Caso Pujol
Pujol esquiva a los medios: «No voy a hacer declaraciones»
Jordi Pujol continúa su vida de semicautiverio en su domicilio de la ronda General Mitre de Barcelona. El ex presidente de la Generalitat pasa largas horas confinado en su vivienda porque no quiere soportar el mal trago de escuchar los insultos de los ciudadanos y porque es la mejor manera de sortear la presión mediática.
Hacía ya algunos días que el domicilio de Pujol se había despejado de periodistas, pero tras el registro y posterior imputación de su hijo Oleguer –el tercero al que la Justicia reclama explicaciones–, los focos han regresado a la ronda General Mitre.
Desde primera hora de la mañana, se apostaron ante el domicilio de Pujol varios periodistas a la espera de interrogar al ex presidente de la Generalitat por el cerco judicial que está experimentando su familia.
Pasaron varias horas y únicamente se vio a su escolta realizar breves salidas por las calles adyacentes, así como a su mujer, Marta Ferrusola, entrando y saliendo a la carrera.
A las 14:15 horas, Pujol, que pasa mucho tiempo en un pequeño despacho que se ha habilitado en el mismo edificio donde vive, apareció perfectamente trajeado y sorteó a los periodistas sin despeinarse. «Buenos días, ya les he dicho que no haré declaraciones». Cruzó la acera que separa su portal del asfalto y se subió a su vehículo habitual.
Aparentemente, el ex presidente de la Generalitat no estaba ayer peor que anteayer. Pujol mantiene el tipo aunque la presión judicial por los presuntos delitos que han cometido tres de sus siete hijos va en aumento y aunque su propio fraude fiscal confesado hace tres meses le perseguirá durante un tiempo.
Una escena parecida se vivió en el domicilio de su hijo Oleguer, que anteayer fue imputado por un presunto delito de blanqueo de capitales. También a las puertas de su casa se concentraron varias cámaras y periodistas. Oleguer actuó de idéntica forma al padre. Permaneció cerrado a cal y canto entre sus paredes hasta que, pasadas las 17 horas, salió de su garaje en coche acompañado de su familia y con algunas maletas a bordo.
Oleguer esperó pacientemente a que se cerrara la puerta de su garaje y emprendió una rápida salida que hace pensar en unos días alejado de la capital catalana, donde se multiplica la presión mediática.
Son las horas más bajas de un clan familiar que vive acorralado después de muchos años sin dar apenas explicaciones.
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