El Rey abdica
El discurso de Felipe VI: Reforma constitucional, unidad y transparencia
Con la ayuda de Doña Letizia, el Príncipe prepara el texto que leerá el 19-J. Sus preocupaciones: Cataluña y la crisis económica e institucional
Algunas de las anécdotas más reveladoras de la vida del Príncipe corresponden a su etapa en las academias militares. Don Felipe, aún chaval, se enfrentaba a un ambiente y compañeros –habitualmente mayores que él– que se las sabían todas, y el Heredero, por muy Heredero que fuera, caía en las trampas y bromas de la vida diaria cuartelera. Sin embargo, conserva buenas y sólidas amistades de aquella etapa, como si aquellos aspirantes a militares fueran además de un apoyo, alguien en quien confiar y a quien consultar. Y lo digo a sabiendas de que a más de uno sigue preguntando y teniendo muy en cuenta sus opiniones. No está mal.
Cuando en enero Don Felipe tuvo conocimiento de lo que su padre se disponía a anunciar meses después, comenzó una nueva etapa. Ya no valía lo pasado. Se trataba de pensar el futuro. Llevaba años, décadas estudiando, conociendo, estudiando, informándose, preguntando... Por haber preguntado, hasta había consultado con varias personas su opinión sobre Eva Sannum, la novia con la que salió un tiempo. Pero esto era diferente. Había que preparar el futuro y tenía cinco meses para ponerse las pilas. Y se puso manos a la obra.
Lo que más preocupaba al Príncipe era Cataluña. El referéndum anunciado por el presidente de la Generalitat era algo más que un desafío: era el comienzo de la ruptura con España. No era una impresión personal. Los gestos y las declaraciones de Artur Mas demostraban que aquello no era la enésima queja del nacionalismo catalán ante los supuestos agravios del Gobierno Español. Aquello era un desafío en toda regla y, como tal, debía hacerse frente con actitud y también con gestos. Los viajes de los Príncipes se multiplicaron: hasta seis en los últimos meses. Y ya sabemos que en algunos fue abucheado y pitado. Nada que no esperara. Pero don Felipe es Príncipe de Gerona, Señor de Balaguer, Duque de Montblanc, y Conde de Cervera y, aunque los tres primeros municipios firmaron sendas peticiones para que el Heredero dejara de utilizar sus títulos, Don Felipe sabe, como ellos, que esos títulos no los dan los ayuntamientos, sino la Corona... y la Historia.
Naturalmente, entre las inquietudes del Príncipe figura España y su situación económica. Con frecuencia se ha hablado del papel que Don Juan Carlos ha jugado en la consecución de determinados contratos en sus recientes viajes por el Golfo Pérsico y Europa. Es un hecho, pero Don Felipe sabe que esos contratos son fruto de una amistad, y que son las empresas y los gobiernos los que deben ejecutarlos. Al Jefe del Estado le toca sólo abrir puertas, y no exceder las competencias que la Constitución le reserva.
Y eso es quizá lo que más le preocupa a Don Felipe. Sabe que las expectativas con él son altas, también por sustituir a un padre como el suyo. Pero sabe también –ha estudiado Derecho y Relaciones Internacionales– que Don Juan Carlos comenzó a ejercer su jefatura con muchísimos más poderes de los que la Constitución luego consagró. El actual Rey de España empezó siendo casi un Rey absoluto hasta que la Constitución de 1978 redujo sus competencias. Con frecuencia muchos españoles piensan aún que Don Juan Carlos puede hacer y deshacer, mandar a los políticos y a los empresarios. Y simplemente no es así. Pero sí: la crisis económica, con todas sus ramificaciones, preocupa a Don Felipe. Sabe que es algo que se puede llevar todo por delante y que es decisivo para construir el futuro, pero sabe igualmente que el Rey debe impulsar y lo va a hacer, también durante los primeros viajes al extranjero que hará nada más ser proclamado.
Es precisamente esta contradicción entre lo que algunos esperan que haga y lo que, por competencias, puede hacer lo que ha provocado unos comentarios de la Casa del Rey que algunos pensarían pronunciados contra el Príncipe. Y es que se empezaba a hablar del futuro Rey como impulsor de la nueva regeneración o transparencia. O incluso se ha hablado de una «Segunda Transición». Es verdad que ninguna de estas dos tareas –por mucho que las ejerciera su padre– corresponden al futuro Rey, pero sin duda son la manifestación de algo a lo que me referiré más adelante.
Y es que, hablando de inquietudes y proyectos del Príncipe, entre las primeras –no es ninguna novedad porque ya se ha referido a ello– está la degradación de la vida pública española y de sus instituciones. Don Felipe es consciente de que entre esas instituciones que han perdido su prestigio está la Corona. El asunto Urdangarín no sólo ha hecho daño a la Familia Real, sino que ha afectado al prestigio que tenía la institución y que Don Felipe debe recuperar. Lo más sorprendente es que parte de esa solución no le compete al hoy Príncipe sino a los jueces. Pero hay otra parte, la que afecta a la transparencia de su casa y de las personas que trabajan en ella, que ya no puede esperar. Se necesitan nuevas medidas. Todo el mundo conoce la austeridad de nuestra Jefatura del Estado, especialmente si se compara con la de otros países de Europa, pero Don Felipe sabe que España necesita un ejemplo radical desde la Corona para que nadie pueda tener la más mínima duda sobre el uso de sus dineros. Y también para que desde la Corona, partidos políticos, sindicatos, gobiernos autonómicos, ayuntamientos, empresarios... ¡todos! cambien su manera de trabajar. La corrupción está tan incrustada en las instituciones que necesita un nuevo impulso y es clave el ejemplo desde la más alta magistratura de la nación.
Al Príncipe le preocupa este impulso que debe producirse en la vida pública. Cada vez que se ha reunido con empresarios o líderes sindicales, con periodistas o con políticos, con artistas o con escritores, surge este tema. Lo tiene en la cabeza, como tiene en la cabeza la unidad de España. En parte tienen mucho que ver. Y sabe que el ejemplo que dé la Corona es decisivo. Su distancia con Urdangarín es un hecho, pero la solución está mucho más allá. Y también vamos a ver decisiones en este punto.
Es un hecho que a lo largo de los 39 años de reinado de Don Juan Carlos han fallado cosas. También es cierto que han surgido nuevos problemas. Como otros han dejado de existir: las amenazas golpistas del Ejército, por ejemplo. Y la experiencia de don Felipe pasa por estar en su sitio. Cuando ha valorado el papel de los militares en sus diferentes destinos y guerras, ha ponderado su sacrificio y entrega. Y también estar donde se les decía. Ésa es la lección: estar en su sitio y cumplir con lo que la Constitución dice.
Por cierto que, en lo que se refiere a la Constitución, el Príncipe tiene la intención de desarrollar cuanto antes el artículo 57.5 del Título II de la Carta Magna, que ha obligado –entre otras cosas– a resolver de urgencia la abdicación de su padre mediante una ley orgánica: «Las abdicaciones y renuncias y cualquier duda de hecho o de Derecho que ocurra en el orden de sucesión a la Corona se resolverán por una ley orgánica». No es posible seguir parcheando situaciones como las que hemos vivido estos días. Sobre todo porque es innecesario. Y me alegra que sea el nuevo Rey el que vaya a impulsarla porque la experiencia de todos estos años –también la suya– aconseja poner negro sobre blanco cualquier eventualidad que pueda surgir. Y en la Historia de España tenemos experiencia de que han surgido muchas y variadas. Algunas casi al borde de lo anecdótico o novelesco.
Naturalmente todas estas cuestiones deberán aparecer o ser apuntadas en su discurso de proclamación. Mientras lean estas líneas, en la Casa del Rey están trabajando –a pesar de ser domingo– en ellas. El equipo de Zarzuela está haciendo sugerencias, pero será Don Felipe el que tendrá la palabra final. También le ayudará la futura Reina Letizia. Recuerdo a este respecto una anécdota que contó don Juan Carlos, en los primeros momentos de su reinado, a cuenta de un asunto de política nacional: «Ni ella tan lista como parece, ni yo tan tonto como decís». Creo que la nueva Reina tiene intuición y oficio, como Princesa y como periodista, para saber algo que resulta decisivo. Me explico.
La proclamación de Don Felipe va a provocar una reacción de ilusión en mucha gente. Una inyección de optimismo en un país en el que últimamente todo lo hemos visto bastante negro. Una nueva generación que, con ganas y energía, puede hacerse cargo de una situación que tampoco es la mejor. Transmitir esa sensación es decisivo en su discurso. Me consta que lo saben en la Casa del Rey. Pero faltará luego transmitir esa ilusión. Y el Príncipe puede hacerlo en esos viajes por España que va a hacer nada más ser proclamado. La Corona lo necesita. Y España también.
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