Política

El Rey abdica

La nueva Izquierda española anclada en el 36

Se han consagrado gracias a las redes sociales y a la televisión, pero su modernidad choca con el viejo republicanismo antimonárquico que profesan

Cientos de personas se manifestaron ayer por toda España en favor de la República
Cientos de personas se manifestaron ayer por toda España en favor de la Repúblicalarazon

Legitimados sólo por el derecho que concede la Constitución que tanto deploran a manifestarse, el viejo republicanismo antimonárquico vuelve de nuevo a la calle, pensando que los cambios de régimen se consiguen gritando. Regresan sin haber aprendido las lecciones de nuestra historia. Creen haber ganado unas elecciones como si fueran las municipales del 12 de abril de 1931–porque parecen seguir viviendo en el pasado– y creen que a una Monarquía parlamentaria se la puede echar sin reconocer sus méritos en la consolidación de nuestra democracia. Es el problema del republicanismo en España: creen que ellos y sólo ellos son la sociedad española, aunque sea una minoría. Ayer protestaron enarbolando la peor de las banderas: la que obliga a elegir perversamente entre Monaquía o democracia, como señala el comunista Cayo Lara. En España, conviene recordárselo a los iletrados (¡qué fue de aquellos republicanos ilustres!) la democracia la trajo Don Juan Carlos.

En la cuestión nacional, están abiertos, como era de esperar, a los nacionalistas, pero Pablo Iglesias echó de menos cierto patriotismo en las páginas de LA RAZÓN. En cuanto a la cuestión del régimen, al que la abdicación de Don Juan Carlos ha otorgado una dimensión inédita, Podemos se adscribe al republicanismo de izquierdas, que es el que ha prevalecido en nuestro país: no un simple cambio de régimen, sino un cambio social equiparable, en su entidad, a una revolución. Y en lo social, Podemos propugna lo que parece una vuelta al socialismo. Después de su éxito electoral, esta formación tiene por delante su consolidación como una organización partidista estable. Hay quien lo ve muy difícil, porque las próximas elecciones, locales y autonómicas requieren un planteamiento organizativo muy distinto del de las europeas, con su distrito único y una lista nacional. Además, Podemos no es la única organización que surge en nuestro país fuera del marco de los dos grandes partidos. Ahí está UPyD (2007), Ciutadans/Ciudadanos (2006) y las CUP (Candidatura d'Unitat Catalana, con una larga historia hasta 2003, cuando se presentó en solitario en las elecciones municipales). También están la coalición Compromís (2010) en Valencia y los ecosocialistas de Equo (2011).

La originalidad de Podemos consiste en que ha aterrizado desde arriba, utilizando las elecciones europeas y la comunicación: redes sociales y aparición intensiva en televisiones generalistas. Esto lo distingue de las CUP, que se han ido formando desde grupos y asambleas locales. Con su dimensión nacional, Podemos también se distingue de lo que hasta ahora ha sido Ciudadanos, de las CUP y de otros, como Compromís. Con respecto a UPyD e Izquierda Unida, se puede presentar como una organización ajena a los círculos de poder partidista (no así a los académicos). De pronto, IU y UPyD parecen haber envejecido. Izquierda Unida, que hasta ahora podía contemplar a organizaciones como Podemos por encima del hombro, se encuentra ahora en situación de relativa inferioridad. Buena parte de lo que ocurra ahora va a depender de la estrategia que adopten ante las próximas elecciones y muy en particular de cómo organizan un movimiento asambleario, abierto a derivas y enfrentamientos difíciles de prever y de gestionar.

Cuentan con un liderazgo de alta visibilidad, capaz de articular mensajes sencillos, y sin estar sometido a la prueba de las decisiones concretas de gestión. Por lo que se va sabiendo, a Podemos le ha votado un electorado joven, y en general con titulación universitaria, pero también otro tal vez descolgado del PSOE, de más edad que el anterior. Los dos perciben el futuro como algo problemático, cuando no bloqueado. Seguramente se sintieron identificados con los movimientos de indignación del 15-M. Este electorado no va a desaparecer pronto. Parece haberse identificado con una formación que ha convertido un movimiento social difuso y contradictorio en un agente político. La propuesta del nuevo partido es política, por lo esencial, y articula todo el mensaje en torno a un eje fundamental: la democratización. Democratización de las instituciones, de la economía, de la vida social. Con la palabra democratización van otras muchas, como transparencia, igualdad, participación, autodeterminación. Constituyen el canon de la modernidad política que los intelectuales que están detrás de Podemos pretenden fundar de nuevas. La inspiración procede del círculo de la Facultad de Ciencias Políticas de la Universidad Complutense de Madrid, con Juan Carlos Monedero (autor de una tesis doctoral prestigiosa sobre la caída de la RDA y la cuestión de la legitimidad) y el vicedecano Ariel Jerez. Uno de los padrinos de todo el movimiento es el veterano Ramón García Cotarelo, de la UNED, con una extensa relación con el PSOE, que a estas alturas sigue «rompiendo amarras», según uno de sus libros, entre la izquierda del siglo XX y la del XXI. Está también la Fundación CEPS (Centro de Estudios Políticos y Sociales) y círculos académicos de Valencia y Barcelona que llevan tiempo elaborando lo que denominan un nuevo «constitucionalismo». En bastantes casos la financiación viene de Latinoamérica, en particular de la Venezuela de Chávez y Maduro, y también del Ecuador de Rafael Correa. Podemos y los grupos intelectuales que lo promueven están sacando la consecuencia política de una crisis que no es una etapa más del ciclo económico. Si no consigue articular un movimiento permanente, otro lo hará en su lugar.