El desafío independentista
¿Qué supone la figura del relator para España?
Embajador de España. Preguntas de A. Rojo
La figura de relator de la ONU, que se empleó en Afganistán o Ruanda, busca desprestigiar a España, que está entre los 20 países del mundo con más democracia.
¿Qué valoración general le merece la concesión realizada por Sánchez a la presencia de un relator en el proceso de diálogo con los independentistas?
Yo digo lo que García-Page, persona que acostumbra a expresarse sensatamente: «Estoy perplejo y confuso». Añadiría algo que Page, imagino que por respeto a su partido, solo manifiesta con el lenguaje corporal: estoy también irritado, bastante irritado. Esto del relator es un intento de los separatistas de colarnos un mediador, a ser posible internacional, y, de paso conseguir lo que pertinazmente buscan: internacionalizar el conflicto creado por los independentistas.
¿Cuál es el papel habitual de los mediadores en conflictos internacionales?
No se entiende para qué sirven excepto para engordar la propaganda separatista entre los independentistas y en el extranjero. La venta que harán será que por fin un gobierno español accede a que haya un mediador en la cuestión catalana. En los conflictos internacionales la figura del relator apenas existe. Ha surgido en algún congreso, especialmente científico como ponente de las conclusiones de alguna comisión. No se ha planteado en problemas de países desarrollados y con una sólida estructura democrática. Es lo que olvidan los separatistas con su lenguaje intoxicador, España no es el Congo ni un país colonial: está entre los veinte países con mayor democracia del mundo, según «The Economist» y abundantes instituciones prestigiosas.
Desde el punto de vista de la comunidad internacional, ¿es realista la descripción que la vicepresidenta del Gobierno ha dado sobre la figura del relator-mediador?
La vicepresidenta ya ha echado agua a la figura del relator-mediador. Da a entender que será poco más que un simple amanuense, un notario que levante acta de las discusiones intrapartidarias en Cataluña. No es lo que sostiene Podemos, que se apresura a tildarlo de mediador, ni lo que da a entender el socialista Ximo Puig; por supuesto, los afines a Torra, a los que les encanta lo de mediador y repiten que el gobierno de Sánchez dice una cosa en público y otra en privado a ellos. Y uno no sabe a quién creer, si a la portavoz de Torra o a la vicepresidenta. Le encantaría, como español constitucionalista, creer a la vicepresidenta pero con el pasado inmediato del gabinete no siempre es fácil: convocaré pronto elecciones, mi gobierno será, a diferencia del de Rajoy, muy transparente, el Vaticano está de acuerdo en todo lo que estamos proponiendo sobre la tumba de Franco (¿en todo?), los presupuestos no perjudicarán al deficit... La lista es larga. Y los separatistas, aunque son voraces y toda concesión les resulta escasa, saben que han dado otro pasito. No les bastará para dar el sí a los presupuestos, lo de ayer aunque más importante que un plato de lentejas, no es suficiente. Por mucho que los enviados de Sánchez les cuenten que si llega la derecha la administración del juicio a los golpistas y otras cosas les serán más incómodas que la permanencia de Sánchez, argumento de peso, quieren más.
¿Cómo valoraría la gravedad de las posibles repercusiones internacionales de la concesión que el Gobierno ha realizado a los independentistas?
El problema viene cuando se atiende a la definición que da Naciones Unidas a la figura del relator-mediador. Este personaje solo se utiliza en el contexto de graves conflictos en los que las violaciones de los Derechos Humanos son generalizadas. Por poner dos ejemplos se podría hablar del genocidio contra los tutsis en Ruanda en 1994, cuando la ONU envió a un relator para documentar las ejecuciones masivas que realizó el gobierno de la mayoría hutu. Naciones Unidas también envió un relator a Afganistán en 1982 y gracias a su labor consiguió evitar la ejecución de numerosas penas de muerte. No hace falta decir lo que supone la presencia de uno de estos mediadores en el diálogo con los independentistas. Y este es el problema de Sánchez y nuestro. Por sacar sus presupuestos o por seguir con sus planes visionarios les hará más regalos y nos asustará de nuevo. Su gente lo minimiza; queriendo evitar la palabra mediador, saben que levantaría ampollas, se han sacado de la manga relator, un camelo, como podrían haber inventado correveidile o comadrona. Para los indepes y simpatizantes es más bien mediador. No creo como Casado que Sánchez ha pasado todas las líneas rojas. Pero sí bastantes y peligrosas.
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