Navarra

Regreso al bar del odio de Alsasua

Una semana después la tensión sigue en el ambiente: los clientes miran retadores a las patrullas de la Guardia Civil

Imagen del bar Koxka, en el que fueron agredidos los dos agentes de la Guardia Civil
Imagen del bar Koxka, en el que fueron agredidos los dos agentes de la Guardia Civillarazon

Una semana después la tensión sigue en el ambiente: los clientes miran retadores a las patrullas de la Guardia Civil

El escritor Arturo Pérez-Reverte definía territorio comanche como «el lugar donde el instinto dice que pares el coche y des media vuelta; donde siempre parece a punto de anochecer y caminas pegado a las paredes». Esta es una buena definición para ilustrar el sentimiento que los guardias civiles destinados en Alsasua pueden sentir al pasar en sus coches patrulla por delante del bar donde dos de sus compañeros fueron agredidos durante las ferias de la localidad navarra. ¿Su delito? Haber entrado de paisano a tomar algo, junto con sus parejas, para disfrutar de las fiestas como cualquier vecino más.

Todavía había personas que este mismo fin de semana justificaban en parte que se hubiera producido esa agresión hacia los agentes al considerar «una provocación» por su parte haber tenido la osadía de penetrar en territorio comanche: «Hombre, a esas horas, en ese sitio...», disculpaba una señora de edad avanzada a los radicales y, por ende, tildaba de díscolos a los guardias civiles por haber ido «donde no debían».

El bar en sí hace esquina en una de las calles principales del pueblo. Es una mezcla entre taberna de pinchos durante el día y pub de copas por la noche. Desde fuera no tiene mala pinta a priori, exceptuando las cuadrillas de jóvenes con estética Bildu –botas de monte, pantalones de chándal, riñonera, peinado mohicano, y pendientes varios– que salen al exterior a liarse unos cigarrillos. Cuando pasa por delante del bar una patrullera de la Guardia Civil interrumpen el liado de sus pitillos para mirar retadores a los agentes, que a la vez les miran a ellos, aguantándoles la mirada. En cualquier caso, no se producen recriminaciones por ninguna de las dos partes, al menos verbales, aunque queda claro que no hay afinidad entre unos y otros.

Dentro, una única camarera atiende a los pocos clientes que desayunan ojeando la prensa. Curiosamente, hay cuatro o cinco cabeceras de diarios, de distintas ideologías cada una de ellas. Como ese día hay manifestación «anti Guardia Civil» y está anunciada la presencia de miembros de Covite en el mismo lugar y a la misma hora, la camarera pregunta a los clientes que van entrando al establecimiento: «¿Hoy se liará?». «No creo. Es a la una del mediodía, así que la gente está con los niños de paseo. Aunque he oído que van a venir los ‘‘Indar Gorri’’ (hinchas radicales de Osasuna), así que nunca se sabe», contesta uno de los interpelados. La presencia de niños, de hecho, no pareció ser finalmente impedimento para que un padre que llevaba en hombros a su hija de dos años, por ejemplo, insultase repetidamente a los miembros de Covite. Por lo demás, en el bar Koxka de Alsasua no hay la clásica hucha en favor de los presos que suele haber en las tabernas de muchos pueblos para hacer colecta pública a favor de los reclusos etarras. Tampoco se aprecian carteles a favor de la independencia y el local está por lo general bastante limpio y cuidado. Quizá, animados por ello, los agentes agredidos y sus parejas decidieron que no había peligro alguno en ir a tomarse una última copa la noche que fueron atacados. Lamentablemente se equivocaban.

En el hilo musical suena música vasca, pero más pop que rock, una música agradable que invita incluso a ser cantada o tarareada. En ese momento, un joven trajeado hace acto de presencia en el bar y la camarera repite su pregunta del día: «¿Se liará hoy? Nosotros por si acaso cerraremos durante la manifestación», reconoce la chica, como si en el fondo no le importase que hubiera algo de acción. Como si el «Ospa Eguna», el día que anualmente se celebra en Alsasua para denunciar «la alta presencia de las fuerzas policiales y contra la represión», le supiera a poco. «Espero que no pase nada, que yo tengo boda a esa hora en la iglesia que está al lado y no quiero movida», contesta el joven trajeado, desvelando así el porqué de su elegante vestimenta.

Siguen entrando chicos jóvenes al bar y la camarera continúa con su cantinela. Ellos, en cambio, están más interesados en comentar el último partido de fútbol y no parecen especialmente interesados en que haya jaleo. Es un primer paso. Los siguientes a dar son eliminar las acciones violentas y, sobre todo, sus supuestas justificaciones. De conseguirlo, sería un buen avance en favor de la convivencia y la pacificación real. Para que cada cual pueda entrar donde considere oportuno sin temor a ser agredido, para acabar con los territorios comanche.