El relevo en el PSOE

Sánchez, camino 2027

Es verdad que la hemeroteca anima a no tomar muy en serio ninguno de sus avisos. Pero esta vez suena verosímil

Sesión de control al Gobierno en el Congreso de los Diputados. Comparecen el presidente del Gobierno Pedro Sánchez, María Jesús Montero, Félix Bolaños, Fernando Grande-Marlaska, Oscar Puente. Asisten por el PP Alberto Nuñez Feijoo, Ester Muñoz, Miguel Tellado, por Vox Santiago Abascal, y Gabriel Rufian (ERC), Míriam Nogueras (Junts per Catalunya) y Mertxe Aizpurua por (Bildu)
Pedro Sánchez, con la ministra Montero, en el CongresoAlberto R. RoldánLa Razón.

«El jurado popular democratiza la administración de Justicia siempre y cuando no nos juzgue a nosotros, claro». El anterior entrecomillado falso parece salido de una viñeta de Daniel Gascón, pero es la idea que saca uno en claro después de escuchar el cantar de los juglares de las últimas horas. Treinta años de bondades tirados por la borda en lo que se tarda en leer un auto del juez Peinado. Algunos de los razonamientos han sido particularmente delirantes. Como el que se ha basado en las peculiaridades demoscópicas de Madrid. Quizá no hubiera estado mal haberle dado una vuelta cuando se hizo la ley de 1995. Juan Alberto Belloch, pionero de la fachosfera.

Esto ha coincidido en el tiempo con el anuncio de Pedro Sánchez, vía entrevista en Estados Unidos, de que será candidato en 2027. Es verdad que la hemeroteca anima a no tomar demasiado en serio ninguno de sus avisos. Pero, esta vez, la cosa suena indudablemente verosímil. Toda su vida política ha estado orientada a una consecución de retos personales autoimpuestos, rara vez emparentados con algo parecido al interés general. El de ahora apunta a superar la longevidad de Aznar y Zapatero en el cargo. La siguiente candidatura se orientaría hacia la marca, que creíamos irrepetible, de Felipe González.

Ambos discursos están íntimamente relacionados. Forman parte de una estrategia de comunicación audaz que, mucho nos tememos, marcará un antes y un después en la vida política española. Se trata de destrozar, por la vía de los hechos, el canon de lo que hasta ahora se consideraba inadmisible para la continuidad de un gobierno. Cara de póquer, circulen que aquí no ha pasado nada y a seguir. Ya en 2031 volvemos a hablar, si eso. Hagan la prueba de repasar los hitos que, de alcanzarse, iban a suponer el final de la legislatura. El último era que la trama de Ábalos y Koldo salpicara a Santos Cerdán, en ese momento secretario de organización socialista. Se llegó a ese extremo y no pasó nada. Sí: cundió cierta angustia evidente y se presenciaron algunos momentos dramáticos. Pero no llegó a sustanciarse un peligro real para la supervivencia del actual equipo de Moncloa. Ahora se insiste en que la presunta financiación ilegal del partido supondría un mojón ya infranqueable en el camino. Bueno. Mucho nos tememos que, de aparecer, acabaría siendo absorbido como parte del paisaje como antes lo fueron tantas otras cosas. No sé si se acuerdan de aquella Ley de Amnistía.

Para que todo lo anterior cuajase era indispensable ese control férreo de la conversación pública en el que se han invertido tantos esfuerzos. El drama de Gaza como un marco que banalice cualquier problema interno español empieza a agotarse porque así de veloz es el tiempo que nos ha tocado vivir. Pero para eso se ha instalado esta maquinaria tan poderosa que poco a poco se va engrasando: para sustituirlo por otra cosa al primer síntoma de desinterés del público que aparezca.

Mientras tanto, no hay revés al que no se pueda hacer frente siguiendo ese mismo patrón.

¿Que Begoña Gómez y David Azagra están cada vez más cerca del banquillo? Se construye un argumentario contra el trabajo de los jueces que meta en el mismo saco a los respectivos titulares de sendos juzgados de instrucción en Madrid y en Badajoz. Estos días hemos asistido a relatos informativos cuyo sujeto era exclusivamente el magistrado, en vez de la investigada. En otros momentos procesales ha sido Biedma la que se ha llevado el foco. Con ese grado de presión, será difícil que los jueces del futuro asuman el coste de hacer pesquisas sobre políticos. Quizá alguno lo eche de menos cuando haya gobiernos de otro signo.

¿Que las Cortes actuales ni siquiera han debatido un proyecto de Presupuestos en los dos años que llevan formadas? Se pone en circulación la especie de que se puede gobernar perfectamente sin ellos, aunque la realidad demuestre a diario que no es así. ¿Que el asunto de las pulseras crece a tal velocidad que condena al ministerio de Igualdad a quedar retratado como una maquinaria de propaganda incapaz de ofrecer soluciones reales a los problemas que están en el origen de su creación? Se concede crédito infinito a la ministra del ramo para que enlace una excusa detrás de otra. Aquí no hay más escándalo que el que suscita la reacción de la oposición.

Una oposición que no parece haber captado el mensaje. Se repite sin cesar el mensaje de la agonía del sanchismo hasta convertirlo en una salmodia a la que se presta la misma atención que al hilo musical de las tiendas de ropa. Su impacto es ya cercano a cero. El efecto más palpable es la frustración que genera en el centroderecha sociológico. Ni se muere padre ni cenamos.