Ministerio de Educación

Rajoy confirma que el cambio era sólo un ajuste

Íñigo Méndez de Vigo y Montojo, habla durante la conferencia "Visión de España: El futuro de la Unión Europea y sus prioridades en los próximos cinco años", en Ciudad de México, en 2014
Íñigo Méndez de Vigo y Montojo, habla durante la conferencia "Visión de España: El futuro de la Unión Europea y sus prioridades en los próximos cinco años", en Ciudad de México, en 2014larazon

El ministro de Educación ha presionado para salir de Moncloa antes de acabar la legislatura.

El cambio de Gobierno se limitó finalmente a un ajuste, a la sustitución del ministro de Educación, Cultura y Deporte, José Ignacio Wert, por una persona de confianza del presidente del Gobierno y amigo personal, el secretario de Estado de Asuntos Europeos, Íñigo Méndez de Vigo. Con quien ayer Rajoy compartió jornada con motivo de su viaje a Bruselas para participar en la cumbre europea convocada por Grecia. La sustitución se produce porque la situación, según fuentes del Gobierno, «era ya insostenible» por la presión de Wert para abandonar el Ejecutivo a pesar de que queden sólo cinco meses para las elecciones generales. Su deseo, y en ese sentido ha presionado también, era irse con el «premio» de ser designado embajador en la OCDE. Pero, de momento, no va a recibir ningún cargo.

La voluntad inicial de Rajoy era que el resultado de las elecciones autonómicas y municipales no influyese en su Gabinete. Pero la presión externa e interna le obligó a abrir un periodo de reflexión y a asumir la necesidad de que para tomar impulso de cara a las generales necesitaba introducir cambios en su equipo. Su conclusión, después de hablar con ministros y barones, fue que el problema lo tenía en el partido y que su Gobierno funcionaba bien, aunque pudiese mejorar en la comunicación.

Durante estas semanas hasta que se han concretado los cambios, movimientos desde dentro de las filas populares, e incluso con origen en el propio Gabinete de Rajoy, han alimentado filtraciones interesadas que han llevado, por ejemplo, a que en determinados sectores políticos y mediáticos se comprase la tesis de que el ministro de Sanidad, Alfonso Alonso, era la figura emergente llamada a asumir nuevas responsabilidades y a hacer sombra a la vicepresidenta, Soraya Sáenz de Santamaría, en su labor como portavoz del Gobierno. Sin embargo, la vicepresidenta sale de este «ajuste» con las mismas funciones que tenía antes, y Alonso mantiene su cartera y sus funciones en una área tan delicada como la política sanitaria. Ya advertían desde Moncloa, al hilo de las filtraciones, que Alonso era una pieza importante, pero que llevárselo al PP, como algunos planteaban, podía ponérselo muy fácil a la oposición para la campaña de que Rajoy anteponía sus intereses de partido a la salud de los españoles.

El Gobierno se queda como estaba, y Rajoy se aplica su principio de que las remodelaciones ministeriales no tienen ningún sentido a cinco meses de la elecciones generales, salvo que no le quede más remedio, como ha sido el caso por la demanda de Wert. Esta actitud del ministro no ha sentado bien dentro del PP ni entre los que hasta ahora eran sus compañeros de Gabinete. Rajoy le fichó como independiente después de contar con su labor como asesor en la etapa de oposición. Wert ha tenido que tomar decisiones impopulares en una legislatura marcada por la obligación de ajustar el gasto público por exigencias de Bruselas, pero sus formas y su gestión no han ayudado a disminuir el desgaste ante la opinión pública, «sino más bien al contrario», según valoran en las filas populares. Por eso la tesis de que él se merecía esta salida anticipada, y su colocación en un puesto tan bien retribuido como el de embajador ante la OCDE, no es compartida en buena parte del PP. No entienden que no haya podido esperar y que obligue al presidente a tomar una medida que puede ser interpretada como que «premia» al responsable de los recortes en Educación o que es incapaz de evitar que éste huya del barco antes de que termine el viaje.

En cualquier caso, Rajoy intentó utilizar el hueco que le iba a quedar en Educación como comodín en los cambios que efectuó la pasada semana en la dirección del PP. Para elevar el alcance de la misma hasta la Secretaría General, le ofreció esta cartera a María Dolores de Cospedal, pero ella rechazó la salida de Génova, aunque fuese por la puerta grande, porque iba a ser leída de todas formas como un cese. Cospedal ha visto rebajadas sus funciones en Génova, pero sigue siendo la «número dos» del partido.