. Desde el PSOE se lo han recordado.
Puigdemont está en una situación delicada. Simplemente por abrir negociaciones sus apoyos en el independentismo se han agrietado y hay ya, casi, una ruptura. Los sectores más radicales le afean que se haya sentado a negociar aunque no haya acuerdo. Los partidarios de la confrontación liderados por su exbrazo derecho, Clara Ponsatí todavía eurodiputada de Junts, y por la presidenta de la ANC, Dolors Feliu, le han plantado cara en su escenario más emblemático: el Consell de la República, lo que se interpreta como un paso adelante para una cuarta lista separatista para las elecciones autonómicas. Y eso que Junts no ha ratificado ningún acuerdo.
Puigdemont ganó la primera votación. Impuso su criterio de disolver la Asamblea de la República, un falso parlamento formado por 121 delegados. Ganó pero constató una cruda realidad: la desmovilización de sus partidarios, la militancia más granada y radical del procés. Votó menos del 7% de los 100.000 adscritos.
El lunes se conocerán los resultados de la segunda consulta forzada por los díscolos. ¿El Consell de la República debe promover el bloqueo a la investidura del presidente en España por parte de los partidos independentistas catalanes? Si gana tendrá las manos libres. Si pierde deberá tomar una decisión sobre si rompe las negociaciones o hace caso omiso a una consulta que no es vinculante. Si rompe quedará a expensas de quienes han roto ya con él y dejará a Junts en una delicada situación porque sin acuerdo su protagonismo caerá enteros y su influencia se diluirá. El lunes Puigdemont fijará su posición. Los que dan pábulo a «pleno el 27» argumentan que el acuerdo ya será inminente. El 24 es el día señalado y, a los pocos días, el pleno sería posible.
Con Junts es Santos Cerdán el interlocutor. No es Moncloa, es el partido, es el mensaje que fijan los socialistas. Del contenido negociador silencio. Sin embargo, a través de los medios se empieza a tomar posición de cara a un nuevo Gobierno. Tampoco aquí nadie sabe nada porque en estos movimientos Pedro Sánchez es discreto y, sin duda, sorprendente. Por eso, las diferentes filtraciones sobre quién será o no ministro muestran que en el PSOE se da por hecho el acuerdo y muchos, unos más que otros, se aprestan a tomar posición y tratar de influir en la decisión del líder.
¿Está hecho? Según el director de La Vanguardia no. El martes Jordi Juan dijo en su editorial que las negociaciones están empantanadas y que el riesgo de ruptura es evidente. Juan no suele dar puntada sin hilo y huele que la información esconde una amenaza. Puede ser de Puigdemont o de Sánchez, y en ambos casos suena a aviso a navegantes.
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