Valencia

La traca final de una gran regidora

El perfil de... Rita Barberá. Fundadora del PP, su figura política fue admirada durante los 24 años que estuvo al frente de la alcaldía de Valencia. Ahora todo ese capital político se ha derrumbado ante el incierto horizonte judicial que le espera

La Razón
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Rita Barberá ha puesto hoy fin de manera turbulenta a más de 40 años de militancia política en el Partido Popular.

Nadie puede negarle que ha sido la mejor alcaldesa de Valencia y la más popular de España. Que puso a su ciudad en primera línea con un vuelco de modernidad. Que fue una de las fundadoras del partido desde que de la mano de Manuel Fraga llegó a las filas de Alianza Popular. Y que su figura política era admirada, casi venerada, durante los veinticuatro años que estuvo al frente de la Ciudad del Turia. Pero todo este capital político se derrumbó de cuajo en medio de un acosador horizonte judicial. Las presiones eran ya tremendas y el ambiente irrespirable. Por ello, con un sentimiento de rabia y dolor, Rita Barberá ha dicho adiós a cuarenta años de militancia en el partido al que consagró su vida y decide mantenerse en el Senado. Lo primero estaba cantado ante el clamor de la dirección del PP. Lo segundo, sólo a ella compete dado que el escaño en la Cámara Alta es personal e intransferible.

La historia de Valencia no podrá nunca escribirse sin el nombre de Rita Barberá Nolla. Hija de Carmen Nolla, perteneciente a una conocida familia de ceramistas e industriales de la tierra, y del prestigioso periodista José Barberá, la «Ritona» como la llaman en familia, creció bajo el olor a tinta de los periódicos. Su padre fue director de cabeceras emblemáticas como Levante, Hoja del Lunes, Jornada y estuvo al frente de la Asociación de la Prensa valenciana hasta su muerte. El periodismo corría por sus venas y le inculcó el interés por la política. No obstante, cuando llegó la hora de escoger carrera se decantó por Económicas. Segunda de cuatro hermanas, en su familia reinaba un matriarcado que le forjó su carácter fuerte y extrovertido. «Soy muy mandona», decía siempre esta mujer que amaba su ciudad por encima de todo. Había nacido en su centro neurálgico, junto a la glorieta de la Puerta del Mar, y el destino quiso que fuera después su Alcaldesa más longeva.

Durante algún tiempo, por influencia de su padre, Rita ejerció de periodista y colaboró en varios medios escritos y en la radio. Su inquietud por la cosa pública la llevó a militar en Reforma Democrática, germen de la futura Alianza Popular fundada por Manuel Fraga. Corría el año 1976 y se convirtió en un pilar esencial del patrón. Fue diputada en las Cortes Valencianas, conoció a José María Aznar cuando éste era secretario de Autonomías y empezó una carrera fulgurante que la llevaría al Ayuntamiento de Valencia en 1991. Desde entonces nunca lo abandonó, pese a que su nombre sonaba con fuerza en ocasiones para dar el salto a la política nacional. Ella jamás se lo planteó, la ciudad del Turia era su vida y logró sucesivas mayorías absolutas. La alcaldesa era una piedra más de la urbe, con su perfil callejero y enérgico. Para sus devotos era un mito municipal y para sus adversarios una mujer autoritaria. En todo caso, una política de primera indiscutible.

Siempre se ha definido como liberal y gobernó el Consistorio con mano de hierro. Su figura oronda y campechana visitaba mercados, recibía vecinos, aplastaba dialécticamente a la oposición y emergía con furor en las fiestas populares de las Fallas. En el año 1995 fue presidenta de la Federación Española de Municipios y Provincias (FEMP), en sustitución de otro a0lcalde mítico, el socialista de La Coruña Paco Vázquez. Con una personalidad tan fuerte como la suya, ambos sellaron el relevo con un beso que acaparó todas las portadas. Para Rita, un buen regidor está por encima de ideologías y solo se debe a su ciudad. Su pasión era Valencia y sus relaciones con los líderes del PP estupenda. Fraga, Aznar y Mariano Rajoy la admiraban y respetaban. Y todos ellos, junto con un elenco de personalidades de todo tipo, la arropaban en el balcón del Ayuntamiento durante la Mascletá de las Fallas. Era una mujer imbatible, con todo su tiempo dedicado a Valencia y a la que ninguno de los presidentes autonómicos, Eduardo Zaplana y Francisco Camps, la tocaban un pelo. El poder municipal, el único que ambicionaba, era suyo por derecho.

Pero el destino ha sido cruel y el calvario judicial se ha cebado con ella. El ocaso de Rita Barberá ha sido lento pero implacable. Mujer de costumbres sencillas, sin cambiar de casa ni de coche, se ve ahora inmersa en una trama de corrupción y blanqueo de capitales. Defiende su inocencia y se ha resistido a dimitir como una leona. Pero el daño a su partido en unos momentos delicados ha podido más que todo. Quienes estuvieron bajo su mando y la adulaban con reverencia, la señalan ahora con el dedo acusador. Aquellos que le deben todo hoy desean arrastrarla en su desdicha. Es la suya una historia de poder inmenso y terrible agonía. De momento, ha dejado el carnet de un partido que ella fundó y se aferra al escaño con fiereza. Sobre su persona hay ingratitud y sospechas de juego sucio. Triste final para quien fue una incansable trabajadora y, desde luego, una gran regidora.