Tomás Gómez

Lo que vale un peine

La única manera para Sánchez de asegurarse la Moncloa es plegarse, nuevamente, a la exigencia de Puigdemont

Un ciclista pasa al lado del mural del presidente español y candidato del PSOE a la reelección Pedro Sánchez y al expresidente de la Generalitat y eurodiputado de Junts, Carles Puigdemont, dándose un beso en el mural del artista urbano TVBoy, en la plaza de las Glòries, en Barcelona,
Un ciclista pasa al lado del mural del presidente español, Pedro Sánchez y el expresidente de la Generalitat y líder de Junts, Carles Puigdemont, dándose un beso en el mural del artista urbano TVBoy, en la plaza de las Glòries, en BarcelonaDavid OllerEuropa Press

Para la mayoría de los observadores, las elecciones catalanas han sido un balón de oxígeno para un Pedro Sánchez, acosado por la pérdida de poder territorial, las exigencias independentistas y las malas expectativas nacionales.

Han interpretado el resultado como un varapalo al independentismo y un espaldarazo a la controvertida ley de amnistía. Sin embargo, algunos pensamos que podrían ser el final político del líder socialista.

La caída del independentismo en las urnas no es nueva, ha ido perdiendo fuelle en los últimos procesos. En las elecciones del 23 J, entre ERC y Junts perdieron 7 diputados y si han conservado el protagonismo en la política nacional, ha sido por la ambición de Sánchez.

El PSC, a pesar de haber obtenido una victoria indiscutible, ha obtenido 4,5 puntos menos que en las generales de 2023. Tiene la obligación de intentar formar gobierno, otra cuestión es que pueda hacerlo.

Desde los medios afines al ejecutivo, se trabaja en un tripartito de socialistas, comunes y ERC, no es tarea fácil. El primer obstáculo es que los dirigentes republicanos están divididos acerca de la cuestión de dar el apoyo al PSC o fortalecer el bloque separatista. Pero el mayor de los problemas es la decisión de Puigdemont de presentarse a la investidura.

Si Illa lograse llegar a un acuerdo de investidura y de gobernabilidad, la reacción de Junts en el Congreso de los Diputados no se hará esperar, y la retirada del apoyo parlamentario a Sánchez será inmediata.

Por su parte, el líder socialista no está dispuesto a poner en peligro la presidencia del Gobierno bajo ningún concepto, por lo que es de esperar que, impida el acuerdo, bien exigiendo disciplina militante a los socialistas catalanes, bien dinamitando el proceso desde bastidores.

La única manera de asegurarse el sillón de la Moncloa es plegarse, nuevamente, a la exigencia de Puigdemont, lo que, por otra parte, significaría el hundimiento del PSOE en el resto de España. La convocatoria de un adelanto electoral tampoco está en sus planes, menos en un momento de ascenso importante del PP en todas las autonomías.

La baza con la que cuenta Sánchez para maniobrar en Cataluña con Junts, es que lo hará después de las elecciones europeas. El resultado será mejor de lo previsto para socialistas y no tan bueno, como vaticinan las encuestas, para el PP, por lo que Sánchez utilizará ese resultado como un nuevo cheque en su política de pactos.

El día después de las europeas, sabremos lo que vale un peine.