Restringido
Felipe VI y las Fuerzas Armadas
Ayer domingo, el aún Teniente Coronel Borbón acompañó a su padre, el Rey, en los actos centrales del Día de las Fuerzas Armadas. Lo que –según todos los indicios– se decidió el Día de la Pascua Militar, se cierra militarmente este día. Debió extrañarnos que no se celebrase el domingo más próximo a la festividad de San Fernando como tradicionalmente se hacía, e incluso que el Capítulo de la Orden de San Hermenegildo se adelantase al martes 3, cuando también se celebraba a mediados de junio. Poco a poco todo encaja en lo que ha sido una decisión meditada y planificada. Lo del secreto deja en buen lugar a muchas personas que conocían el tema y supieron guardarlo.
Dentro de algo menos de dos semanas, cambiarán las tornas. El nuevo Rey lucirá las estrellas de Capitán General y Don Juan Carlos colgará respetuosamente el uniforme. Relevo generacional más que normal, hecho con la óptica de prestar el mejor servicio a España. «El Príncipe –dijo el Rey en su alocución del pasado lunes día 2– tiene la madurez, la preparación y el sentido de la responsabilidad necesarios para asumir con plenas garantías la Jefatura del Estado y abrir una nueva etapa de esperanza en la que se combinen la experiencia adquirida y el impulso de una nueva generación». Poco puede añadir un viejo soldado. Respecto a las Fuerzas Armadas, el nuevo Rey encontrará un modelo diferente al que encontró su padre. No hay dos procedencias diferentes en los cuadros de mando–los que habían hecho la Guerra y los de Academia– sino un solo cuerpo, con amplias experiencias internacionales, con aptitudes reconocidas, pero sobre todo, con actitudes de servicio como nunca se habían dado. Nunca le crearán problemas internos, aunque guardan disciplinadamente y no pueden olvidar recuerdos de manoseos partidistas que intentaron hacer mella en su alma corporativa. Y saben que a falta de sistemas de presión reivindicativa sufren diferencias respecto a otros servidores del Estado. Añado otra ventaja positiva: la Guardia Civil está muy bien integrada en este concepto de espíritu de todas las «gentes de armas». La suspensión del Servicio Militar Obligatorio y su sustitución por tropas profesionales también significa un cambio importante.
Pero, si se me pidiese más opinión, diría:
–Que mantendría el mismo equipo militar que le ha arropado durante años con discreción y extrema lealtad.
–Que mantendría contactos periódicos con los jefes de Estado Mayor y con los compañeros de promoción. Son los únicos que un día le advertirían con lealtad de que «andaba desnudo».
–Impulsaría la equidad entre los Ejércitos y la Armada, en ascensos, modelos de carrera, remuneraciones. Ante las crisis, hay tendencia en cada Cuartel General a «barrer para casa». La igualdad es imposible porque las misiones son diferentes. Hablo de equidad.
–Impulsaría que, al igual que en EE UU, la Hermandad de Veteranos se convirtiese en el verdadero «sindicato» de los militares en activo. Para ello debería dotarse un buen gabinete jurídico y técnico, extraído de los experimentados cuadros que pasan a retiro.
–Utilizaría el Hospital Militar Gómez Ulla para dolencias propias. Es el mismo al que acuden los heridos en Afganistán, Líbano o San Gregorio. No han sido mejores los «talleres» utilizados por su padre, vistos los resultados.
–De paso, transferiría los Cuerpos Comunes de la Defensa al JEMAD, no al subsecretario/a de turno, como está reglamentado hoy en día.
–Impulsaría una revisión del «alma» del Museo del Ejército en Toledo, donde no se ha conseguido erradicar una desviada e impuesta «memoria histórica». Obviar , por ejemplo, que en el Alcázar se defendieron heróicamente el coronel Moscardó y dos centenares de soldados y guardias civiles es un intento bastardo de ocultar los conceptos de heroísmo y de sacrificio.
¡Bien sabe, mi General, Señor, que le deseo suerte!
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