Papel
Rajoy, ante una responsabilidad histórica
La política ejercida desde el Ejecutivo de Mariano Rajoy no es percibida en positivo por los electores. El pasado domingo, tanto en las elecciones autonómicas como municipales, se votó en clave nacional. A pesar del castigo que ha sufrido el PP, el ánimo se mantiene alto en los cuarteles de invierno. La historia reciente abona el optimismo: tanto en las elecciones del 2007, como en las de 1999, nuestra victoria fue por décimas, y en las elecciones generales siguientes (2011) el PP «arrasó». El 24-M hemos ganado por dos puntos de diferencia, y la deducción resulta lógica: ganaremos las próximas generales.
No obstante, aunque hay quien prefiere olvidarlo, sabemos que la victoria del domingo pasado tiene fecha de caducidad. No en las próximas generales, que también, sino a mediados de junio: cuando el mapa nacional deje de ser azul para volverse rojo y morado. Será un momento desagradable, al ver cómo se pierde el gobierno de decenas de ayuntamientos que durante cuatro años han trabajado duro para prestar los servicios municipales: sin dinero, con austeridad, reduciendo la deuda, atendiendo a las demandas sociales, con cercanía a las personas, buscando cumplir y alcanzando cumplir con el déficit... Toda una labor de Titanes. Mientras tanto, el discurso nacional, en clave económica, confió en que las reformas y sacrificios demandados serían entendidos por la ciudadanía. No ha sido así. El 24 de mayo los vecinos de nuestros pueblos y ciudades no nos han dado su respaldo.
El voto de este domingo, tal como le ocurrió a Juanma Moreno tras su derrota en Andalucía, fue un castigo contra Rajoy: «Me han castigado a mí», reconoció el presidente ante los resultados. Ahora también ha sido así, y va la segunda. La tercera puede ser clamorosa. Dice el refrán que «no hay más ciego que el que no quiere ver». Pase lo que pase..., dijo el presidente antes de las elecciones. Cabe deducir de estas palabras que de alguna manera intuía lo que se avecinaba. ¿Qué piden los ciudadanos? Sin duda, escuchar a la calle, mostrar más cercanía y comunicar mejor. Durante los últimos años he visto a muchos compañeros llevando a la práctica precisamente esto: cercanía, calle e incluso participación en las nuevas modalidades. Pero el tsunami del 24-M se ha llevado todo por delante.
Me han llamado profundamente la atención los comentarios que, en el ámbito del partido, se han oído estas últimas semanas: invitaría a Rajoy a que escuchara hoy a nuestros alcaldes, concejales, diputados, afiliados, simpatizantes... que han visto cómo los electores les han dado la espalda. Ya sé que es más cómodo callarse, mirar para otro lado y hacer mutis por el foro mientras se espera a que pase la tormenta. De seguir en la misma posición, lo que ha ocurrido este fin de semana será una broma al lado de lo que puede ocurrir en noviembre. ¿Soluciones? Han surgido en los comentarios de estos días: desde una crisis de gobierno, cambios en la cúpula del partido, un congreso extraordinario para buscar un nuevo candidato, a un gran acuerdo con el PSOE en áreas de gran importancia para el electorado, hasta un congreso de refundación para redefinir nuestro proyecto político.
La transformación que ha experimentado el proyecto político del PP durante los últimos cuatro años de Gobierno ha sido de tal calado que resulta complicado definir lo que somos: ¿conservadores?, ¿socialdemócratas?, ¿liberales?, ¿todo y nada a la vez?... Hemos renunciado a proyectos y compromisos adquiridos con la ciudadanía sin dar una mínima explicación. Viajamos hacía el centro, se ha dicho en alguna ocasión. ¿Dónde estará ese centro que llevamos tantos años buscando? Creo que hemos olvidado que nuestro centro deben ser las personas y no un espacio etéreo que sirve para hacer lo uno y lo contrario. Hace falta claridad, certidumbre y responsabilidad. El objetivo de ampliar sin límite nuestro espectro electoral ha llevado al abandono de valores y principios que están en el ADN de las personas que han confiado en el PP. Cabe preguntarse hoy sobre nuestra misión: qué somos y hacía dónde vamos. Es una tarea urgente e inaplazable.
Varios compañeros de partido han entendido el mensaje y han comenzado a actuar con responsabilidad. No digo que el presidente Rajoy tenga que marcharse, pero sí que debe orientar el rumbo saliendo de ese «quietismo» que nos hace vulnerables y poco atractivos. Nuestro principal reto es la credibilidad, y cuando se consulta el grado de credibilidad de los líderes (que continuamente elabora el CIS) se llega a entender la desafección, el hartazgo, y sobre todo el futuro que nos espera sino somos capaces de variar el rumbo. La autocrítica no es necesaria. ¡Es vital! Debemos afrontar esa autocrítica desde la valentía de actuar, renovar, corregir y hablar. Estoy convencido de que ha llegado el momento de que hablemos, siempre desde el máximo respeto. Callar hoy no dará solución a los lamentos de mañana. No está sólo en juego el resultado de las próximas elecciones. Nos jugamos la viabilidad de un proyecto que tan buenos resultados ha dado a nuestro país. Es una responsabilidad histórica.
Senador del PP
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