Política

Barcelona

Puigdemont dirigió desde Suiza el «diálogo» de Pedralbes

Elsa Artadi recibió una misiva del ex president fugado en plena «cumbre de gobiernos» en la que pedía endurecer el documento definitivo entre Moncloa y el Govern.

Un cartel con la imagen del ex president de Cataluña, Carles Puigdemont, en el día de la Diada de Cataluña
Un cartel con la imagen del ex president de Cataluña, Carles Puigdemont, en el día de la Diada de Cataluñalarazon

Elsa Artadi recibió una misiva del ex president fugado en plena «cumbre de gobiernos» en la que pedía endurecer el documento definitivo entre Moncloa y el Govern.

De acabado nada. Y de desaparecido tampoco. El ex presidente de la Generalitat ni piensa ceder un ápice en lo que él considera su poder legítimo, ni por supuesto abandonar su lucha. Carles Puigdemont ha sido clave en estas horas convulsas de Pedro Sánchez y su gobierno en Barcelona. De hecho, en un fugaz minuto durante esa reunión en el Palacio de Pedralbes a cuatro entre las dos ministras del gobierno de Moncloa y los dos conselleres del Govern, la portavoz catalana, Elsa Artadi, recibió una misiva muy discreta en papel, que le entregó una persona de su equipo de confianza. Los servicios de protocolo y algunos periodistas allí presentes se preguntaron por el origen del mensaje. Según fuentes soberanistas, la nota procedía de Puigdemont, que instaba a endurecer el documento definitivo entre Moncloa y el Govern. La portavoz y mujer fuerte de enlace, Elsa Artadi, fue la clave para la redacción final en comunicación permanente con el fugitivo. El texto esquivó, de manera increíble, toda mención a la Constitución.

Casi a la misma hora, en un hotel de Ginebra, Puigdemont montaba otra cumbre paralela. Con su equipo de letrados ahora liderado por Nicho Kitchi, un jurista muy experto en los espacios políticos flamencos, la número dos de ERC, Marta Rovira, una fugada que apareció por vez primera, y por si fuera poco el ex presidente del Parlament, el también republicano Ernest Benach, el fugitivo presidente reivindicaba su sitio. Fuentes de su entorno aseguran que su línea directa con su sucesor, Quim Torra, no ha parado en estos días. Y que su contacto con Elsa Artadi y otros miembros del bloque soberanista como el vicepresidente del Parlament, Josep Costa, es permanente. Además, su presencia en Ginebra obedece a contactar con juristas de prestigio en la Oficina de Derechos Humanos de Naciones Unidas y otros organismos con sede en la ciudad suiza. «Haremos una diplomacia paralela», aseguran en su entorno, a quien atribuyen la decisión definitiva de que los presos independentistas haya abandonado su huelga de hambre.

Como un esperpento surrealista, en el que la situación cambia por minutos, Puigdemont diseña su estrategia: se sigue considerando el único presidente legítimo de Cataluña y, como tal, vetará cualquier acuerdo que no tenga su aprobación. Así se lo hizo saber a su sucesor, y así atribuyen fuentes de su entorno el comunicado final. «Ni marcharme, ni tirar la toalla», advirtió en su última conversación con Torra. Este, según su entorno, estaría pensando en su final de ciclo. «Ni por asomo irá en una candidatura electoral», indican los suyos. Un auténtico visionario, al que le importa un pito el poder político, y que está de paso. Frente a un Puigdemont combativo, un PDeCATque se desangra, y un soberanismo en barbecho, al que sin embargo, Sánchez, le ha dado alas inusitadas en este fin de semana. «Pedro ha sido el mejor embajador posible», dice un colaborador cercano al prófugo de Waterloo.

Mientras el fugitivo Puigdemont sigue moviendo los hilos desde Bruselas, asentado durante unos días en Ginebra para contactar con las oficinas jurídicas de derechos humanos allí ubicadas. La llamada corte de Waterloo, liderada por Artadi y el vicepresidente de la Cámara autonómica catalana, Josep Costa, antepone con exigencias sus tesis. Según fuentes de este grupo, al filo de la medianoche del pasado viernes el ex presidente catalán mantuvo una larga conversación con Quim Torra, en la que no bajó la guardia. Enrocado en sus derechos como presidente legítimo, impone su propia ley y marcó las pautas de la negociación. Los planes del prófugo de Bruselas están claros. Según su entorno quiere un partido a su medida, fruto de la profunda división en el PDeCAT tras la salida de la coordinadora general, Marta Pascal. «Un partido a sus órdenes que le perjudique los menos posible hasta el juicio en el TS», admiten estas fuentes. Ello pasa por debilitar el PDeCAT en virtud de la Crida Nacional, su nueva marca electoral en la que pretende aglutinar alcaldes y cargos locales del independentismo. Marginar todo lo posible a ERC, con Oriol Junqueras en la cárcel y su cúpula descabezada, y vigilar de cerca a Torra, de cuya fortaleza y salida imprevisible no se fía del todo. Por ello, Puigdemont activa a sus dos «halcones», Josep Costa y Elsa Artadi, potenciado a esta última como posible nueva presidenta de la Generalitat, aunque algunos la acusan de «ir por libre».

La fractura es enorme y, curiosamente, puede beneficiar a Sánchez. Si finalmente los diputados del PDeCAT en el Congreso aprueban los Presupuestos del presidente del Gobierno, este agotará la legislatura. Pero si sucede lo contrario, Sánchez tendrá la excusa perfecta para adelantar las elecciones culpando a los separatistas. «Nuestra división le favorece», reconocen los soberanistas incapaces de llegar a acuerdos entre ellos mismos. La fragilidad es tal que algún dirigente lo expresa con pesadumbre: «La política catalana está en manos de pitonisas».

El fugitivo ha recibido ahora un varapalo jurídico contra sus cuentas. Dice que no le afecta y piensa recurrirlo. Lejos de amilanarse, jamás renunciará a sus derechos como diputado y ex presidente. «Ni suspendido, ni sustituido», se reivindica. En su entorno advierten a Sánchez de que «es presidente gracias a nuestros votos», en clara amenaza para retirarle su apoyo en el Congreso, y trata de insuflar ánimos a los suyos en medio de un galimatías parlamentario que roza el desacato. Puigdemont no quiere, aún, elecciones autonómicas. Al menos, hasta que consolide su purga en el PDeCAT y en el grupo parlamentario del Congreso, donde manda otra de sus «halconas», Miriam Nogueras. Si se mantiene el calendario, con el juicio del Supremo y la sentencia alrededor del mes de mayo, el victimismo está servido. Aunque nadie se atreve a pronosticar acontecimientos por la falta de estrategia política conjunta de los soberanistas. «Hay demasiadas cuentas pendientes», reconocen en la corte de Waterloo, como los recelos entre Puigdemont y Junqueras.

El núcleo duro de Puigdemont marca la dinámica en medio de brutales enfrentamientos en el bloque independentista. La salida de la coordinadora general del PDeCAT, Marta Pascal, fue la primera mecha de un fuego que el fugitivo se encarga de atizar desde Bruselas. En el PDeCAT aún recuerdan la bronca «de arañazos» que mantuvieron Artadi y la propia Pascal antes de su dimisión, lo que revela la gran división interna. La situación sigue bloqueada, pero la última aparición de Sánchez da alas al soberanismo y sirve de escudo a Puigdemont, que vuelve a ganar tiempo. «Mientras Puigdemont aguante no hay nada que hacer». Así se expresan dirigentes del PDeCAT y ERC, críticos con el fugitivo y el tiempo muerto que vive Cataluña. La rendición, Puigdemont ni se la plantea. Y si Torra decae, ya tiene repuesto en Artadi. En palabras de su entorno: «Este president, desde fuera, muere matando desde dentro».