Barcelona

Puigdemont se guarda la baza de la detención

El ex president de la Generalitat, Carles Puigdemont, ayer a la llegada del acto de la presentación de su lista
El ex president de la Generalitat, Carles Puigdemont, ayer a la llegada del acto de la presentación de su listalarazon

«No es el candidato de su partido sino el de la república catalana», aseguran los que le acompañan en Bruselas.

«Con muchos líos internos». Así afronta el 21-D la cúpula del PDeCAT, totalmente marginada de la lista electoral elaborada por Carles Puigdemont, según confiesan sus propios dirigentes. Pese a la imagen pública de intentar unidad, la frialdad entre los dos ex presidentes de La Generalitat es enorme. En su retiro de Bruselas, Puigdemont ha comentado a su entorno que su mejor escenario es que le detengan como presidente electo, convencido de que ganará los comicios. «No es el candidato de su partido sino el de la república catalana», aseguran quienes le acompañan en la capital belga. Por el contrario, el ex presidente de la Generalitat Artur Mas, muy tocado por el embargo de su casa para hacer frente a la multa del Tribunal de Cuentas y a la espera de la sentencia del caso Palau, aspira íntimamente a la derrota de su sucesor. «Mas quiere que Puigdemont se de un tortazo para reivindicarse como único mártir del procés», reconocen en privado sus hombres de confianza.

La candidatura de Puigdemont, Junts per Cataluña, es altamente personalista y elaborada al margen del PDeCAT. El último aguijón ha sido la inclusión de Elsa Atardi, una mujer polémica que tuvo varios enfrentamientos con Artur Mas, pero se ganó la confianza de Puigdemont como gran «fontanera» de La Generalitat desde su puestos de directora general de coordinación de la Presidencia. Para colmo, Atardi se ha dado de baja en el PDeCAT antes de integrarse como mujer fuerte en el equipo electoral de Puigdemont, lo que ha molestado mucho a Mas y la dirección del partido. Atardi va en la lista, lidera la campaña y decidirá el modo en que los dirigentes de la antigua Convergència puedan participar en algunos actos aunque no sean candidatos. El propio Mas, Marta Pascal, Neus Munté o David Bonvehí están a la espera en un escenario inédito donde, por vez primera, ningún dirigente va en primera línea, a las órdenes de una mujer ya fuera del partido.

Persuadido de que puede ganar con un llamamiento a los catalanes independentistas, legitimado por las urnas y reivindicando la república catalana, Puigdemot diseña su estrategia en función de lo que decida la justicia belga el próximo cuatro de diciembre. Si no le extraditan, continuará la campaña como presidente en el exilio. Pero si es entregado a las autoridades españolas tiene dos opciones: recurrir y permanecer en Bruselas, o regresar para provocar un golpe de efecto con su detención. Si esto se produce antes del 21-D, piensa que le beneficia para ganar los comicios. Y si se produce después, sería un altavoz internacional al meter en prisión a un presidente electo. En todo caso, Puigdemont baraja alguna sorpresa durante la campaña que le permita denunciar «la represión» sobre su persona, según su entorno, bajo un claro objetivo: «Seguir provocando al Estado español».

El desconcierto es grande en el PDeCAT, a sabiendas de que Puigdemont va por libre. «Somos un partido desnortado», confiesan veteranos convergentes. En este escenario, Artur Mas contiene su indignación y rabia. Por un lado, debe aparentar apoyo a la candidatura de JxCat, pero por otro reniega de su sucesor. «Yo solo soy responsable hasta el día que dejé de ser presidente», les dijo recientemente a un grupo de empresarios muy críticos con el desastre de la situación. Todos ellos sacaron la conclusión de que, en el fondo, le gustaría una derrota de Puigdemont. «Es la única manera para quitárselo de encima», aseguran. Mas está dolido por la falta de apoyos económicos ante la multa que le ha obligado al embargo de su casa en Barcelona, y muy preocupado por la inminente sentencia del Palau, el mayor expolio de la corrupción convergente durante su mandato, que le dejaría sensiblemente tocado.

Carles Puigdemont mantiene su objetivo de confrontación con el Estado, insulta al presidente del Gobierno Mariano Rajoy, a quien compara con José Antonio Primo de Rivera, y presenta una lista con el lema mesiánico de «Vota por mí». La dirección del partido asiste con estupor al espectáculo y aguarda la decisión de la antigua militante, Elsa Atardi, para intentar tener presencia en algún acto electoral. Al margen de los ex consellers encarcelados Jordi Turull, Josep Rull o Raúl Romeva, nadie de la cúpula va en las listas, dónde sí tienen cabida varios alcaldes independentistas como el de Mollerusa, Marc Solsona, el de Carvera, Ramón Rogés, y el de Igualada, Marc Casell. Una vez más, Puigdemont ha ido por libre ignorando por completo a su partido.

El otro flanco de conflicto es la relación con Esquerra Republicana. «La batalla electoral entre el PDeCAT y ERC está cantada», aseguran dirigentes de ambos partidos. En su delirio, Puigdemont planea una campaña con el discurso de un presidente en el exilio, pero está por ver que hará Oriol Junqueras si finalmente sale de la cárcel. Los dos compiten por el mismo escenario independentista y la república catalana, lo que hace difícil el acuerdo. Si la lista de JxCat gana, Puigdemont no tendría inconveniente en alzarse como presidente en el exilio con una especie de primer ministro de la república en manos de Esquerra Repúblicana. De momento, las espadas están en alto en función de los acontecimientos y resultados del 21de diciembre para las formaciones secesionistas.

La participación es clave, dado que si supera el ochenta por ciento el bloque constitucionalista puede superar al independentista. De ahí el lenguaje ambiguo de los separatistas rechazando ahora la unilateralidad, lo que en Moncloa consideran una «pantomima». Así las cosas, los dos ex presidentes de La Generalitat van a su ritmo claramente distanciados. En el PDeCAT no descartan una sorpresiva campanada de Carles Puigdemont en plena campaña, incluso una escapada a España en algún mitin una vez conozca la decisión de la justicia belga el próximo día cuatro. Mientras, Artur Mas aprieta los dientes ante su negro horizonte judicial. La antigua Convergència, con unos dirigentes marginados por Carles Puigdemont, que en su día se auto descartó como candidato, es la sombra de lo que fue. Como dice un veterano: La casa de los líos.