Política

Barcelona

«Puigdemont será muy republicano, pero vive como un rey»

Puigdemont lleva una «dolce vita» en su retiro en Waterloo: acude a la ópera, ha aprendido el idioma flamenco, hace deporte en los bosques cercanos a su elitista urbanización y acude a Lovaina a tomar ibéricos en el restaurante Pronto Tapas.

Puigdemont intervino ayer desde Bélgica en el acto de presentación de su nueva plataforma política, llamada La Crida
Puigdemont intervino ayer desde Bélgica en el acto de presentación de su nueva plataforma política, llamada La Cridalarazon

Puigdemont lleva una «dolce vita» en su retiro en Waterloo: acude a la ópera, ha aprendido el idioma flamenco, hace deporte en los bosques cercanos a su elitista urbanización y acude a Lovaina a tomar ibéricos en el restaurante Pronto Tapas.

«Será muy republicano, pero vive como un rey». La frase corresponde a un dirigente soberanista crítico con el ex presidente Carles Puigdemont, y refleja a la perfección la imagen de este fugitivo un año después de la proclamación de la DUI, en aquella fecha fantoche del 27-O. Rodeado de un núcleo duro que lidera su íntimo amigo el empresario Josep María Matamala, con una discreta escolta que le acompaña día y noche, el fugado lleva una vida lujosa que, según su entorno, costea con su sueldo de diputado y aportaciones de amigos. Una elevada suma que pasa por los casi cinco mil euros de alquiler de la mansión en Waterloo, varios coches con conductor, salidas a todas horas y un reducido personal de servicio. En este año de lo que él llama su «exilio político», teledirige la línea dura de confrontación con el Estado, mantiene el contacto con su familia en Girona, acude a la ópera, lee prensa extranjera y ha aprendido el idioma flamenco que une a su dominio del inglés, francés y rumano. Para sus adversarios está cada vez más solo, mientras que los suyos aseguran que jamás dará un paso atrás en la vía unilateral hacia la independencia.

La presentación de la Crida Nacional por la República refleja el enfrentamiento con su propio partido, el PDECaT, lastrado electoralmente por los casos de corrupción de la antigua Convergencia, y sobre todo con su antiguo socio, Esquerra Republicana. Los consejeros encarcelados del PDECaT, Jordi Turull, Josep Rull, Joaquim Forn y los huidos Lluis Puig, Mertixell Serret y Toni Comín, miembros de su corte en Bruselas, han pedido sumarse a la Crida, mientras la actual cúpula neoconvergente encabezada por David Bonvehí, ungido por Puigdemont para defenestrar a Marta Pascal marca distancias. El mayor abismo lo marca ERC, cuyo líder, Oriol Junqueras, preso en la cárcel de Lledoners, apuesta por un referéndum pactado.

Dentro de La Generalitat, a Puigdemont le quedan pocos apoyos, con gran alejamiento de su antigua protegida y mano derecha, Elsa Artadi, a quien en la corte belga tildan de «traidora». Sus interlocutores en Barcelona son el sucesor, Quim Torra, y el vicepresidente del Parlament, Josep Costa.

Pero, al margen de la política, ¿Qué vida ha llevado durante este año el fugitivo en su lujoso refugio?. Sin duda, «la de un sibarita», dicen los críticos, mientras Junqueras sigue en la cárcel. Para su entorno, sin embargo, una vida discreta marcada por sus grandes aficiones, la música, la lectura y la buena comida. Acompañado de sus leales, entre los que figura el diputado flamenco Lorin Parys, suele acudir a cenar al restaurante «Pronto Tapas», ubicado en la vecina Lovaina, en cuyo escaparate lucen una gran estelada y dos fotos de los Jordis encarcelados. En este local belga, de propietarios españoles, se puede degustar gazpacho, tortilla de patatas, surtido de ibéricos y croquetas. A mediodía suele almorzar en la mansión de Waterloo, una vivienda de quinientos metros cuadrados, seis habitaciones, tres baños, garaje y un amplio jardín.

Sobre su vida familiar el hermetismo es absoluto, aunque fuentes de su entorno confirman algunos viajes de su esposa, la rumana Marcela Topor, a quien la Diputación de Barcelona ha renovado su contrato de trabajo en la Red de Televisiones Locales (XAL), a razón de seis mil euros al mes, para presentar un programa de dos horas en inglés sobre temas de «carácter existencial», según la cadena, con muy bajos índices de audiencia.

Fuentes vecinales de la urbanización donde adquirió una casa-chalet cuando era alcalde de Girona, un complejo de golf y ocio a las afuera de la ciudad, y escolares del centro gerundense dónde las dos hijas de Carles Puigdemont estudian, mantienen un pacto de silencio.

Sin embargo, algunos comerciantes próximos a la zona sí afirman haber visto hace semanas a Marcela comprando algunas calabazas y enseres propios de la noche de Hallowen, muy en línea con las tradiciones de una pareja creyente en los rituales de transcendencia y la nigromancia. Fuentes de la familia aseguran que el apoyo de Marcela Topor, rumana de nacimiento y políglota avezada, ha sido total, así como el de sus padres, tíos y hermano que regentan una conocida pastelería en Girona. Desde allí le mandan con regularidad unos cuantos ejemplares del «xiuxo», un dulce típico de la tierra gerundense, relleno de crema, que es el favorito de Carles Puigdemont.

Según su círculo de amigos, en el que están el empresario Matamala, los antiguos consellers huidos y algunos diputados flamencos, «El Puchi» acude con frecuencia a la ópera de Bruselas, una de sus grandes aficiones, y a exposiciones de pintura flamenca en museos de la ciudad. Lee mucho, sobre todo a su autor favorito, Gaziel, seudónimo de Agustí Calvet, el escritor nacido en San Feliú de Guixols. Y prosigue con su afición por la astronomía y ciencias ocultas, algo que le viene desde niño y ha practicado con su esposa, La Mars, como la llaman en familia. Ella le enseñó rumano y él la introdujo en catalán y castellano. De hecho, el hombre que quiere romper con España tiene raíces andaluzas por su abuelo materno, Carles Casamajó Ballart, exiliado en Francia y casado con Manuela Ruiz, nacida en Jaén, de abuelos almerienses emigrados a Cataluña. Una familia de «charnegos» puros que montaron un negocio de pastelería en Gerona.

Tras el grotesco pleno del Parlament aquel 27-O, Carles Puigdemont y Quim Torra han presentado en Manresa la Crida Nacional, justamente a pocos kilómetros de la prisión de Lladoners. Las heridas siguen abiertas y el juicio oral ante el Tribunal Supremo las escuece aún más. Un año después, decadente y decaído como presidente de La Generalitat de Cataluña, Carles Puigdemont prosigue con su «dolce vita» y es la caricatura de un independentismo que se ha instalado en una flagrante división.