Res non verba
Sanchear en tiempos revueltos
De la inevitable escucha indiscreta de mis vecinos de sombrilla, la conclusión es que pocos se creen que tenemos más renta disponible
Tienen algo las playas de Huelva, con su ambiente familiar, que reconforta. Es difícil encontrar paraje más democrático. Aquí confluye en armonía gente de toda condición. Unos con sus cuerpos lozanos, otros con sus lorzas; unos con su acento sureño, otros con su habla mesetaria; los unos con su educación superior, los otros con la sabiduría que te da la universidad de la vida. Del abogado sevillano al tendero onubense, pasando por el funcionario extremeño o el autónomo madrileño. Todos diferentes, pero con un punto en común. Saben de economía. De su economía. Bajo la sombrilla encuentras una estructura económica que ríete de los servicios de estudio de los mejores bancos. Toda familia tiene su ministro de economía y su tesorero. No hay unidad familiar que no tenga claro por qué no pudo cambiar de coche este año y si la carta del restaurante o la cerveza del vendedor ambulante están más caras que el pasado verano.
De la inevitable escucha indiscreta de mis vecinos de sombrilla extraigo una conclusión: pocos se creen a Sánchez cuando dice que tenemos más renta disponible. Y, sin embargo, el presidente se ha ido de vacaciones con un lema propagandístico: Gente, en lo económico estáis muy bien; hacedme caso. Como no dice una verdad ni al médico, Sánchez ha dado un dato cierto debidamente descontextualizado para confundir a potenciales incautos. Dice que la renta disponible de la familia media española ha crecido un 9% en términos reales desde 2018. Por el camino se le ha olvidado que ese crecimiento es el cuarto peor de los países desarrollados y que estamos en el puesto 15 de 27 en la Unión Europea.
Así las cosas, ¿a qué viene un interés tan impostado por la supuesta bonanza económica? Pues más allá de lo obvio, de hablar lo menos posible de la corrupción, Sánchez termina esta temporada con el convencimiento, con el íntimo alivio, de que mientras las causas judiciales no le salpiquen a él directamente, gracias a su estratosférico cuajo, lo único que le sacaría de Moncloa antes de 2027 es un improbable huracán económico como el que se llevó a Zapatero.
A cualquier presidente homologable los escándalos de los últimos meses le hubiesen impedido llegar a este verano. Y, sin embargo, Sánchez lo ha conseguido, aunque sea perdiendo líquido de freno hasta el último día con el procesamiento en firme de su Fiscal General, otro con un cuajo de dimensiones galácticas. El pudor por el qué dirán no se hizo para el sanchismo y el presidente ya prepara las líneas maestras de la nueva temporada de Sanchear en tiempos revueltos. Tratarán de convencernos de que la corrupción y la parálisis institucional son cosas que pasan en las mejores familias y que aquí lo importante es que la economía no sea un desastre absoluto.
Algo parecido a lo que ya nos vendió un ferrolano que, a cambio de que no husmeásemos demasiado en la vida institucional, nos prometía orden y bienestar material. Curiosamente, Sánchez también ha extendido su presunto cohete económico a los altos niveles de seguridad de nuestras calles, aunque estos estén a la baja, como ha recordado Jupol. Todo en el presidente son verdades a medias y por eso nos ha tomado a guasa cuando dice que, esta vez sí, presentará los presupuestos, aunque sin emocionarnos demasiado: si os empeñáis, tiraré ese penalti; pero si lo fallo no pienso darme por eliminado.
Las feministas han cambiado el mojito por whisky doble
El presidente ya no esconde que su comodín del público, su blindaje presidencial, son los fondos europeos, que se acabarán en diciembre de 2026, pero que es tiempo suficiente para que a él le llegue la burra al pesebre del 27. Que la gestión de esos fondos esté siendo lamentable, con una ejecución de tan sólo el 40% es un detalle menor para Moncloa. Lo importante es vender sensación de bonanza y mucha agenda social para otoño, como la ampliación de las prestaciones por maternidad/paternidad. Que esa medida suponga el cumplimiento tardío de una directiva europea que ya nos estaba costando una multa diaria de 9.000 euros, también parece un detalle menor.
Sin huracán económico a la vista, Sánchez cruza los dedos para que la UCO no le dé la puntilla con la fonoteca guadianesca de Koldo García. Esa jukebox de Koldo, conseguidor y maestro pezonero, contiene 20.000 archivos que no van a dejar de dar sustos a Moncloa. Por lo pronto, estos días las feministas del PSOE han cambiado el mojito por el whisky doble para sobrellevar el bochorno en el chiringuito. Pero Sánchez continúa a los suyo. Agenda social y retomar los contactos con Puigdemont. Un secretario de organización en la cárcel, otro con mucha ruina encima, un Fiscal General virtualmente en el banquillo… y Sánchez en La Mareta.
Bajo esta sombrilla he recordado un briefing que compartí con Josep Piqué en el restaurante 7 Portes de Barcelona, allá por 2005. Me dijo que la derecha saltaba del poder en cuanto cometía un error grave, pero que el peligro de la izquierda es que sólo la desaloja un desastre económico. Han pasado 20 años, pero, Déu n’hi do, qué razón tenía.